La perfumista más sorprendente revoluciona la marca más deseada
Nuria Cruelles es la primera mujer perfumista de Loewe. Hizo Químicas y es enóloga, así que habla de los perfumes como si fueran vinos o joyas. No es fiel a ninguno, cambia y se cansa rápido. Solo se le resiste un ingrediente: la pimienta de Sichuan.
De niña, Nuria Cruelles (40 años) coleccionaba perfumes, frascos llenos y vacíos, sin criterio alguno. No sabía que crear fragancias era una profesión y se llevó un disgusto cuando supo que si quería ser perfumista debía estudiar Químicas. “Aquello me impactó, yo quería ser arquitecta como mi padre, que ha trabajado mucho el hierro y hace unas estructuras muy bonitas”, dice.
Pero a los 17 años acabó matriculada en Químicas. Sus primeras prácticas fueron en una gran multinacional, International Flavors and Fragrances (IFF), al lado de su pueblo. Otra sorpresa. “Empecé a descubrir un sinfín de notas olfativas que desconocía. Por ejemplo, el musgo en el campo huele de una manera, pero como materia prima en perfumería es un olor maravilloso”. En el departamento técnico aprendió que el perfume estaba vivo y eso que suena tan bien no es siempre una buena noticia. “Son como los vinos, interactúan, cambian de color, evolucionan, sus moléculas se oxidan y caducan, se van enranciando”, explica.
Lo de Cruelles ha sido, aparentemente, llegar y besar el santo. Y lo ha hecho en un mundo de grandes apellidos: familias de cinco generaciones de perfumistas con pedigrí de Grasse que dominan el mercado. Ella, hija de su madre y de su padre, nacida en un pueblo catalán, es la perfumista inhouse de Loewe, la marca más deseada del mundo (The Lyst Index).
“Es cierto que es difícil entrar a este mundo si no tienes un nombre. Sin embargo, tengo compañeros que se quejan porque hagan lo que hagan siguen siendo los hijos de. Les ha servido para entrar a un mundo muy cerrado, pero hay mucha gente que quiere liberarse de esto porque, o eres muy bueno y disruptivo, o siempre vas a ser el hijo de”.
También es un mundo de hombres. Nuria es una rara avis. “Eso es curioso, las mujeres tenemos una sensibilidad más alta que los hombres porque venimos de recolectar frutos. Tenemos toda la información genética de quien ha olido durante siglos la comida para reconocer si un producto está en mal estado. Lo viví durante el embarazo; mi potencial olfativo se disparó, vivía todo en cuatro dimensiones”, cuenta. Durante su embarazo, Nuria creó Loewe Earth y Paula’s Ibiza Eclectic.
Antes de entrar a Loewe, había trabajado en Inglaterra, Irlanda, Suiza, Miami y Dubái. Conocía bien la cultura saudí, y eso es un valor para la industria. “Allí se trabajaba mucho el oud, ahora está de moda pero en 2010 era poco conocido en Europa”, recuerda. Se atrevió a utilizar la rosa en perfumes de hombre—todo un sacrilegio en el mundo occidental que ahora empieza a dejar de serlo—, y aprendió todo lo que sabe del arte del layering (mezclar fragancias). “El perfume está en el centro de la cultura árabe y se atreven más, tienen sus recetas secretas de mezclas de fragancias que pasan de padres a hijos. Las familias tienen un olor único”.
Los noses —narices— de las grandes marcas estaban en la sombra. Su alumbramiento es parecido a lo que pasó en la gastronomía con los chefs cuando se abrieron las cocinas. “Ahora se nos ha empezado a poner en primera fila, pero antes la gente creía que los perfumes salían de un cacharro o que era el propio diseñador de moda de la casa quien en sus ratos libres se ponía a fabricar fragancias”.
