Mai Meneses (Nena Daconte): “Necesitaba quitarme todas esas caretas y que la gente se acercara a quien soy de verdad”
La que fuera ‘alma mater’ de Nena Daconte, revela en su libro de memorias ‘Tenía tanto que darte’ el misterio de un grupo injustamente recordado por muchos como banda de un solo ‘hit’. Un grupo musical que se esfumó de forma tan abrupta como meteórico fue su éxito.
“Tenía tanto que darte. / Tantas cosas que contarte. / Tenía tanto amor guardado para ti”. Probablemente todo aquel que tuviera entre 15 y 50 años en 2008 sea capaz de canturrear este estribillo sin pestañear. Una sonora magdalena de Proust en toda regla. Aquel año se editaba Retales de carnaval (Universal Music), el segundo álbum de un grupo llamado Nena Daconte, formado por la compositora Mai Meneses (Madrid, 44 años) y el productor Kim Fanlo (Barcelona, 43 años) y que llegó a ser disco de platino y uno de los más vendidos del año. No había bar en el que no sonaran, emisora en la que no los pincharan o lugar en el que no tocaran. “Desde la Tomatina de Buñol hasta los sanfermines de Pamplona, desde las Fallas de Valencia hasta la feria de Málaga. Todo, lo hicimos todo. En torno a las 5.000 personas en casi todos los conciertos, si no más”, recuerda en su libro.
El álbum anterior, He perdido los zapatos, lo fue de oro y también entró directo a las listas de mejores ventas de 2006. Poco después, en agosto de 2010, Meneses y Fanlo se separarían sin dar muchas explicaciones. La marca Nena Daconte continuó, pero ya solo con Meneses al frente, provocando toda clase de rumores, suposiciones y comentarios maledicentes. Doce años después, ella ha querido contar su versión de los hechos y lo hace en formato libro. Tenía tanto que darte (Plaza & Janés) sale el 15 de septiembre y lo ha bautizado, sí, como esa canción que fue, en cierto modo, el principio del fin y que resume el sentimiento agridulce tras la separación: haberse quedado sin darle a su público todo lo que ella hubiera deseado. Porque pocas cosas peores para un grupo en activo que ser considerado one hit wonder. “En realidad, cuando lo pienso seriamente me digo que, aunque fuera cierto lo de tener un solo éxito [y no lo es; ahí están ‘Idiota’, ‘El Aleph’ o ‘En qué estrella estará’, sintonía de la Vuelta Ciclista a España en 2006], ya forma parte de la historia del pop de este país. ¿Qué más quiero? Tengo que estar contentísima. Por eso me he reconciliado con la canción: le estoy agradecida”, cuenta Meneses en su casa de un barrio residencial de Madrid cuyo interiorismo es obra suya, una de las múltiples actividades que ha desempeñado cada vez que decidía que la música le hacía demasiado daño, que era como dice en el libro su “kriptonita”.
Una kriptonita que parece haber neutralizado definitivamente: “Necesito las canciones. Sin ellas no soy capaz de conectar con la gente, ni con mis propios sentimientos. Cuando estoy medio rara, cojo la guitarra, empiezo a componer y ya sé lo que me pasa. Estoy feliz. Mi relación con la música es, por fin, estable”. Tanto como para que en marzo se edite Casi perfecto en el sello Subterfuge, un disco que tira de referentes de la artista: “Pop-rock muy cañero, rollo años noventa”. Una proeza para una industria en la que, asegura la compositora, es complicado seguir siendo mujer y mayor. “¿Quiénes están? Luz Casal, Christina Rosenvinge, Eva de Amaral, Ana Belén… En cambio, hombres hay muchos. Ellos sí pueden envejecer. Nosotras enseguida pasamos a otro mercado. Un mercado inexistente”, lamenta Mai Meneses.
Este libro quizás ha contribuido a dejar atrás todas esas idas y venidas con la música que la han llevado a emular el estilo nómada de sus padres y a vivir mil vidas: desde paisajista, interiorista, abogada, arquitecta frustrada, casi conductora de la furgoneta de M-Clan (“ahora cuando me encuentro con algún miembro de M-Clan, me recuerdan como Nena Daconte, ¡no como la groupie que era!”) o invocadora de lluvias (“he dejado de hacerlo, ¡era un lío enorme!”). Una escritura que, en definitiva y según ella misma confiesa, ha tenido mucho de terapia. “Quería saber quién soy. Un día me levanté y me dije: ‘Necesito poner orden, saber cómo he llegado hasta aquí, cuál ha sido mi bagaje cultural y vital, cuáles han sido mis experiencias’. No tenía la intención de meterme con nadie. Quería crecer con este libro. Opino que, en la vida, lo que te acaba pasando es responsabilidad tuya. Esto tiene muchos matices obviamente, pero creo que sí hay que hacerse responsable de sus propias decisiones”.
