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El Festival Cruïlla se blinda ante la nueva ola de contagios

La cita abre con un ágil cribado y medidas disuasorias sobre el uso de mascarillas

Miles de espectadores, este jueves en el festival Cruïlla
Miles de espectadores, este jueves en el festival CruïllaMarta Pérez (EFE)

Fluidez, casi total ausencia de colas y celeridad en la entrega del resultado de los test de antígenos que abrían las puertas del Cruïlla. El festival barcelonés tomó nota de los colapsos que se generaron tanto en el Vida como en el Canet Rock e implementó novedades que ayer, en la primera de sus tres jornadas en el Fòrum, funcionaron facilitando el acceso del público: 18.000 personas. El festival juega en campo contrario, coincidiendo con un aumento casi desbocado de contagios entre los más jóvenes, que precisamente eran el grueso de una jornada inicial destinada al hip-hop que cerrarían como estrellas Natos y Waor y más tarde Kase.O.

La primera gran novedad para acelerar las pruebas de antígenos a las que diariamente se han de someter los asistentes, con un precio de 15 euros por las tres jornadas, era que no había aplicación alguna que se pudiese colapsar. Así, tanto los resultados como el dinero con el que se abonan las consumiciones se almacenan en una pulsera con chip. Ella indica tanto saldo como estado de salud del portador, que ha de certificar su identidad con el DNI.

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La pulsera, que funciona como monedero, se recarga a través del móvil. El dinero físico brilla por su ausencia en un festival en el que no se existe sin móvil: en él: en él, el público, que había seleccionado una hora para realizar su prueba, recibía el resultado de los test nasales en un correo electrónico. En línea con unas declaraciones de Jordi Herreruela, director del festival, a RAC-1, en las que afirmó sin especificar cifras que los positivos entre los trabajadores eran altos, a las 21 horas se habían registrado 125 positivos entre el público, cifra bastante elevada en consonancia con el avance de los contagios en Cataluña. Como referencia, el Vida, que cribó a 27.200 personas, registró en total 51 positivos. Teniendo en cuenta que ahora un positivo puede contagiar entre 10 y 15 personas, se ha de valorar el papel de cribado social que, con mayor o menor celeridad, realizan los festivales.

En un ambiente de total relax y con abrumadora presencia de público local, los 88 boxes situados en el Centre de Convencions Internacional de Barcelona iban acogiendo a la asistencia, atendida por 300 sanitarios. Sus emolumentos iban de los 8 euros/hora de una auxiliar (“sin pagarnos desplazamientos ni a las que venimos de fuera de Barcelona”, se quejaba una de ellas), hasta los 35 euros de las categorías más elevadas. La misma auxiliar quejosa, veterana del Vida, también valoraba las mejoras: “Está mejor organizado y aquí tenemos aire acondicionado y no nos asamos bajo el equipo protector”.

Una vez realizada la prueba y recibida su mascarilla FFP2 gratuita, el público retozaba en la hierba frente a la fachada del edificio antes de enfilar los accesos del festival. Habían de pasar tres controles de seguridad y uno final de validación de entrada y test, verificado lo cual se abrían las puertas de un paraíso musical que este jueves solo activó dos de sus cuatro escenarios, dejando cerrada también su carpa de monólogos de humor.

Pero el tema más peliagudo, evitados unos colapsos que no se habían presentado antes de las 20 horas, era persuadir a la concurrencia sobre el uso de la mascarilla. Para ello, los voluntarios ya llevaban un lema alusivo en sus camisetas, y los artistas, de acuerdo con el festival, también lo recordaban. Estaba igualmente previsto que un equipo de 50 voluntarios reconviniese la actitud de los que llevaban la mascarilla a media asta. A simple vista, el uso del filtro facial estaba más extendido que en Vida y Canet Rock. Una medida para evitar la huelga de mascarillas caídas en zonas donde la aglomeración es natural consistió en perimetrar un amplio espacio vallado frente a los escenarios, donde no se podía acceder ni con bebida ni con comida, únicas actividades que permiten bajarse la mascarilla. Más difícil de controlar era el tabaco, ya que estaba prohibido fumar si no existía distancia de seguridad.

Los positivos en COVID afectaron al cartel, en el que Senyor Oca, artista de apertura, dio positivo, cancelando su concierto. En su lugar actuó Señor Wilson, con quien comparte parte del nombre y agencia de contratación. En los platos estuvo el gran Griffi, el autoproclamado “hábil y suave” disc-jockey y productor de los recordados Sólo Los Solo.

Con un Sol matizado por nubes veraniegas y en un contexto de reencuentro manifestado en una frase en un cartel de bienvenida (“Hola desconocidos, os he echado en falta”), la verdadera fiesta comenzó a las 20 horas con Lágrimas de Sangre, formación de hip-hop festivo con derivaciones incluso a la cumbia. Tras los primeros temas y luego de bramar su alegría por tener de nuevo una multitud delante, Lágrimas de Sangre recordó la necesidad de usar la mascarilla. Por cierto, en caso de rotura o extravío, en una caseta en la explanada central se entregaban mascarillas FFP2 gratuitas. A esas horas, solo frente a las casetas de incidencias una treintena de personas hacían cola. El Cruïlla ya caminaba con la intención de demostrar que se pueden cribar a más de 20.000 personas diarias sin agotar su cupo de paciencia en un ámbito sanitariamente seguro. Este jueves se ha dado el primer paso.

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