El Zendal que no fue: así descartó Cataluña la construcción de una gran UCI de 760 camas en plena pandemia
La falta de consenso con los responsables hospitalarios y la misma evolución de la pandemia desecharon la idea inicial de la Generalitat, que acabó apostando por levantar diversos hospitales satélite
La Generalitat de Cataluña descartó levantar su propio hospital Zendal antes de que este existiera. El Ejecutivo catalán sopesó entre marzo y abril del 2020 construir una gran unidad de cuidados intensivos (UCI) con capacidad para 760 camas para críticos para dar respuesta al colapso hospitalario producido por la llegada de la covid, según ha podido saber EL PAÍS. El Departamento de Salud consideró inicialmente un formato centralizado para gestionar la crisis sanitaria, pero la falta de consenso con los profesionales obligó a dejar el proyecto en el cajón y a repensar otras opciones: la Generalitat optó finalmente por construir cinco hospitales satélite anexos a algunos de los principales centros sanitarios de Cataluña, la fórmula contraria a la apuesta de la Comunidad de Madrid.
Ante la saturación de las UCI y con un índice de mortalidad disparado, las administraciones buscaron alternativas para dar aire al sistema sanitario. “Todo cambió en muy pocos días y la necesidad de tener unidades de críticos disponibles creció de forma espectacular”, recuerda la exconsejera de Salud de la Generalitat, Alba Vergés. El director del Sistema Catalán de Salud (CatSalut) de la época, Adrià Comella, le presentó pronto la posibilidad de construir una macro-UCI y Vergés dio luz verde a explorar el proyecto. “Nos parecía interesante concentrar los enfermos de covid en un solo espacio y que los hospitales se centraran en el resto de patologías”, analiza Comella. Este armó un equipo de técnicos y profesionales que encontraron en los terrenos del actual hospital de Bellvitge un contexto favorable para edificar a toda prisa un gran centro sanitario. El equipo técnico también tuvo en cuenta los grandes espacios de Fira de Barcelona, en L’Hospitalet de Llobregat, —contaban con las facilidades de la alcadesa Núria Marín— pero prefirió desarrollar el plan cerca de un gran hospital.
El proyecto pretendía edificar un complejo sanitario de unos 27.000 metros cuadrados, estructurado en diversos módulos de 48 camas cada uno en una sola planta, hasta llegar a alcanzar las 760 camas para críticos. “La idea era ocupar los terrenos deportivos anexos al actual hospital de Bellvitge para tener una buena logística en suministros eléctricos, datos de los pacientes, farmacia, etc”, explica Martí Ballart, arquitecto y jefe de división de inversiones y patrimonio del CatSalut. Los planos tenían reservado 8.000 metros cuadrados adicionales para crecer en caso de necesidad; y el coste total previsto era de unos 80 millones de euros, según Comella.
Ballart y su equipo entregaron a principios de abril el proyecto de la macro-UCI a los responsables del CatSalut con la intención de convertirlo en operativo en siete o diez semanas. “El proyecto tenía que poder aplicarse de inmediato y centralizar la pandemia, que era la protagonista en la asistencia sanitaria”, resume el arquitecto.
¿Por qué la Generalitat descartó finalmente el proyecto? Las diferentes fuentes consultadas coinciden en dos razones principales: la falta de consenso sanitario y la propia evolución de la pandemia. “Los jefes de servicios de los diferentes hospitales nos plantearon fragmentar la idea por una cuestión de falta manos”, concede Comella. Los profesionales consideraron que un gran edificio requeriría un volumen alto de personal nuevo, inexistente en el mercado laboral. Y llenar el nuevo hospital implicaría vaciar el resto. “Vimos que centralizar la gestión de las UCI tenía limitaciones en cuestiones de traslado de personal, de accesibilidad, de cultura organizativa y para compartir la información”, concluye Comella. “Hacer un macrohospital juntando métodos y relaciones diferentes no parecía lo más aconsejable”.
Fue entonces cuando la Generalitat decidió atomizar la gran UCI y construir cinco hospitales anexos de apoyo. El Departamento de Salud comenzó a los pocos meses la edificación de nuevos espacios en los hospitales Germans Trias (Badalona), Moisès Broggi (Sant Joan Despí), Bellvitge (L’Hospitalet), Arnau de Vilanova (Lleida) y Pere Virgili (Barcelona) a través de módulos prefabricados con capacidad para asumir entre 72 y 108 plazas de UCI distribuidas en tres plantas. El objetivo era el mismo: aumentar las camas para críticos. Cataluña pasó de tener entre 500 y 600 antes de la pandemia a habilitar 1.800 para superar el pico de la primera ola, cuando se superaron los 1.500 críticos a principios de abril.
Los cálculos del Departamento de Salud, que proyectaron un descenso importante de la presión asistencial hospitalaria, avalaron el cambio. “Sabíamos que necesitamos muchas camas, pero lo importante era la elasticidad del sistema y la capacidad de adaptación de los hospitales”, comparte la exconsejera Vergés. Ballart coincide: “Un modelo centralizado solo tenía sentido si se construía muy rápido o con proyecciones de grandes picos de críticos. Al bajar los hospitalizados, el modelo tenía menos sentido”.
Los hospitales satélite funcionan actualmente a ritmo desigual. Los módulos acogen desde unidades de críticos y plantas hospitalarias convencionales a consultas externas; y únicamente el Moisès Broggi no optimiza su espacio. “Se utiliza para pruebas diagnósticas y para la vacunación”, respondió hace dos meses Salud requerido por este diario. La experiencia del hospital Zendal de Madrid, construido como gran centro neurálgico en la Comunidad de Madrid, y que acogió a muy pocos pacientes en 2022, parece respaldar la fragmentación de los servicios. “Visto en perspectiva, el tiempo nos ha dado la razón y tenemos nuevos espacios útiles capaces de asumir necesidades futuras”, defiende Vergés.
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