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Así son los profesionales que trabajan para los superricos

De tutor privado a consultor de estilo de vida, los profesionales que trabajan para personas con grandes fortunas suelen estar muy especializados y dispuestos a ser flexibles y cumplir deseos exigentes

Carlos Heras
Carlos Heras, consejero delegado de Aspain 11, firma especializada en 'family offices' y Rebecca Nayler jefa de 'concierges', los profesionales que preparan las vacaciones de lujo.Ximena y Sergio
J. A. Aunión

Cuentan que un político conservador de muy buena familia, conocido públicamente por su buen talante, entró una mañana de mediados de los años dos mil en su coche oficial y a su chófer-escolta se le ocurrió recibirle comentando el buen día que había salido. El político le replicó secamente que él era allí el único que podía decir si hacía o no buen día. A la mañana siguiente, tenía un chófer nuevo. Ocurriera o no exactamente de esta manera, el interlocutor suele recibir la anécdota con el deleite del prejuicio confirmado, el del rico y poderoso que trata mal a sus empleados. Sin embargo, según los profesionales que han participado en este reportaje, acostumbrados todos ellos a trabajar para este tipo de clientes, la suya es una mala fama en general inmerecida. Lo que sí admiten es que, aparte de la sacrosanta regla de la discreción —muchos de ellos tienen que firmar acuerdos de confidencialidad—, es importante ser capaces de leer correctamente situaciones y estados de ánimo, es decir, saber cuándo toca dar un pasito atrás y actuar como si no estuvieran allí.

Los muchos y variados oficios que tienen que ver con atender las necesidades de las personas con patrimonios elevados o muy elevados (como los llama la industria que se dedica a atenderlos), independientemente de que el jefe sea más o menos majo (eso le pasa a todo el mundo), suelen ser muy exigentes y requerir grandes dosis de flexibilidad y un altísimo nivel de especialización; prueben a preguntar a María Sancerni, house manager de grandes mansiones, sobre los tipos de filigrana con los que se puede doblar una servilleta o la punta del rollo del papel higiénico. A cambio, suelen estar bien pagados y dan acceso a una especie de mundo paralelo de lujo al que solo unos pocos pueden entrar.

La ‘house manager’

María Sancerni (oscense de nacimiento) fue azafata en aviones privados y yates de lujo antes de convertirse en una house manager como lo entienden los anglosajones: la jefa de una casa que contrata, forma y dirige a todo el personal doméstico, del jardinero al mayordomo, y soluciona cualquier problema, de la rotura de una valla a la reposición de un mueble. Ha ejercido en Arabia Saudí, donde formó al personal de un palacio. Ahora está en Marbella, pero sus jefes se mudan. “Me gustaría quedarme, pero si veo que no hay movimiento, pues tendré que volver a Mónaco, a Saint-Tropez, otra vez a Arabia Saudí…”.

Bueno, unos pocos, pero cada vez más. Hay en el mundo algo más de 626.000 personas con patrimonios superiores a 30 millones de dólares, 113.000 más que en 2019, según el Informe sobre la Riqueza 2024 de la consultora Knight Frank. Si ponemos que el número medio de empleados más cercanos por cada una de estas unidades familiares es de 20 —esa es la cifra que sale de un estudio de Morgan Stanley publicado en 2023 que consultó a 300 ricos y superricos de Estados Unidos—, el resultado sería un colectivo de unos 12,5 millones de trabajadores.

Ese mismo estudio de Morgan Stanley ofrece una nómina de los empleos más habituales que componen su equipo de empleados domésticos y de atención a sus propiedades, con sus sueldos medios. Por ejemplo, el estate o house manager —figura equivalente a la de Sancerni— cobra una media de 151.000 dólares al año (incluyendo los bonus). Mientras, el asistente ejecutivo recibe unos 119.000; el mayordomo, 125.000; una niñera fija, 85.000; un chef privado, 119.000; un jardinero, 67.000; el jefe de seguridad, unos 117.000…

No olvidemos, en todo caso, que las medias estadísticas están bien para hacerse una idea de las cosas, pero siempre esconden extremos que pueden estar muy alejados. Por ejemplo, no es lo mismo el personal shoper más popular, el que ayuda a elegir e incluso compra directamente el vestuario del cliente, que uno especializado en adquirir ferraris antiguos o relojes de lujo vintages. Por no hablar de quien a ayuda comprar arte. “Somos el nexo de unión entre todos los agentes: artistas, colecciones privadas, galersitas, museos, medios de comunicación...”, explica Lucía Ybarra, que dirige desde hace 12 años junto a Rosina Gómez-Baeza — exdirectora de Arcomadrid y Medalla de oro al Mérito de las Bellas Artes— una consultoría de gestión de arte llamada Ygbart.

