La herida inacabable
Mujeres violadas como botín de guerra, mutiladas genitalmente, encerradas en Burkas... ¿Qué les pasa a estos hombres?
Las mil y una noches es uno de esos libros-mundo en donde cabe todo. Un texto en el que te podrías quedar a vivir. Sus 3.000 páginas escritas colectivamente a lo largo de casi un milenio son un espejo de lo humano, de manera que además de amor y humor, épica y lírica o reflexión moral e ingenio, hay una cantidad considerable de crueldad. Por ejemplo, a los ladrones les cortan las manos y luego cauterizan el muñón con aceite hirviendo, y los visires pueden ser crucificados por cualquier nimiedad. Pero con las mujeres es el acabose. Por todas partes las degüellan, patean, apalean, narcotizan, azotan, esclavizan, raptan y, cómo no, violan de manera habitual. Es esto, lo habitual de esa violencia, la normalidad con la que el libro la expone, lo que nos da una idea de la inacabable herida que ha supuesto ser mujer a lo largo de la Historia. Víctimas de tanto durante tanto tiempo.
Pero en Las mil y una noches también hay partes muy feministas. El gran Juan Vernet, arabista y traductor del libro, sostenía que esos fragmentos eran cuentos originados en Indochina, un país de cultura más matriarcal. Yo creo que además, y sobre todo, deben de ser textos escritos por mujeres, como tantas otras obras anónimas de la literatura universal. Y así, estoy convencida de que detrás del bellísimo cuento-marco de Las mil y una noches hay una mano femenina. Recordemos la trama: Sah Zamán, rey de Samarcanda, descubre que su mujer lo engaña con un esclavo y, tras ejecutarlos a los dos, se va a visitar a su hermano mayor, Sahriyar, rey de las islas de India y China, en cuya corte descubre que su cuñada también es infiel. Anonadados, los dos hermanos se van a vagar por el mundo. En una playa ven a un efrit, un genio maligno, con un baúl en la cabeza. El efrit abre el baúl, del que sale una mujer bellísima, y se echa a dormir. Entonces la dama descubre a los dos reyes y los “obliga” a hacer el amor con ella, so pena de despertar al genio. Después coge sus anillos y, tras añadirlos a un collar en el que ya hay 570 sortijas, explica que el efrit la ha raptado y la mantiene prisionera, pero que ella se venga haciendo el amor con todos los hombres que encuentra. Los reyes se quedan horrorizados, pero no porque el genio haya secuestrado y viole a su capricho a la joven, sino porque ella es una mala redomada y perversa. En consecuencia, Sahriyar regresa a su corte odiando a las mujeres de tal modo que, tras ejecutar a su esposa y su amante, decide desflorar todas las noches a una virgen y degollarla al amanecer. En esta atroz rutina se pasa tres años, hasta que apenas quedan doncellas en el reino. Entonces Sherezade, la inteligentísima hija del visir, se ofrece voluntaria. Lo demás ya se sabe: los hermosos cuentos que inventa la muchacha atrapan de tal modo al rey que no la mata. Tras pasar mil y una noches de conversación y tener tres hijos, Shariyar se ha enamorado de ella y Sherezade, además de convertirse en la patrona de los escritores, ha conseguido curar el espantoso instinto asesino del rey, su misoginia criminal y patológica.
Que es la misma atroz patología que tantos hombres han mostrado a lo largo de los siglos. Sé bien que la mayoría de los varones no son así, pero en determinadas épocas y culturas han sido y son silenciosos y pasivos cómplices, y en cualquier caso el volumen de los enfermos misóginos es históricamente demasiado elevado como para no horrorizarse. Mujeres violadas como botín de guerra, mutiladas genitalmente, encerradas en burkas, carentes de derechos. ¿Pero qué les pasa a esos hombres? ¿Cuál es la dolencia que abrasa sus cerebros? ¿Por qué este odio salvaje e incomprensible? Todos ellos nacieron de vientre de mujer, y sin embargo han ido perpetuando la inacabable herida. El ensañamiento demencial de Shariyar. La absurda y feroz enemistad de género. No lo entiendo. He pensado en todo esto, una vez más, al ver esas imágenes brutales del tipo que agredió a una decena de mujeres en el metro de Barcelona. Y al que, por cierto, los mossos dejaron en libertad al principio (otra cosa también inexplicable). Ojalá la magia de Sherezade pudiera curar a esos tarados. Pero creo que sería más eficaz que los muchos hombres de corazón blanco que hay en el mundo asumieran como suya, porque lo es, la causa de detener a Shariyar. De educar y neutralizar a los energúmenos. Os lo pido, os lo ruego.
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