Con esta declaración de intenciones, alude a toda la parte del libro en la que hace referencia a su espinosa relación con Kim Fanlo, pareja sentimental además de artística por aquel entonces, y con el resto de los músicos de la banda. Y es que probablemente uno de los incidentes que disparó la necesidad de poner por escrito su vida fue la polvareda que levantaron en enero de 2021 unos stories de Instagram en los que la artista contaba, a través de unas infantiles viñetas, el maltrato psicológico del que había sido víctima por parte de su excompañero de grupo. “Lo he retomado desde otro lugar. He intentado huir del papel de víctima. Cuando hice aquellos dibujos fue para sacar la mierda fuera, pero sin analizarlo demasiado. Al cabo de un mes de publicarlos pensé que debía contarlo de verdad asumiendo mi parte de culpa en toda aquella historia. He intentado ser lo más objetiva posible. He contado cosas que me hicieron daño, pero dejando claro que me dolieron, sobre todo, porque yo no estaba bien. Si hubiera sido segura, nada habría sido tan grave”, asegura.
Curiosamente, para muchos —incluso fans de la formación— la mala de la historia siempre fue ella. La que se quedó con el nombre, la que desertó de la noche a la mañana de una banda que estaba llamada a encadenar hits… “En la discográfica se hablaba más de la producción que de las canciones. Y mucha gente pensaba que el compositor era él, porque como yo hablo como hablo parece que no tengo mucha capacidad para escribir canciones [risas]. ¡Es la magia de las personas tímidas! ¡Luego resulta que somos capaces de hacer cosas! Si tuviera la oportunidad de volver a hacerlo todo, habría trabajado con Kim como productor, papel que considero importantísimo en un grupo, pero no habría hecho un dúo. No hacía ninguna falta”.
Pero este no es el único asunto espinoso que se aborda en el libro. Pánfila, empanada, dramática, olvidadiza, desastre, pelota, cobarde… El panegírico de adjetivos que la autora se dedica es como poco revelador. Entonces, ¿cómo alguien tan joven, inestable y frágil como se define la propia Mai Meneses en este relato asimila un éxito de semejante envergadura? “Bebiendo. Me tiraba todo el día de fiesta, sin pararme en el momento presente. Corriendo hacia delante”. Consumos de sustancias, noches que no acaban y una serie de adicciones que Meneses no esquiva en sus recuerdos de aquella convulsa época. “En realidad, lo cuento muy por encima. Mi editora quería más sangre, pero es que yo viví todo aquello desde el punto de vista de alguien que no estaba enganchada realmente. Disfrutaba de todo lo que estaba consumiendo hasta que llegó un punto en el que se dio la vuelta la tortilla. Pero hasta ese momento yo era feliz en Barcelona fumando 10 porros al día sin darme cuenta de lo que eso me estaba provocando…”, recuerda.
La vuelta de la tortilla a la que se refiere se produce cuando toma conciencia de que tiene una enfermedad mental a la que le pusieron demasiados nombres, pero que, como era de esperar, no casaba demasiado bien con el famoso trinomio de sexo, drogas y rock and roll. “La gente bipolar nos tiramos a la piscina incluso sabiendo que algo nos va a sentar mal. Yo no juzgo las drogas desde un punto de vista moral. Si mis hijos cuando sean mayores se quieren fumar un porro o meterse una raya lo harán, pero mi deber es advertirles de que, si tienen lo mismo que yo, es muy peligroso”.
Curiosamente este libro coincide con el hecho de que, posiblemente por primera vez, empiece a hablarse abiertamente, incluso y por fin en la esfera política, de salud mental. Por no hablar del exitoso precedente de Por si las voces vuelven (Planeta), de Ángel Martín, en el que el cómico relata su travesía por la locura. “Cuando me leí su libro pensé que era el primer loco al que le pasaba lo mismo que a mí. De repente, sentirse vinculada a una persona en estos aspectos te hace sentir menos sola. El cerebro es como el páncreas o el hígado: se puede estropear y no es culpa de uno”. Y en esta crónica vital la franqueza es tal que la autora no duda en declararse “adicta a la psicosis”. “¡Claro! En las épocas en las que no tienes medicación es como vivir en una película todo el tiempo. Tu día no dura 24 horas, es como si fuera una semana. Ocurren medio millón de cosas y volver a la vida rutinaria y normal es aburrido”.
