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El Festival Vida cierra con 27.200 visitas en sus tres días de actividad

Las pruebas de antígenos se verificaron sin aglomeraciones igual que en la segunda jornada

Festival Vida
María José Llergo durante su concierto del sábado, última jornada del festival VidaAlejandro García (EFE)

Faltaban horas para el final de la última jornada del festival, más allá del amanecer, pero la organización del Vida ya ha mostrado su satisfacción al realizar el balance de su edición más especial, aquella en la que la cita de Vilanova i la Geltrú fue el primer festival veraniego sin distancia social. Según el recuento de la organización fueron 27.200 las personas que acudieron al festival, que ya ha anunciado que el año que viene Belle & Sebastian y Rodrigo Cuevas serán dos de los artistas del cartel. Por otro lado, la organización ha celebrado superar los problemas que dio la aplicación de control de los test de antígenos, que se solucionaron mediante sistemas analógicos tanto viernes como sábado. La dirección del festival ha responsabilizado a la empresa contratada para desarrollar el sofwtware de la aplicación de los fallos que se presentaron el jueves, pero que, han indicado, no generaron reclamación formal alguna por parte del público.

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Con el sol ya cayendo, ha sido María José Llergo la protagonista de uno de los mejores conciertos de la jornada. Acompañada sólo por un guitarrista, en la parte final se uniría un teclista para el tramo más contemporáneo, e imponiendo voz y estampa flamenca contemporánea, la cantaora se ha lucido por tangos, seguirillas, soleás y alegrías, mostrando su perfil más tradicional. El público, pese a no ser particularmente amante del flamenco, se ha quedado clavado ante su escenario, celebrando cada canción de la artista. Poco más o menos ha ocurrido lo mismo con su predecesora, Clara Peya, una artista tan líquida como el perfil de género que defiende, alejado de lo binario. En formato de cuarteto con ella al piano, ha presentado canciones de su disco Periferias. Sus composiciones de difícil adscripción estilística, con base en la canción pop pero desarrollos de electrónica e incluso jazz, han mostrado su cara reivindicativa y de alto octanaje ideológico. Al final ha sido acompañada por Queralt Lahoz en una estupenda interpretación de Mujer frontera.

Clara Peya en el Vida.
Clara Peya en el Vida.Alejandro García (EFE)

La tarde había comenzado a las 17:00h con más marcado acento femenino y bajo el sol y la sombra del bosquecillo del festival ha arrancado la música. Las primeras han sido Tarta Relena, el dúo a capela que sha sugerido un viaje por el folclore y la tradición de las orillas del Mediterráneo. Sus voces, entrelazadas con sutileza, bien evocaban unas églogas que allí en el bosque, bajo pinos y olivos, tendrían su hábitat más natural. No hubo sin embargo cantos pastoriles, pero sí un poema de Safo cantado en griego en el que su autora decía hace siglos “alguien me recordará en otra época”. Era una pieza del nuevo disco del dúo y sí, Tarta Relena evocaban a la poetisa mientras el público, en reverente silencio, ha seguido extasiado el concierto. La estampa era bucólica, una de las mejores instantáneas que un festival puede vender para mostrar el confort de sus instalaciones.

Más tarde, ya en uno de los escenarios principales, en la gran plaza del festival, con la hierba ya pisoteada tras dos jornadas de trasiego, ha sido Nuria Graham quien ha tenido que lidiar con la difícil prueba de abrir un escenario. Y con el sol de cara. Con un concierto sutil marcado por su deliciosa voz y apelando a un cruce entre el folk y el pop, Nuria, ha fijado a su público ante el escenario con canciones como The Stable, una pieza que ha dicho haber compuesto precisamente en una pasada edición del Vida luego de una noche que acabó de día. A esa hora, a diferencia de la primera jornada, la mayor parte de las mascarillas habían dimitido, y o bien viajaban en los codos o simplemente habían sido desterradas en bolsos y bolsillos.

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En lo relativo a los accesos y test de antígenos, como mínimo hasta las 21:00h no se habían presentado mayores problemas y todo el dispositivo funcionaba con fluidez. Sospechando que en la víspera había usuarios que habían falsificado el documento que acreditaba haber dado negativo, la organización ha cambiado el protocolo, y tras hacer la prueba, se había que esperar a su resultado, siendo entregado un documento acreditativo y una pulsera. El color rosa de esa pulsera ha sido el que probablemente ha relajado el uso de mascarilla entre el público, junto a la falta de medidas disuasorias, en el caso de que se puedan implementar en un contexto así.

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