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Las nuevas estrellas del pop ponen patas arriba la venta de vinilos

Taylor Swift, Aitana o Harry Styles revolucionan un mercado hasta ahora dominado por el clasicismo y el ‘underground’

Vinilos
Karen Focht (Zuma Press / Contac
Julia Roiz

Hace casi una década que la industria musical consiguió desempolvar de su baúl de los recuerdos el vinilo. El sector ha crecido desde 2013, cuando se vendieron 140.000 vinilos en España, hasta el más de 1.500.000 copias que se registró en 2022. La situación ha sido similar en países como el Reino Unido, donde en las últimas semanas de 2023 Taylor Swift y The Rolling Stones vendieron más de 250.000 entre ambos. Además, la artista estadounidense acaparó el año pasado el 7% de la venta de vinilos en todo el país. Se han convertido en un objeto que todo fan quiere tener.

Si algo tienen en común las nuevas versiones de su catálogo que está grabando y lanzando Taylor Swift —su 1989 (Taylor’s Version) fue el vinilo más despachado en España en 2023— y los últimos discos de Aitana, C. Tangana, Rosalía, Olivia Rodrigo y Harry Styles, es que encabezan la lista de vinilos más vendidos en España el año pasado, según la Asociación de Productores de Música de España (Promusicae), un verdadero giro estilístico en el mercado del vinilo en el siglo XXI. Los más vendidos de la última década en España son Rumours (1977), de Fleetwood Mac; seguido de The Dark Side of the Moon (1973), de Pink Floyd, y Abbey Road (1969), de The Beatles. El artista que más discos de vinilo ha vendido en el mundo en lo que llevamos de siglo no es otro que David Bowie. Todos los grandes popes del rock y del pop del siglo XX y ninguno en activo. Este formato, pues, está dejando de ser un nicho nostálgico —la única banda actual que se cuela en las listas de vinilos más vendidos es Arctic Monkeys— para convertirse en un campo en el que entran a competir (y vender) las nuevas estrellas del pop. “La gente no está comprando el disco para volver a escucharlo. Ahora es un objeto de coleccionismo”, subraya Miguel Ángel Sánchez, presidente de la Unión Fonográfica Independiente (UFI). Según un estudio de Luminate, empresa estadounidense especializada en análisis de datos relacionados con el mundo de la música, el 50% de los compradores de discos de vinilo en EE UU no tenía tocadiscos en casa.

“Aunque hay mucha gente que sigue comprándolos para escucharlos, otros lo compran como disco testimonial. Cuelgan los vinilos en la pared de sus casas”, dice José Luis Fernández, de Discos Killers, en Madrid. Las tiendas de este formato que han resistido al paso del tiempo se visitan casi como se va a un museo. De sus paredes siguen colgando grandes clásicos de la música de finales del siglo pasado como Bob Dylan, Eric Clapton o Bruce Springsteen. El matiz es que ahora se juntan con el Motomami, de Rosalía; Cowboys de la A3, de Arde Bogotá, y Bellodrama, de Ana Mena.

Las fábricas de vinilos, que cerraron en los años noventa ante la caída de ventas de este formato y el auge de los CD, se ven ahora colapsadas por las grandes majors. “Cuando los sellos más grandes se dieron cuenta de que los LP ahora eran objetos de culto, coparon las materias primas y el mercado de las prensadoras”, explica Sánchez. Y el problema, según él, es la escasez de fábricas en España —y las pocas que resisten fuera, en Holanda y la República Checa— y la cola de producción que ha generado el bum de la producción musical multinacional en este formato. Sus palabras se remiten a lo que ya auguraba el periodista musical Ben Sisario en The New York Times en un reportaje sobre la venta de vinilos en 2021: “Pueden acabar convirtiéndose en un objeto más del merchandising”.

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