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Jane C. Ginsburg, experta en propiedad intelectual: “No estamos preparados para aceptar la idea de que la máquina sea el autor”

Esta profesora de la Universidad de Columbia, hija de la jueza del Tribunal Supremo de EE UU e icono feminista Ruth Bader Ginsburg, reflexiona sobre los debates abiertos por la nueva tecnología

Jane Ginsburg, abogada estadounidense, el día 14 en la Casa de las Alhajas en Madrid, tras participar en unas jornadas organizadas por la SGAE.
Jane Ginsburg, abogada estadounidense, el día 14 en la Casa de las Alhajas en Madrid, tras participar en unas jornadas organizadas por la SGAE.Samuel Sánchez
J. A. Aunión

A finales del siglo XIX, en los albores de la fotografía, se produjo un fuerte debate sobre si lo que hacían los fotógrafos tenía autoría o no, ya que, al fin y al cabo, era una máquina la que producía la imagen. La cuestión llegó hasta el Tribunal Supremo de Estados Unidos, que decidió que, “aunque en la creación interviniera una máquina, la obra mostraba unas ideas en la mente del autor a las que se da expresión visible, por lo que no es solo una idea, sino también la forma de plasmarla”, explica Jane C. Ginsburg (Nueva York, 68 años), profesora de la Universidad de Columbia experta en propiedad intelectual. Lo hace cuando se le pregunta por los retos que plantea en su campo la inteligencia artificial (IA) generativa, esa maquinaria capaz de producir resultados nuevos, distintos, a partir de lo que ha aprendido. “La IA ha hecho que los abogados de copyright vuelvan a pensar en los principios básicos”, añade la jurista, hija de Ruth Bader Ginsburg (1933-2020), la mítica abogada defensora de los derechos de las mujeres y jueza del Tribunal Supremo de Estados Unidos. Ginsburg participó a mediados de marzo en unas jornadas organizadas en Madrid por la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) sobre el impacto de esas nuevas tecnologías inteligentes en la propiedad intelectual de las industrias culturales.

Siguiendo el hilo del ejemplo de la autoría del fotógrafo, ¿quién sería el autor de un producto salido de una IA generativa? ¿La persona que aprieta el botón?

¿Qué significa hacer una fotografía? ¿Es simplemente apretar el botón? En el caso original [que dirimió el Supremo estadounidense, sobre una famosísima foto de Napoleon Sarony a Oscar Wilde], el autor no apretó él mismo el botón: tenía un operador de cámara. Pero él había preparado la iluminación y todo lo demás [el escenario, la ropa, el atrezo, la postura…], lo que sugiere que el hecho de quién hace la foto no puede limitarse al mero acto de pulsar el botón.

Entonces, ¿con la IA habría que ver, caso por caso, quién es el autor?

Bueno, para empezar, con la IA generativa no hay que pulsar ningún botón. Hay instrucciones, y las instrucciones pueden ser más o menos específicas. La Oficina del Derecho de Autor [de Estados Unidos] está tratando de determinar en qué momento la intervención de la persona que da la orden es suficiente para superar la naturaleza aleatoria de los resultados. Hasta ahora, en ninguno de los casos que se han estudiado en los tribunales el autor ha sido capaz de demostrar que su acción tuviera una influencia determinante. Ahora mismo, el proceso es muy aleatorio. Incluso, con las mismas instrucciones, puedes obtener un resultado distinto cada vez.

¿Por el algoritmo?

Eso es. El algoritmo no funciona siempre de la misma manera. Hay mucha aleatoriedad. De hecho, si doy las mismas instrucciones un día después, obtendré algo diferente.

Entonces, al menos de momento, ¿esto significa que la máquina es el autor?

Bueno, no. Estamos diciendo que los procesos son demasiado aleatorios para que sea posible decir que el autor es el usuario. ¿Significa eso que el autor es la máquina? Tampoco. ¿Lo son las personas que programaron la máquina? ¿Las que obtuvieron los datos para entrenarla? ¿Las que crearon el modelo? En este caso, el problema es que ellos no tienen ni idea de cómo se van a utilizar esas herramientas. En ambos casos, el proceso es demasiado aleatorio, así que nadie puede ser el autor. Es diferente cuando uno y otro son la misma persona; por ejemplo, hay artistas que crean datos de entrenamiento y luego instruyen a la máquina para producir algo.