Las consultoras de arte

Rosina Gómez-Baeza (derecha) y Lucía Ybarra dirigen desde hace 12 años una consultoría de gestión de arte llamada Ygbart. Se dedican, entre otras cosas, a asesorar a clientes particulares sobre la mejor manera de mantener y aumentar sus colecciones. “No solo los ayudamos a comprar, sino también a conservar y a difundir”, explica Ybarra. Y, si hace falta, empezando de cero: “Cuando alguien nos dice ‘quiero hacer una colección’, nosotros le ayudamos a definir objetivos y buscar los medios”, añade Gómez Baeza, exdirectora de Arcomadrid y Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, antes de posar para la foto en la galería Blanca Berlín, en Madrid.

En este punto, aunque con espacios en común, probablemente ya nos hemos alejado bastante del concepto más extendido del personal shoper. De hecho, esta figura —con un sueldo medio de unos 100.000 dólares al año— se engloba en el mencionado informe en un mismo epígrafe junto a las otras variantes más comunes dedicadas a la atención individual e integral de los superricos: los asistentes personales y los concierges. Estos últimos —no confundir con un conserje, se entiende que por eso se les nombra en francés— se encargan de preparar cada detalle de sus viajes de placer, desde reservar las entradas para el museo, una mesa en un restaurante o en la sala vip de la discoteca hasta organizar una excursión en yate, un pícnic en un rincón paradisiaco o contratar un chef privado que se encargue de desayunos, comidas y cenas durante toda su estancia. Lo explica Rebecca Nayler en una lujosa sala de estar de Villa Siroko, en Marbella, una de las 70 propiedades de lujo que gestiona la empresa para la que trabaja como jefa de concierges, The Luxury Villa Collection. “Algunos huéspedes quieren que les prepares absolutamente todo, pero otros son más autosuficientes y solo quieren transporte y catering”.

La jefa de 'concierges'

Rebecca Nayler nació en Oxford (Inglaterra) y vive en España desde hace 13 años. “Los concierges nos ocupamos, básicamente, de todo. Llevamos de la mano a los huéspedes en todas las fases de las vacaciones. Desde el momento en que reservan la estancia hasta que se marchan, estamos a su disposición”, explica en Villa Siroko, en Marbella. A veces le piden cosas difíciles —“19 entradas para la Alhambra para final de mes”— y alguna extraña: “Que cambie por favor un camarero porque es demasiado alto”.

Y ahí es donde entra en juego, por ejemplo, el chef privado Paolo Bertucci. Este milanés ofrece en Marbella y alrededores sus servicios culinarios, que van de la preparación de una cena especial a pasar una temporada con los clientes cocinándoles cada una de las comidas del día. En estos casos, explica, es crucial obtener toda la información posible de los escasos huecos que el cliente le dedicará antes de empezar. “Lo más complicado es la comida de los niños. Yo trabajo mucho en eso, porque al final el cliente que ve que los niños comen siempre se va a ir contento”. Y hay sensibles diferencias entre unos niños y otros: “Los rusos y los nórdicos, por ejemplo, siempre me piden muchas crudités para ellos; un plato con una proteína, un hidrato de carbono y verduras. Los anglosajones están más preocupados porque coman algo, aunque sea pizza o hamburguesa”.

El chef privado

Paolo Bertucci decidió, cuando se acercaba a la treintena, cambiar su carrera musical por la cocina. Se formó y acabó abriendo en su Milán natal un restaurante de fusión asiático-italiana. Allí conoció a uno de los chefs privados de Silvio Berlusconi. “Vino para aprender algunas técnicas y me explicó cómo funciona este mundo”, cuenta. Esto le sirvió para abrirse camino cuando se mudó a España en 2016. Aparte de ejercer como chef privado en Marbella y alrededores, da clases de cocina. Colabora con The Luxury Villa Collection y por eso también posa en Villa Siroko, en Marbella.