Una de sus misiones en Loewe es reinterpretar los clásicos. “Las nuevas generaciones están descubriendo fórmulas clásicas y muchas marcas están relanzando perfumes con notas de gardenia, tuberosa o jazmines. Vuelven las estructuras fougère del siglo XIX que son los perfumes de nuestros abuelos, con bergamota, lavanda, pachulí o vetiver. Mi manera de crear es coger ingredientes clásicos y llevármelos a lo contemporáneo, y estoy viendo que la tendencia también va por ahí”.
Es el ejercicio que ha hecho Nuria con Solo Vulcan, uno de los lanzamientos de primavera. “Cumple 20 años, en su momento fue un fougère revolucionario porque introdujo las especias, no solo lo aromático, la madera y el haba tonka. Y yo quería conseguir esa estructura con ingredientes más tecnológicos; entonces, en lugar de utilizar la lavanda cambié a la Salvia sclarea, que le da un ángulo diferente, brilla de otra manera. Es el Solo de siempre pero más fresco”. Agua Drop, la otra novedad de la temporada, le costó un año y medio de trabajo. “Quería hacer un eau de cologne sin cítricos y no salía. Era el proyecto No. Al final, mezclé absenta con otro ingrediente y me empezó a gustar. Lo terminé en seis meses cuando le puse un acorde que es un animalizado brutal”.
Volar y aterrizar, así define su proceso. “Soy un caballo a toda velocidad pero siempre tengo cerca a una persona con los pies en la tierra. Si quiero hacer una vela de champiñón [colección Home Essence], vuelo, pero luego le añado una nota amaderada, elegante, y aterrizo.
—¿Cuál es el misterio sin resolver de los perfumes?
—Que todo lo que huele horrible queda fenomenal en una fórmula. No sé cuál es el misterio. Lo que huele bien quiere protagonismo y desequilibra la fórmula.
—¿El peor olor que recuerda?
—La primera vez que olí la civeta en un panel me quise morir. Era una nota animal, mantequillosa, desagradable. No me lo esperaba, pero me enamoré porque cuando lo pones en una fórmula da textura, redondez y confort.
—¿Qué ingrediente se le resiste?
—La pimienta de Sichuan. Tiene como 30.000 facetas y una nota de pomelo que parece fácil pero cuando entra en una fórmula la destroza, es indomable. Me gustaría algún día poderlo ensalzar, pero no se deja.
—¿Cómo lleva que le copien alguna fragancia?
—Desgraciadamente, nuestro sector no es como la industria farmacéutica. No podemos patentar una fórmula porque tiene vida y va cambiando: se oxida, se reduce, un alcohol pasa a aldehído, un natural pierde sus propiedades. Por un lado, te molesta la copia, por otro sientes orgullo de que se hayan fijado en una de tus creaciones, y dices: “¡Wow, hemos creado una tendencia!”. Significa que algo funciona. También creo que una inspiración nunca va a tener las facetas del original porque aparte de las moléculas propias de la casa, la calidad de los ingredientes es difícil de replicar.
—¿Alguna pista para reconocer una fragancia de calidad?
—Un buen perfume viste, la gente pregunta, acompaña como una joya. Uno se siente elegante. Con algunos perfumes se podría ir desnudo porque envuelven.
—¿Es fiel a algún perfume?
—Antes sí; ahora estoy pasada de vueltas. Lo pruebo todo, lo nuestro y la competencia, y tengo que reconocer que me canso pronto.
Nuria Cruelles va por la vida con los bolsillos y los bolsos llenos de muestras con mil mezclas de presuntas fragancias que va probando en el coche, en la casa, en la oficina. “¿Sabes cómo decido? Cuando llego a casa dejo la camisa colgada, y al día siguiente si paso y aquello huele bien, eso es. Cuando tengo que decidir entre dos perfumes que me gustan lo hago así porque uno no se huele a sí mismo. Tengo que ver cómo evoluciona 24 horas después. Si todavía me enamora, ahí es”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.