Un empeño burocrático


He aquí un edificio que parece aburrido de sí mismo, pero en uno de cuyos pisos, en el sexto concretamente, un anciano de unos 74 años murió solo y permaneció muerto y solo durante casi 13 años. Bueno, solo, exactamente solo, no: lo hallaron en una de las habitaciones del inmueble vestido y rodeado de cadáveres de palomas e insectos que se alimentaron de su cuerpo mientras este se momificaba. En 13 años, un bebé se hace adolescente y un adolescente se hace joven y un funcionario acumula cuatro trienios y se falla el Premio Planeta 13 veces, igual que los Príncipes de Asturias, y estallan guerras por doquier. En 13 años se celebran 13 festivales de cine en Cannes y vienen los Reyes Magos a las casas 13 veces (aunque no a todas, no a la de Antonio Famoso, por ejemplo) y miles o millones de niños reciben, por la noche, al Ratoncito Pérez. Muchos dientes de leche se caen durante 13 años, y muchos poemas se escriben también, generalmente malos.
Mientras todo eso ocurría fuera, el cuerpo de Famoso luchaba contra la pudrición deshidratándose. Se secaba gracias, en parte, a que las ventanas del salón se habían quedado abiertas y el piso permanecía ventilado. Debió de haber una lucha encarnizada entre la voluntad desecadora del cadáver y las bacterias encargadas de la descomposición de sus órganos. Significa que dentro del edificio aburrido de sí mismo se daba una tragedia también. No una tragedia griega, sino un empeño burocrático brutal en satisfacer puntualmente los recibos de la comunidad para no resultar un vecino molesto, además de difunto.
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