Nayler y Bertucci están especializados en la atención a las familias ricas durante sus vacaciones, contextos en los que no suelen ir acompañados de sus empleados habituales, cuenta la jefa de concierges. A veces, sí viajan con la niñera de los chiquillos; muchas de las cuales son enfermeras tituladas, sobre todo cuando los niños son bebés, explica Junaly Dunadapat, de la empresa marbellí de servicios de atención sanitaria Care for me.

La enfermera privada

Junaly Dunadapat estudió Enfermería en Filipinas y ha ejercido en Dublín y en Nueva York. En urgencias, paliativos, geriatría… Pero cuando llegó a España (de donde es su marido) y se vio cobrando “cinco veces menos” por trabajos similares, decidió responder a una oferta para ser jefa de enfermeras de la empresa Care for Me en Marbella, especializada en clientes vip. “Una vez que están convencidos de que les ofreces la mejor prestación, no preguntan cuánto vale”, dice. Eso sí, es un servicio tan delicado que tiene que haber una conexión. “Si no la sienten, te lo van a decir enseguida, según entras por la puerta: ‘Lo siento, necesito a otra persona”.

Cuando los hijos de las familias son un poco mayores, también puede acompañarles un tutor a todas partes. Por ejemplo, el primer trabajo de Melissa Claire Harvey fue acompañar a una familia durante un año sabático dando la vuelta al mundo: Suiza, Canadá, el Amazonas peruano, Chile, Argentina (incluida la Patogonia y Perito Moreno), las Galápago, Australia, Japón... Su puesto, como el enfermera o de niñera, es muy delicado y a veces requiere una flexibilidad, tanto de funciones como de horarios, que ella ha aceptado con alegría en ese y otros trabajos a cambio de todo lo demás. “Con los niños muchas veces llegas a convertirte en una amiga, a veces también con los padres, pero siempre tienes que mantener cierta distancia profesional. Y también hay familias con la que no tienes esa relación tan directa, que eres su empleado, pero también está bien”. Todos sus trabajos como “educadora privada” (prefiere ese término) le han llegado a través de la agencia Tutors International, que se define en su página web como “una compañía en tutores privados de élite, especializada en tutorías privadas residenciales”.

La tutora

Melissa Clare Harvey ha dado clase en aviones, trenes, habitaciones de hotel y hasta en mitad de la selva. Inglesa de nacimiento y malagueña de adopción, ejercía en un colegio de Marbella cuando se le cruzó la oportunidad de acompañar a una familia en un viaje por todo el mundo. Fue seleccionada entre cientos de candidatos para enseñar durante un año a una niña de 5 y otra de 10; lo hizo en inglés, francés y español. “Fue algo único”. También ha sido tutora privada en Sudáfrica e Italia. Ahora, ocupada con su familia propia, da clases 'online', ofrece programas de educación en casa y está montando una consultoría de planes de multilingüismo para familias. Eso sí, si le surgiera una oportunidad para volver a trabajar como tutora privada con la que pudiera viajar con toda su familia, la aceptaría sin dudar, asegura.

Las agencias especializadas suelen ser la puerta de entrada casi ineludible para este tipo de empleos. Sirven de filtro de confianza para unos largos y exigentes procesos de contratación a los que se pueden llegar a presentar cientos de candidatos. Al final del camino está el cliente final, el superrico, que hace la selección definitiva, justo antes o una vez contratado. “A veces delegan, pero si cuando les ven no les gustan, piden que lo cambien y punto”, explica María Sancerni. En general, continúa, los servicios de seguridad funcionan en circuitos propios, con empresas especializadas. En estos casos, por más que se quieran anunciar, el boca a boca es lo que les hace sacar la cabeza.

Así lo admiten los madrileños David González y Alberto Torres, del estudio de interiorismo Portobello Street, que entre otras muchas cosas han construido un buen número de habitaciones secretas, del pánico y búnkeres. “Empezamos a hacer habitaciones del pánico cuando empezaron llegar a Madrid los millonarios latinoaméricanos. Vienen de una realidad violenta y están acostumbrados a tenerlas”, explica González. “Los clientes del este de Europa, sin embargo, lo que quieren en general son espacios en los que esconder cosas que nadie, por más que se esfuerzce, encuentre nunca si no sabe dónde está”, añade Torres.