¿Estamos preparados para hablar de la autoría de una máquina o solo puede ser autor un ser humano?

Creo que no estamos preparados para aceptar la idea de que la máquina sea el autor. Sí estamos preparados para aceptar la autoría asistida por una máquina. Y eso existe desde hace mucho tiempo. Lo que intenta la Oficina del Derecho de Autor es que las personas que quieren registrar obras con algún componente de IA expliquen muy bien qué hicieron para que el resultado fuera el que fue.

Jane C. Ginsburg, retratada en Madrid.
Jane C. Ginsburg, retratada en Madrid.Samuel Sánchez

Todo esto se refiere al resultado final del proceso, pero en el otro extremo, en la parte de cómo se entrena la IA generativa, cómo “aprende” la máquina, con qué materiales, también hay un gran conflicto. The New York Times ha demandado a OpenAI (creadora de ChatGPT) y Microsoft (su matriz) por haber utilizado millones de sus artículos para entrenar chatbots que ahora compiten con el diario. ¿Cómo cree que acabará esta demanda?

Bueno, creo que detrás de la demanda hay un proceso de negociación. En todo caso, la demanda en sí probablemente tenga la mejor redacción hasta ahora [en estos casos], porque en los anteriores los demandantes no pudieron demostrar que las máquinas les copiaban. Pero el Times sí lo ha dejado muy claro. Ahora, la controversia se da en torno a que solo una parte muy pequeña de los resultados que produce la máquina se pueden considerar una copia [como respuesta a algunas preguntas, ha ofrecido textos exactos a los del diario]. Pero creo que eso da igual, porque queda claro que todo ese material fue copiado desde el principio para el entrenamiento.

Entonces, ¿el problema es que los datos para entrenamiento de la IA se obtuvieron sin permiso?

Yo creo que sí. Pero hay quien no está de acuerdo, porque aseguran que no importa, que si estás haciendo copias de contenidos que están disponibles en internet lo que debería contar no es la entrada, sino la salida. Que si copias obras para aprender cómo es un cuadro de Miró, y lo que produces no es una copia, sino una imagen inspirada en Miró, eso no infringe los derechos de autor. Y, por tanto, si el resultado no infringe, el origen quedaría también excusado. Eso es lo que argumentan, pero obviamente no está claro. Sin contar además que también hay un problema de adquisición ilícita.

¿Y no se podría argumentar que eso es lo que ha hecho siempre el ser humano? Esto es, crear cosas nuevas a partir de todo lo que sabe, construido a partir de todo lo que ha escuchado, visto y leído, buena parte de lo cual, evidentemente, goza de derechos de autor.

Rechazo esa analogía. Porque un ser humano no es una máquina. Estas máquinas hacen copias, pero no una, sino a una escala muy muy grande. Y creo que es una diferencia significativa. Por ejemplo, si eres un estudiante de arte que mira Las meninas porque quieres estudiar a Velázquez y hacer tus propias variaciones sobre el cuadro, puedes hacer bocetos. Nadie va a considerar que eres un infractor de los derechos de autor por hacer tus bocetos privados de estudio. Pero estos sistemas lo están haciendo de forma masiva.

¿Todos los productos salidos de estas máquinas son copias?

¿Se refiere al resultado?

Sí.

El resultado puede o no ser, literalmente, una copia, como vimos con The New York Times. Puede ser una copia alterada, como ha ocurrido con fotos de Getty Images. O puede ser realmente una nueva creación basada en lo que el sistema ha aprendido. Hay muchas fotos de botellas y la máquina puede generar la imagen de una que puede no estar copiada o, al menos, puede no tener nada reconocible en ninguna otra imagen fuente, porque ha visto antes cientos de botellas que le permiten hacer su propia representación. Creo que a los defensores de la IA y a los empresarios les gustaría que creyéramos que todo lo que hace el sistema es como esa botella, que la máquina simplemente está aprendiendo y generando de forma nueva e independiente una imagen o palabras o música que no es sustancialmente similar a ninguna de las obras fuente. Y eso puede ser cierto a veces, pero no parece serlo todo el tiempo.