Pero Tenía tanto que darte no funciona solo como una sentida y sincera bitácora personal. También opera como un desprejuiciado y liviano recordatorio de cómo es la industria discográfica por dentro. Ese lugar en el que es difícil salirse de ciertos claustrofóbicos encasillamientos. A fecha de hoy, a Mai Meneses le siguen preguntando por su anecdótico y efímero paso por Operación Triunfo. “¡En aquel momento era un reality! Había cámaras por todas partes. Nos grababan constantemente. Desayunando, comiendo… Llevábamos micro y petaca y no te lo podías quitar ¡ni en el baño! Yo pensaba: ‘Voy a cagar y me va a escuchar todo el mundo. ¡Pues que lo oigan!” [risas].
Un programa, Operación Triunfo, que, más allá de la escatológica anécdota, le hizo confrontar por primera vez cuán presa podía llegar a ser de su personaje, esa imagen de una dulzura desarmante a la que no se le admitía ninguna sombra. Una imagen meticulosamente construida que, en el caso de Kim y Mai, pasó por decisiones comercialmente tan absurdas como negar que eran pareja o que Mai fuera fan de Barbra Streisand: “Yo tenía mis gustos musicales y no me dejaban decirlos. Teníamos pautada una imagen con la que estábamos de acuerdo en ese momento. Visto ahora, pienso ¡qué tontería! ¿Por qué no podíamos decir que llevábamos cinco años juntos? ¿Por qué teníamos que ocultar nuestra vida? Esto provocaba una grandísima dicotomía entre lo real y lo que estábamos contando. En Operación Triunfo, a base de contar y contar mentiras, al final acababas por no saber quién eras. ¡Parecíamos políticos! Ahora ya no planeo nada. Voy a tumba abierta”. Quizás por eso la asustadiza y parca Mai que algunos entrevistamos hace una década y media tiene bien poco que ver con la que, sin pensárselo mucho, responde hoy.
Una apuesta por una honestidad brutal que pasa por ser ella misma hasta sus últimas consecuencias. “Llevaba mucho tiempo con infinidad de máscaras. Me estaba parapetando continuamente en montones de disfraces. Tras escribir este libro y salir a la palestra, más desnuda no puedo estar. Necesitaba quitarme todas esas caretas y que la gente se acercara a mi personaje real, a quien soy de verdad”. Y aunque ha aprendido a verle la parte positiva a esa cosa llamada fama de la que siempre ha renegado (“ahora me reconocen las mamis del colegio y me doy cuenta de que eso me da puntos”), cualquier atisbo de polémica que la roce sigue provocándole terror. Solo hay que recordarle aquel episodio en el que cantó en un concierto provida (“no tenía nada que ver con quien soy. A veces por contentar… Ahora mismo no participaría. Me informaría bien primero”) o aquel otro en el que se filtraron las fotos de su boda (“seguimos sin saber cómo sucedió aquello. Alguien tuvo que dar la noticia. Es un misterio que quedará para siempre en nuestra historia matrimonial [risas]”.
Asegura tener curiosidad por las reacciones que va a provocar el libro. ¿Y con lo que pueda decir Fanlo? “Como no hemos vuelto a hablar tampoco sé cómo piensa, si lo va a leer o no o si me va a demandar por decir que las drogas las tomaba también con él”. Esa despreocupación se corta en seco cuando hablamos de sus padres. Les ha prohibido leer el libro, a pesar de que en 2010 les contó todo. “Fue cuando ellos tomaron la decisión de ir al psiquiatra, pero desde entonces no hemos vuelto a hablar de nada de esto. Ellos me ven felizmente casada, con mis dos niños, y de pronto hacerles leer algo que les va a revolver las tripas… Mi madre me ha prometido que no lo van a hacer, ella ya prefiere no meterse en jaleos conmigo”. Al resto del mundo ha dejado, por fin, de tenerle miedo. “Le tenía pánico a la gente. A cualquier lado al que iba, siempre pensaba que iban a tener una opinión negativa de mí. Al final descubres que todos somos iguales. El confinamiento también nos ha hecho volver a recordar lo vulnerables que somos y que dependemos de algo tan sencillo y simple como es la salud. De repente, me sentí con energía para enfrentarme a la gente y descubrir que somos todos iguales”. Con razón dicen que de todo se aprende…
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