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De cómo se descubren y se combaten las enfermedades laborales

Las dolencias laborales existen desde que existe el trabajo. Pero no fue hasta el siglo XVIII cuando se detectó la primera. La investigación acabó siendo una revolución social y sanitaria.

EPS 2422 INTRO PSICOLOGIA
Señor Salme

Cuando pensamos en un deshollinador en el Londres victoriano a todos nos viene a la cabeza la simpática imagen de Bert, el amigo de Mary Poppins, interpretado por Dick Van Dyke, y el famoso baile de las chimeneas de la película. La realidad del oficio de deshollinador tenía poco glamur y era más propio de los pasajes más oscuros de la obra de Dickens que de una película de Disney. La arquitectura de aquella época no cumplía los cánones de seguridad de la actual y las chimeneas podían ser verticales, dobladas o incluso tener tramos en horizontal y ser muy muy estrechas, por eso el trabajo de deshollinador y limpiachimeneas se encomendaba a niños de entre 4 y 10 años provenientes de las familias más pobres. Como relata Charles Kingsley en su libro de 1863 Los niños del agua: “No sabían leer ni escribir” o “en el país del norte había muchas chimeneas que limpiar, mucho dinero para que Tom pudiera ganar y su amo gastar”. El trabajo de deshollinador era esclavitud infantil. Los niños, vestidos con harapos o directamente desnudos, tenían que revolcarse en el hollín para quitar la suciedad de los rincones más recónditos. Los más pequeños y flacos eran los más demandados y su labor se desarrollaba sin ningún tipo de medida higiénica o sanitaria, ni supervisión médica.

El médico londinense Percivall Pott fue el primero que prestó atención a estos niños. En 1775 escribió la obra médica Observaciones quirúrgicas relativas a las cataratas, los pólipos de la nariz, el cáncer de escroto y los diferentes tipos de ruptura y modificaciones del pie y los dedos del pie, en la que al hablar de los niños deshollinadores se puede leer: “Su destino es particularmente cruel, desde su más tierna infancia son maltratados y sometidos al hambre y al frío, para luego ser lanzados a estrechas chimeneas todavía calientes donde sufren raspaduras, quemaduras o asfixia, y cuando llegan a la pubertad casi todos sufren de una dolorosa y fatal enfermedad”. Según muchos historiadores, esta podría ser la primera descripción moderna de una enfermedad ocupacional, es decir, de una enfermedad ocasionada por realizar un determinado trabajo. Pott se dio cuenta de que trabajar de deshollinador implicaba en la mayoría de los casos sufrir un tipo de cáncer en el escroto. Años después esta enfermedad se catalogó como un carcinoma de células escamosas, que en aquella época era una enfermedad fatal que ocasionaba la muerte de muchos de ellos al llegar a la pubertad. Pott siguió investigando y desarrolló un proceso quirúrgico para eliminar esta afección, aunque solo si se diagnosticaba en etapas tempranas.

Desde esta investigación seminal se ha visto cómo determinadas profesiones están asociadas a enfermedades concretas. Gracias a su estudio sistemático se han podido mejorar las condiciones laborales y la salud de la población. Así sabemos que los mineros son propensos a tener silicosis, que muchas oficinas tenían problema con la ergonomía que ocasionaban lesiones y que muchos albañiles o butaneros acababan con lesiones crónicas de espalda. El primer estudio que demostró que el tabaco era cancerígeno fue uno llevado a cabo en los años cincuenta comparando médicos fumadores con médicos no fumadores. Así se pudo ver que los niveles de cáncer estaban disparados entre los fumadores. Actualmente existe una profesión, la de codificador sanitario, que se encarga de codificar e introducir todos los datos médicos en las bases de datos. De esta forma se pueden hacer estadísticas sobre enfermedades y ver si alguna está aumentando o se relaciona con alguna variable en concreto.

J. M. Mulet es catedrático de Biotecnología.


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