Diligencias sentimentales
Los nichos de los cementerios nos traen a la memoria esos muebles de madera con muchos cajoncitos en los que se ordenan las fichas de esto o de lo otro por orden alfabético. Los muertos, de un modo u otro, se archivan, que es la forma de dar por concluido un asunto sin perderlo de vista. Venimos archivando a nuestros muertos desde tiempos inmemoriales, de ahí que los del Neolítico, por poner un ejemplo, continúen revelándonos secretos que ignorábamos acerca de nosotros mismos. Cuando se entierran en fosas comunes, es porque el enterrador era sin duda un criminal.
Es lo que ocurre con los fusilados por el franquismo durante la Guerra Civil, que aparecen aquí o allá a veces por casualidad, a veces por testimonios sueltos de los vecinos del lugar o de los parientes de los asesinados. He aquí un esqueleto con zapatos hallado en una fosa común cercana al cementerio de Almagro. El homicida tuvo la delicadeza de colocarlo en posición supina y de no robarle el calzado, que era lo común. Los verdugos tienen a veces estos rasgos de piedad, como si creyeran que los muertos han de recorrer, aun después de cerrar los ojos, un largo camino para llegar al infierno o adonde quiera que tuvieran que llegar, según su pensamiento. Es lo que produce ternura de esta osamenta: que da la impresión de que podría salir andando en busca del resto de su cuerpo como el que vuelve a por el abrigo tras llegar a la esquina de su casa. En fin, lo importante es que una vez descubierto se le pueda identificar para dar por concluida la diligencia sentimental y humana como Dios manda.
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