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De Zanzíbar a Groenlandia, 11 restaurantes en lugares remotos por los que merece la pena el viaje

Un local con dos estrellas Michelin en Ilimanaq, cocina sostenible en los bosques de Ecuador, alta gastronomía africana en Ruanda o una cena submarina en las islas Maldivas. Lugares casi fuera del mapa donde sus platos son tan exquisitos como el entorno

VIAJERO LONELY RESTAURANTES
Turistas esperando en la playa de Michamvi Pingwe, en Zanzíbar (Tanzania), la barca que les llevará hasta el restaurante The Rock.Alamy Stock Photo

Hay quienes por una buena comida son capaces de viajar hasta el fin del mundo. Incluso las codiciadas estrellas Michelin van a parar de vez en cuando a restaurantes que tienen en su lejanía o su difícil acceso un aliciente extra. Hay que ser un amante de la gastronomía para viajar hasta islas remotas en el Ártico o parajes perdidos en las montañas andinas solo por el placer de probar los exquisitos manjares de ciertos chefs.

Esta es una selección de 11 restaurantes, repartidos por el mundo, convertidos en la excusa perfecta para planear un viaje.

Más información en lonelyplanet.es.

Koks (Ilimanaq, Groenlandia, Dinamarca)

El restaurante Koks estaba situado en una antigua cabaña a orillas del lago Leynar, en la isla de Streymoy, en el archipiélago danés de las Feroe, y era bien conocido por los paladares más viajeros del planeta gracias a las dos estrellas Michelin que el chef danés Poul Andrias Ziska recibió en 2017 y 2019, respectivamente. Una distinción bien ganada por elevar la precaria gastronomía local, con productos como el skerpikjøt (cordero secado al viento), a la categoría de arte.

Uno de los cocineros de Koks camino de la vieja cabaña groenlandesa donde se ubica el restaurante.
Uno de los cocineros de Koks camino de la vieja cabaña groenlandesa donde se ubica el restaurante. ODD ANDERSEN (AFP via Getty Images)

En 2022, Ziska decidió trasladarse temporalmente (en principio, hasta 2024) con su equipo de cocina y sus estrellas a un lugar todavía más remoto: Ilimanaq, un pueblo de menos de 100 habitantes en la costa oeste de Groenlandia, a 300 kilómetros del Círculo Polar Ártico. Llegar al Koks in Ilimanaq Lodge, como se llama el nuevo restaurante (que solo abre en los meses de verano) es toda una aventura: hay que volar hasta Ilulissat, en la bahía de Disko, en la costa occidental de Groenlandia, y desde allí viajar media hora en barco hasta Ilimanaq.

El chef Poul Andrias Ziska, con dos estrellas Michelin, en la cocina de su restaurante Koks en Ilimanaq (Groenlandia).
El chef Poul Andrias Ziska, con dos estrellas Michelin, en la cocina de su restaurante Koks en Ilimanaq (Groenlandia).ODD ANDERSEN (AFP via Getty Images)

La cabaña en la que se ha instalado es una de las más antiguas de Groenlandia que se conservan (data de 1740). El complejo tiene también 15 bungalós de lujo para alojar a los comensales que quieran disfrutar de la experiencia gastronómica (aunque solo pueden quedarse allí una noche).

Bocavaldivia (Puerto Cayo, Ecuador)

Situado en la costa occidental de Ecuador, a 166 kilómetros al noroeste de Guayaquil, el restaurante Bocavaldivia del chef Rodrigo Pacheco propone una experiencia gastronómica en un “bosque comestible biodiverso” basada en la sostenibilidad y las culturas indígenas de la zona. Todos los platos están preparados con ingredientes que se pescan o recolectan en el día. Así que aquí no hay menú: la carta cambia según la cosecha. El local está rodeado por seis ecosistemas ―playa, manglar, bosque seco tropical, bosque húmedo tropical y arrecife, además de un huerto orgánico― de donde salen los alimentos necesarios para crear una cocina de autor sostenible y de alta calidad, con un plus añadido: las vistas al océano Pacífico.

El restaurante forma parte del hotel Tanusas, un resort apartado del mundo, y en ello radica precisamente su magia. Durante su estancia los huéspedes pueden visitar el huerto orgánico, acompañar al equipo de cocina a pescar en el manglar o probar ostras frescas recién recogidas en el arrecife.

