No se pispan
¿Debe un dirigente mundial, cuando el mundo está patas arriba, comerse un helado de cucurucho en público? Quizá no. Queda frívolo, queda pueril, superficial, no sé. Todos parecemos un poco bobos cuando lamemos una bola de vainilla, pero a usted y a mí no nos mira nadie. Además, no somos responsables del desorden global, somos más bien sus víctimas. Es antiestético disfrutar de una chuchería delante de tus damnificados. Unos momentos antes, o unos segundos después, ahora no caigo, de que le sacaran esta foto, pero ya con la golosina en la mano, le habían preguntado a Biden por el alto el fuego en Palestina, asunto ante el que se mostró escéptico. El problema es que, mientras emitía su veredicto, sostenía el helado de tal modo que daba la impresión de utilizarlo como micrófono. Quizá, dada su tendencia al lapsus, pensó que estaba hablando para la radio. Yo, que carezco de responsabilidades gubernamentales, lo estaba viendo por la tele y no dejaba de enviarle mensajes telepáticos:
—Tira ese cucurucho a la basura, por Dios, ¿no ves las sonrisas de circunstancias de la gente?
Porque sus acompañantes no sabían qué hacer. Solo hay que fijarse en el gesto de la persona que se encuentra a su lado: mira con tozudez al frente para evitar el espectáculo. El caso es que el presidente de EE UU dio cuenta del micrófono, o del helado, sin prestarme atención. Estoy harto de corregir mentalmente a los políticos cada vez que me siento ante el telediario porque no escuchan. Es curioso que nosotros seamos capaces de leer su pensamiento y que ellos ni se pispen del nuestro.
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