A ver si hay suerte
Imagen Juan José Millás.
De pequeño, para ir al colegio, tenía que atravesar un descampado horrible. Los descampados son agujeros negros que les salen a las ciudades en sus extrarradios, pues suelen estar cerca de las viviendas pobres. Se tragan a los niños que se detienen a jugar en ellos, o eso nos decían cuando salíamos de casa.
—Pasa deprisa por el descampado.
Marte, por lo que vengo viendo desde que se publican fotos, es un descampado, quizá el descampado por antonomasia, signifique lo que signifique antonomasia. Esta foto fue obtenida por el Curiosity, un robot de la NASA. Se trata de un selfi en el que inevitablemente aparece parte del paisaje que, como puede apreciarse, se trata de un solar que produce desasosiego. Tras el Curiosity, la NASA envío el Perseverance, que trabaja en un cráter de grandes dimensiones y que está dotado, entre otros muchos gadgets, de unos micrófonos que nos permiten escuchar los ruidos del lejano planeta, idénticos, a mi parecer, a los del descampado de mi infancia.
Algunas noches, ya en la cama, mientras intento conciliar el sueño, pienso en la soledad del Perseverance allá arriba, horadando el suelo seco con una taladradora que lleva en su vientre para obtener muestras. ¡Pobre robot!, me digo, condenado a vagar por esa nada polvorienta que yo he conocido tan bien y de la que aún guardo recuerdo. Le habría salido más barato a la NASA preguntarme a mí que arruinarse en esas iniciativas. Lo único que podemos esperar es que, a base de remover la tierra, aparezcan allí los cadáveres de los niños desaparecidos en los descampados de aquí. A ver si hay suerte.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.