Entonces, ¿habrá que ir caso por caso para ver si es así?

Bueno, eso depende. Si tu análisis de los insumos gira en torno a los resultados, sí, habrá que ir caso por caso. Pero olvídate del resultado; es la copia en la fase de entrada lo que constituye una infracción independiente. Y el hecho de que los resultados sean o no ilegales no oscurece el hecho de que ya existe un mercado de licencias de datos de entrenamiento [a los que las empresas pueden recurrir para obtenerlos de forma legal; de hecho, OpenIA, creadora de ChatGPT, ya ha llegado a acuerdos con varias empresas informativas].

Pero si no está clara la autoría, ¿quién está haciendo la copia?

Por el lado de la entrada, es una pregunta más fácil que por el lado de la salida. En el primer caso, es probable que el empresario que está reuniendo los datos de entrenamiento es el que copia. En el lado del resultado es más difícil porque, en primer lugar, usted puede tener un montón de gente diferente pidiendo resultados. ¿Consideramos que pueden ser responsables por pedir un producto, o por el sistema que hizo posible que el usuario pidiera un producto infractor? Y la respuesta a ambas puede ser sí, pero es más complicado.

¿Cree que la recién aprobada norma europea sobre la IA va a aclarar algunos de estos puntos oscuros?

No lo sé, no he estudiado el texto.

Obliga a las empresas, por ejemplo, a publicar resúmenes detallados de los contenidos utilizados para la formación.

La obligación de transparencia me parece muy importante, algo a lo que por cierto se están resistiendo en Estados Unidos.

Dejando por un momento a un lado la parte legal, ¿le dan miedo algunos de los cambios que la IA puede traer consigo? Por ejemplo, creo que hay actores en su familia, ¿les da miedo quedarse sin trabajo?

Bueno, mi hijo hace muchos trabajos de voz, y creo que son este tipo de actores los que están más en peligro. De hecho, mi hijo ha intentado organizarse con los compañeros del sector para asegurarse de que no firmen nada en sus contratos que autorice al productor a hacer con su voz cosas distintas al trabajo para el que han sido contratados. A los actores les preocupa que los productores de cine y de discos quieran hacer algo más que reconstruir sus voces como medida de emergencia; les preocupa que las réplicas simplemente los reemplacen. De eso iba la huelga de actores y guionistas del último año.

¿Los profesionales de industrias creativas deben tener mucho cuidado con lo que firman en sus contratos?

Sí.

¿Y permanecer en alerta en los próximos 5, 10 años?

Sin duda. Y deberían revisar también los contratos que ya han firmado.

Tres generaciones de mujeres dedicadas al derecho: Jane C. Ginsburg, junto a su madre, Ruth Bader Ginsburg, y su hija, Clara Spera, en la boda de esta última.
Tres generaciones de mujeres dedicadas al derecho: Jane C. Ginsburg, junto a su madre, Ruth Bader Ginsburg, y su hija, Clara Spera, en la boda de esta última.George Spera (Álbum familiar)

¿Le importa que le haga algunas preguntas sobre su familia, sobre su madre?

Bueno, puede preguntar y veré si contesto.

En un entorno familiar como el suyo, es fácil imaginar por qué se interesó usted por el derecho. Pero, a la vez, dados los logros de sus padres en ese campo [no solo por los de su madre, pues su padre fue abogado especializado en derecho fiscal y enseñó en numerosas universidades], no parece una decisión fácil. ¿Cómo fue?

En cierta medida, por falta de oportunidades en otras áreas, pero también porque el derecho es interesante. Y me dediqué a un área del derecho en la que ninguno de mis padres había trabajado.

¿Le importa que le haga algunas preguntas sobre su infancia?

Quizá mejor puedes hacer preguntas de otro tipo.

De acuerdo. ¿Sobre los derechos de las mujeres?

Veamos.

Su madre tuvo que superar muchos obstáculos para triunfar en un campo, el derecho, dominado mayoritariamente por hombres. Supongo que usted también tuvo que superar algunos. ¿Cree que las mujeres siguen teniendo que superar obstáculos para triunfar en sus carreras que los hombres no?

