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Triana Ramos, la coreógrafa de la gira ‘Motomami’ que sueña con actuar en el intermedio de la Super Bowl

Nacida en Talavera de la Reina, se enamoró del flamenco siendo aún una niña. Hoy vive en Sevilla, es una de las bailaoras jóvenes más demandadas y estandarte, junto a bandas como Califato 3/4, de una escena artística que propone un nuevo andalucismo

Triana Ramos coreografa Motomami
Triana Ramos, bailaora y coreógrafa de Talavera de la Reina afincada en Sevilla.Laura León
Julia Roiz

El movimiento de sus manos corta el aire. El silencio, casi sepulcral, se interrumpe con el constante flash de la cámara. Triana Ramos (Talavera de la Reina, Toledo, 1997) interpreta una coreografía improvisada en un tablao en el barrio de La Macarena, en Sevilla, para las fotografías que acompañan a este reportaje. Ha llegado tarde a la cita, pero tiene excusa. Ha pasado la mañana recorriendo la ciudad en busca de unos trajes de flamenca y de unos mantos de novia. “Quería algo que no fuese muy clásico, que me representase mejor”, comenta. Son las doce de la mañana y lleva despierta desde las 5.30. Para prepararlo todo, dice. En los últimos años ha sido la coreógrafa del videoclip Amor amé de David Bisbal, del Motomami World Tour de Rosalía, de la última campaña de Cruzcampo y ha bailado en la final de la UEFA Europa League de 2022, además de haberse subido a los tablaos más reputados de España.

Tras una larga sesión de fotos, Triana Ramos confiesa que no recuerda cuál fue la primera canción de flamenco que escuchó, pero sí tiene un flashback de la primera vez que estuvo frente a un tablao. “Fue en Málaga, en el tablao en el que trabajaba mi madre [la bailaora Carmen Sánchez] antes de tenerme”. Apenas tenía unos años, pero fue entonces cuando la pasión por el flamenco la invadió.

A los 18 se decantó por el baile. Su madre, que le enseñó a bailar en una academia de Talavera de la Reina, le advirtió sobre los problemas de este mundo. El ego, las fuertes personalidades de los artistas, la dificultad de vivir de esta disciplina… “Aun así quise correr el riesgo”, cuenta. Dejó su casa, a sus padres y a sus amigos y se aventuró rumbo a su nueva vida en Sevilla, la cuna del flamenco, para comenzar su formación como bailaora.

Solo habían pasado dos años desde su llegada a la ciudad cuando le llegó el casting que marcó su carrera. Sevilla iba a ser la anfitriona de la gala de los MTV EMA de 2019, que se celebraban en noviembre, y Ramos se presentó para bailar en el evento. Probó suerte —y acertó— sin saber quién era la artista con la que se subiría al escenario. “En la primera semana de ensayos descubrí que era Rosalía”, cuenta. “Luego se lo conté y ambas nos reímos”.

Durante el proceso de selección, su padre, Joaquín Ramos, que dedicó su vida a la tauromaquia, sufrió un infarto —del que pudo recuperarse—. En una hora de entrevista, Triana Ramos lo menciona hasta en ocho ocasiones. En su mirada se descubre la admiración. En su voz, la nostalgia. “La familia de mis padres era de Salamanca y mi madre se iba a quedar sola con mi padre en Toledo. No iban a tener ayuda”, rememora. Fue en el hospital donde se recuperaba cuando su padre le dijo que viviese su sueño. Ella cumplió la promesa: volvió a Sevilla y actuó en la gala de los MTV EMA.

Un mes después del evento le llegó un mensaje de WhatsApp que decía que Rosalía quería que fuese su coreógrafa. Triana Ramos, cuatro años después, imita el gesto que hizo entonces. Coge el teléfono, mira la pantalla y lo vuelve a bloquear. “Pensé que era una broma de muy mal gusto. Pero mi madre me convenció de que me informase más y respondí días después”, recuerda. Desde entonces, Ramos comenzó a preparar la actuación de la cantante —que consistió en bailar una seguiriya, uno de los palos flamencos más antiguos— para la gala de los Premios Grammy de 2020, que se celebraron en Los Ángeles. Allí, Rosalía se consagró como la primera artista española en ganar el premio a mejor álbum de rock urbano o alternativo por El mal querer.

Pero en julio, siete meses después de su paso por EE UU, Joaquín Ramos murió. “Ese fue el verdadero punto de inflexión en mi vida. Su muerte me ha enseñado de la peor forma posible a ver y a afrontar la vida desde otra perspectiva”, reflexiona. Cuando recuerda ese instante, se crea un momento especial. Se muestra tal y cómo es. La coreógrafa y bailaora empoderada, y la veinteañera que se quedó huérfana de padre demasiado pronto.

Tras ese golpe emocional, se refugió en su familia y en su trabajo. Dice que el flamenco fue su salvavidas. En sus bailes, explica, trató de reflejar quién era, de mostrar su verdad. “El flamenco atrapa porque, aunque como espectador no entiendas nada de este estilo, tiene la capacidad de conectar y emocionarte”, recalca. Y ese, subraya, es su objetivo en cada baile: ser capaz de crear una emoción en otra persona.

Meses después, Triana Ramos se encargó de coreografiar el Motomami World Tour. Allí mezcló flamenco con bailes más urbanos, y creó la ya mítica patada de Rosalía —que recrea durante la entrevista con una facilidad innata—. Tras recorrer los escenarios y estadios de medio mundo con la cantante catalana, Ramos se ha aventurado en su último trabajo, Gitana, la campaña publicitaria de Cruzcampo. En el vídeo, al son de una bulería inédita de Camarón de la Isla, ha diseñado un baile que gira en torno al más puro andalucismo.

Ella es una de las jóvenes que promulga —al igual que otros artistas como Califato ¾— el valor de las raíces y la cultura andaluza. “Lo bonito de esta tierra y de su gente es que saben abanderar de dónde vienen. No hay que perder nunca esa esencia”, dice. Andalucía se ha convertido en su hogar.

Al final de la entrevista, se confiesa. Su sueño es llegar a ser bailarina o coreógrafa en una Super Bowl. “Es complicado, pero no imposible. ¿Por qué no lo puedo conseguir? Creo que con confianza, esfuerzo y mucho, muchísimo trabajo, puedo llegar a donde me proponga. Soy yo quien me pongo los límites”.

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