Un agujero invisible
Da la impresión de que Cristina Fernández de Kirchner todavía no ha visto la pistola. De otro modo, no sonreiría, si lo que hace es sonreír, que parece que sí. No se sabe observada por el ojo nervioso del arma. Tardará unas décimas de segundo en hacerlo y a continuación escuchará quizá el clic metálico del gatillo al ser accionado. Durante ese tiempo mínimo quizá vea salir la bala invisible del cañón, tal vez sienta que le atraviesa el rostro sin producirle daño. Es posible que en su imaginación vea el agujero negro que el proyectil ha dejado en su cara. Y, a continuación, la sorpresa de tener nariz, de tener boca, dientes, lengua, de estar con vida incluso.
Me pregunto cómo se sobrevive a una experiencia de tal envergadura. Durante cuánto tiempo la víctima de semejante atentado fallido caminará por la calle, por el mundo, con ese agujero imaginario abierto en la mitad del rostro. ¿Cómo es posible, se preguntará, que los demás no lo vean? Hay pocas cosas más crueles que los fusilamientos falsos, porque resultan falsos sólo a medias. Las balas impalpables dejan en la piel agujeros invisibles, invisibles como el sufrimiento psíquico, como el dolor mental, de los que tanta gente descree porque no saltan a la vista.
El disparo que está a punto de no suceder en esta foto ha sido portada de todos los periódicos del mundo porque algunas cosas de las que no suceden tienen más importancia que las que ocurren. Seguramente, la mayoría de los espectadores de los telediarios, yo entre ellos, vimos salir la bala y cerramos los ojos, espantados, como si nos dispararan a nosotros.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.