Sí. No estoy segura de que haya mucha diferencia entre mi experiencia y la de mi hija [Clara Spera, también abogada]. Sin duda, es muy diferente a la de mi madre. Cuando ella empezó Derecho, creo que era una de las nueve mujeres de una clase de 500 hombres. Cuando yo empecé éramos alrededor de un 25% de mujeres, y cuando empezó mi hija, alrededor de la mitad. Así que ha habido progresos en ese sentido. Mi madre tuvo muchas dificultades para que la contrataran por ser mujer, madre y judía, pero también solía decir que, en algunos aspectos, el cierre de tantas puertas le llevó a abrir otras que quizá no habría probado si se hubieran abierto las primeras. Su buena amiga y colega Sandra Day O’Connor, que fue la primera jueza del Supremo, solía decir que si las mujeres hubieran tenido más oportunidades en aquellos tiempos, probablemente las dos serían socias jubiladas en bufetes de abogados y no juezas del Supremo. No estoy sugiriendo que sea una buena idea limitar las oportunidades de las mujeres con la esperanza de que unas pocas lleguen a la cima por un camino tortuoso. Pero creo que su experiencia fue ciertamente diferente de la mía, pues muy pocas veces he sentido que me estaba quedando fuera de un trabajo por ser mujer. Y creo que mi hija tampoco. Pero en el ámbito en el que son terribles los bufetes de abogados —y de hecho la sociedad americana en general— es en el de la conciliación. Y, por desgracia, las mujeres siguen siendo las principales responsables del cuidado de los niños. Eso significa que en mi época, pero también en la de mi hija, las mujeres han tenido que hacer una doble jornada laboral: en el trabajo y luego en casa, cuidando a los niños, probablemente cocinando… Y no se trata solo de la abogacía, creo que es la sociedad en general. Es un gran problema que, particularmente en Estados Unidos, no tengamos ningún tipo de sistema racional o asequible para el cuidado de los niños.

Aparte de los problemas de conciliación, ¿es la situación de la mujer en Estados Unidos peor que hace 5 o 10 años?

Bueno, sí, es mucho peor desde que [en junio de 2022] el Tribunal Supremo anuló Roe contra Wade [el pleito que en 1973 sentó el precedente legal para aceptar la interrupción voluntaria del embarazo] y privó a las mujeres de autonomía, ya que en diferentes Estados se ha prohibido el aborto. Es verdad que, hasta cierto punto, eso ha creado un despertar político, lo cual es, supongo, algo bueno, pero es malo que haya tenido que ocurrir en este contexto.

¿Cree que tiene que ver con la llegada de Donald Trump, no solo a la Casa Blanca, sino a la primera línea de la política?

No. Hay una situación muy mala en muchos Estados. Yo vivo en Nueva York, donde una mujer no está obligada a tener un hijo si no quiere. Pero en muchos otros Estados eso no es así. Y ahora hay un nuevo desafío en el Supremo que podría poner las cosas muy muy mal. [El tribunal] tiene que dirimir sobre la decisión de un juez de Texas que sostuvo que la Administración de Alimentos y Medicamentos se equivocó al aprobar el uso de una de las píldoras abortivas más utilizadas en todo el país. Y si el Supremo confirma finalmente la decisión de los tribunales inferiores en ese caso, limitará enormemente su uso en todo el país. Esta decisión tiene, de hecho, mayor trascendencia que la del aborto —y no es que el aborto sea un tema menor—, porque desafía la autoridad de las agencias administrativas federales, algo totalmente distinto, ya que, además de los derechos de la mujer, afecta a la propia estructura del Gobierno de Estados Unidos.

Uno de los candidatos a la presidencia de EE UU en las elecciones de este año se enfrenta a varios juicios por delitos graves. ¿Cree que el sistema judicial va a salir perjudicado de alguna manera?

Creo que no soy competente para responder a eso. Ya veremos.

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Sobre la firma

J. A. Aunión
Reportero de El País Semanal. Especializado en información educativa durante más de una década, también ha trabajado para las secciones de Local-Madrid, Reportajes, Cultura y EL PAÍS_LAB, el equipo del diario dedicado a experimentar con nuevos formatos.
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