La historia de los ocho artesanos que ayudaron a crear la colección más española de Dior
Un virtuoso del cuero, una artista de los mantones, una sombrerera... Hablamos con los artesanos que han colaborado en la colección crucero de la casa francesa
La vivienda de María Ángeles Vila Tortosa (Valencia, 1978) en Roma se divide entre una planta baja, donde exhibe sus obras, y una buhardilla, donde pinta y trabaja la mayor parte del día. Entre los cuadros apilados se incluyen dibujos sobre vírgenes vestales de la antigua Roma, el cuerpo femenino y porciones de imágenes del pasado, que altera para traer al presente. Hizo falta una sola visita para que Maria Grazia Chiuri, directora creativa de Dior, se quedara prendada de ellas y le ofreciera un encargo específico. “Fue escaneando los pasillos del estudio y en un punto se paró y dijo que si podía trasladar mi mundo a Carmen Amaya. Le pregunté si aquel era el punto de partida y respondió que era, más bien, el destino del viaje”, exclama riendo la artista valenciana. Entonces solo podía intuirlo, pero, meses después, una obra suya con La Capitana zapateando bajo la palabra “Fuego” sería la elegida para el desembarco de Dior en Sevilla con su colección Crucero 2023. Un hito que supone la primera oportunidad para España como anfitrión de un desfile internacional y que, el pasado 16 de junio, se materializó en un espectáculo sin precedentes en la histórica plaza de España ante la atenta mirada de casi un millar de personas. “Lo más interesante fue ver cómo, lejos de quedarse en lo superficial, la firma abrió sus puertas a una comunidad de artistas para trabajar mano a mano con ellos”, razona. Ella es uno de los ocho afortunados que vieron su trabajo plasmado en los 110 conjuntos que recorrieron una plaza de España cubierta de flores rojas, desfilando al compás de la Orquesta Bética de Cámara haciendo sonar la música del compositor español Alberto Iglesias.
Uno de esos protagonistas es Daniel López-Obrero (Córdoba, 1972), virtuoso del cuero nacido entre artistas. Su abuelo Ángel, pintor ligado a las vanguardias cordobesas, se exilió a Francia como republicano tras la Guerra Civil y en 1958, tras unos años en Barcelona, estableció junto a su mujer el taller Meryan, especializado en cuero, que hoy regenta su nieto. “Hemos hecho todo tipo de proyectos, desde forrar el cuero de una serie de trenes Talgo hasta un castillo entero en el valle del Loira, en el centro de Francia. Y aunque seguimos fiel a lo que sabemos hacer, los tiempos modernos han forzado a buscar ideas modernas”, cuenta Daniel, que se unió al negocio familiar en 1996. A mediados del pasado marzo, el equipo de Dior llamó interesándose por las técnicas del guadamecil —basada en el pan de oro o plata para cubrir el cuero— y el cordobán, un tinte a base de sustancias vegetales. “Semanas después, Maria Grazia nos visitó y se quedó prendada de un mapamundi grabado”, cuenta. Su trabajo acabó transformado en un cofre y varios bolsos que interpretó el artista romano Pietro Ruffo, habitual de la casa. “A largo plazo, habrá un antes y un después”, asegura.
Fue una relación a distancia similar a la que Dior entabló con María José Espinar (Sevilla, 1966), tercera generación de mujeres dedicadas a la creación del mantón de Manila, ese invento chino tan español: un lienzo cuadrado de seda decorado en colores vivos con flores, pájaros o fantasías, y rematado en todo su perímetro por flecos. “Mi abuela, Inés Díaz, montó uno de los primeros talleres que los bordaban desde Sevilla, tras siglos de venir desde China, y hacia los años setenta mi madre vio que se estaba perdiendo la esencia de esta pieza. Se puso a enseñar a otras mujeres e introdujo nuevos colores y sedas para modernizarlo”. En el mismo taller que madre e hija regentan desde hace 45 años en Villamanrique de la Condesa, un municipio sevillano de apenas 4.500 habitantes, recibieron la visita de Chiuri y su equipo a mediados de marzo y comenzaron a trabajar en la toquilla blanca y negra que la modelo Freja Rothmann llevó para abrir el desfile. “Para nosotras fue un honor, pero para Sevilla más aún. No recuerdo un día tan importante para la ciudad en los últimos años”, cuenta orgullosa. Una opinión que el propio presidente y CEO de Dior, Pietro Beccari, secundó a El País Semanal al terminar el desfile: “Esta colección formará parte de la historia de la marca y de la moda. Es lo que va a quedar de Sevilla en nosotros”.
Con guiños al folclore español o la cultura ecuestre, la alianza que ahora aterriza en las tiendas de Dior ofrece también guiños y homenajes al legado de la firma. Los hay brillantes, como el repujado de las joyas de Orfebrería Ramos, inspiradas en la rosa de Granville que tanto adoraba el fundador de la casa parisiense, Christian Dior (1905-1957), o cargados de historia, como la colaboración con Abanicos Carbonell —casa valenciana fundada hace 162 años que hoy lidera Paula Carbonell, nieta del fundador— o los sombreros de Fernández y Roche que Jacqueline Kennedy y la duquesa de Alba llevan en una foto tomada en la Feria de Abril de 1966. “Aquella foto hizo que Stephen Jones —creador tras la sombrerería de Dior desde hace 26 años— comenzara a investigar en los productos típicos andaluces y que se topara precisamente con la empresa que había fabricado los sombreros de la imagen medio siglo atrás”, revela Enrique Fernández, actual presidente de la sombrerería que lleva su apellido.
El nexo de sus proyectos es, sin duda alguna, la pasión por un oficio que a algunos les llegó por otras vías. Es el caso de Jesús Rosado (Écija, 1970), un creador y bordador que descubrió su pasión por la costura como aprendiz de las monjas filipenses de Écija, en el valle andaluz del Genil. “Aunque estemos ligados al arte sacro, me gusta pensar que esta alianza ha demostrado las posibilidades que tiene el bordado tradicional en la cultura contemporánea”. Algo similar le ocurrió a Javier Menacho (Sevilla, 1987) que empezó como guarnicionero reparando sillas de montar y cabezadas para caballos, pero pronto exploró vías alternativas. “Viendo la demanda que había, pero también la competencia, exploré otras vías para nutrirme y desarrollarme, y empecé a elaborar bolsos con las técnicas que ya conocía”. Así trazó un estilo particular que consistía en bordado sobre cuero y que ha plasmado en las versiones de los bolsos Lady Dior y Saddle, dos de los modelos más célebres de la casa francesa, que llegó a requerir 146 puntadas. Menacho recuerda cómo el día que Dior subió a Instagram un vídeo con su trabajo se produjo una lluvia de seguidores, pero pone el énfasis en la importancia de lo que ocurrió en Sevilla el pasado 16 de junio: la celebración de la artesanía local. “Es una de las señas de identidad más esenciales de España, y cada oficio que se pierde es una derrota para nuestra cultura”.
Créditos de producción
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