Los diseñadores de habitaciones secretas

David González (izquierda) y Alberto Torres forman el estudio de interiorismo Portobello Street. En sus proyectos de construcción de habitaciones secretas, del pánico y búnkeres, han firmado acuerdos de confidencialidad. Por eso posan en el espacio secreto que crearon en la sastrería Pugil Store de Madrid. “Muchas veces, empiezan diciendo que quieren un sitio privado y les preguntas: una habitación del pánico, ¿no? Pues sí”, cuenta González. Otras veces sí quieren simplemente privacidad: “Hemos reproducido la habitación de Cincuenta sombras de Grey”, aporta Torres.

Son muchas las empresas —grandes, medianas y muy pequeñas— dedicadas a ofrecer sus servicios en este ámbito tan lucrativo como competitivo. Probablemente por eso es para ellos tan importante buscar constantemente vías de especialización en un entorno ya hiperespecializado. Por ejemplo, remozando servicios clásicos a la luz de nuevas ideas. Es el caso del lifestyle consulting (consultoría de estilo de vida), un concepto muy de moda pero que se utiliza, en realidad, para referrise a cosas muy distintas, a veces cercanas al ámbito del coaching —cómo mejorar tu vida desde el punto de vista del deporte, de la alimentación…—, otras, a experiencias vacacionales parecidas a las que ofrece Rebecca Nayler. E, incluso, al protocolo: “He trabajado con políticos extranjeros, miembros de familias reales e importantes profesionales del mundo de los negocios -hace poco, lo hice con un grupo de banqueros asiáticos- para ofrecerles una visión de la etiqueta occidental. También he formado al personal doméstico de personalidades importantes”, explica por correo electrónico desde Suiza Julia Esteve Boyd, que ofrece, entre otros servicios el de consultoría de estilo de vida. Isabel Talavera, por su parte, ha decidido aplicarlo al mundo inmobiliario, a través de su proyecto Absolutely Marbella by Isabel Talavera.

La consultora de estilo de vida

Isabel Talavera aplica el lifestyle advising al ámbito inmobiliario en Marbella. El concepto significa, en su caso, ayudar a buscar vivienda teniendo en cuenta qué estilo de vida se busca: más familiar, centrado en el deporte, el ocio… Tras años en Londres especializada en el segmento del lujo, tiene muy claras sus herramientas para tratar a clientes vip: “Personalización, exclusividad y diferenciación”, explica en el club de golf Westin La Quinta de Marbella.

Estos especialistas locales, a lo hora de comprar una casa, son una de esas figuras que se suelen sumar puntualmente a esas otras más o menos fijas que ya por sí solas, según el estudio de Morgan Stanley, llegan de media a la veintena. Entre unas y otras se acaba creando un entramado complejo y difícil de gestionar. Cuenta Juan de Dios Orozco López, CEO de La Escuela del Lujo, dedicada a formar todo tipo de perfiles que trabajan en el mundo del lujo y el protocolo, que en el ámbito anglosajón son los family office los encargados de gestionar esas complicadas redes. Aunque, según algunos expertos, en España se trata sobre todo de vehículos de inversión, los family office son básicamente las empresas creadas por las grandes fortunas para gestionar sus patrimonios y, en ocasiones, como dice Orozco, de atender todas las necesidades de la familia, sobre todo si su fortuna viene de muchas generaciones atrás y se han ido multiplicando los miembros a los que atender.

El asesor financiero

Carlos Heras es consejero delegado de Aspain 11, una firma madrileña especializada en family offices, los vehículos de gestión de las grandes fortunas. “No solo asesoramos su dinero, sino que tenemos en cuenta toda la estructura patrimonial y familiar para dar continuidad al patrimonio y seguir creciendo. Un family office es una entidad que lleva a toda la familia desde el punto de vista global, creando las estructuras, optimizando la fiscalidad y buscando productos especializados”, explica. La confidencialidad es capital en su negocio, añade mientras da la vuelta a todas las carpetas del despacho para que los visitantes no puedan ver ningún nombre.

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Sobre la firma

J. A. Aunión
Reportero de El País Semanal. Especializado en información educativa durante más de una década, también ha trabajado para las secciones de Local-Madrid, Reportajes, Cultura y EL PAÍS_LAB, el equipo del diario dedicado a experimentar con nuevos formatos.
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