Meza Malonga Lab (Kigali, Ruanda)

El chef congoleño Dieuveil Malonga, de 32 años, se formó y trabajó en Alemania y luego triunfó en Francia antes de volver a su África natal. Desde su restaurante Meza Malonga Lab en Kigali, la capital de Ruanda ―reconocido como uno de los mejores del mundo―, practica la cocina de afrofusión a partir de las recetas tradicionales del continente, a los que añade su propia magia.

El chef congoleño Dieuveil Malonga huele un frasco de especias en la cocina de Meza Malonga, su restaurante en Kigali, la capital de Ruanda.
El chef congoleño Dieuveil Malonga huele un frasco de especias en la cocina de Meza Malonga, su restaurante en Kigali, la capital de Ruanda. SIMON MAINA (AFP via Getty Images)

Muchos de los ingredientes de su cocina proceden del fértil distrito montañoso de Musanze, en el norte del país. A través de su proyecto Chefs in Africa, Malonga se ha comprometido además con la promoción de las nuevas estrellas culinarias del continente. Entre sus nuevos proyectos está un restaurante en el parque nacional de los volcanes, en la frontera con Uganda y la República Democrática del Congo, hogar de algunos de los últimos gorilas de montaña.

Slippurinn (Heimaey, Islandia)

En la pequeña isla de Heimaey, al sur de Islandia, nació el chef Gísli Matthías Auðunsson. Él lidera al frente de su restaurante Slippurinn un movimiento gastronómico que apuesta por la cocina de mercado y la materia de proximidad. Las hierbas silvestres, las algas y los frutos del bosque se recogen a diario en el huerto durante el buen tiempo, al igual que las hortalizas y tubérculos resistentes al frío que cultivan o compran a agricultores locales. Casi todo lo que se sirve en las mesas de este antiguo taller de barcos restaurado proviene de las colinas volcánicas y acantilados donde crecen el tomillo ártico (Thymus praecox), la acedera silvestre (Rumex acetosa) y otras plantas y algas comestibles, ingredientes que Auðunsson trata, fermenta o conserva en escabeche.

Heimaey tiene solo seis kilómetros de largo y es la única isla habitada del archipiélago islandés de las Vestman, donde apenas hay un puerto rodeado de escarpes de lava, dos siniestros volcanes y una de las mayores colonias de frailecillos atlánticos del mundo. También presume de ser el punto más ventoso de toda Europa y el primer santuario de belugas (Delphinapterus leucas) en aguas abiertas.

La isla fue evacuada en 1973, cuando el volcán Eldfell entró en erupción y se tragó la mitad de un pueblo ―Vestmannaeyjar ― de 5.500 personas. Cincuenta años después, ha recuperado casi toda su población y se ha convertido en un importante centro turístico. Auðunsson, de 34 años, vivió en Reikiavik desde los seis años para regresar en 2011 a Heimaey y poner en marcha su particular proyecto y reivindicar la cocina isleña. En 2012 abrió su primer restaurante en la isla, donde planea abrir otros dos locales. Los ocho meses en los que Slippurinn permanece cerrado (solo abre durante el verano ártico), el chef se dedica a viajar por todo el mundo y renovar su creatividad. Su familia y la población local también se han implicado en este proyecto que ha situado a Heimaey en el mapa gastronómico mundial.

Una barca de pesca en el pueblo de Vestmannaeyjar, en la isla islandesa de Heimaey.
Una barca de pesca en el pueblo de Vestmannaeyjar, en la isla islandesa de Heimaey. Alamy Stock Photo

Wolfgat (Paternoster, Sudáfrica)

Wolfgat es un restaurante gastronómico en Paternoster, un remoto pueblo de pescadores a 150 kilómetros de Ciudad del Cabo, que fue toda una sorpresa cuando en 2019 fue galardonado en los World Restaurant Awards como el mejor restaurante del año y “destino remoto que merece la pena visitar”. Su propuesta se basa en productos locales como las espinacas forrajeras o plantas autóctonas como el soutslaai (Mesembryanthemum crystallinum), y se ha especializado en mariscos de la zona, cocinados con algas y plantas aromáticas que recogen en los alrededores.

El cocinero sudafricano Kobus van der Merwe, en la puerta de su restaurante Wolfgat, en la playa de Paternoster, a 150 kilómetros de Ciudad del Cabo (Sudáfrica).
El cocinero sudafricano Kobus van der Merwe, en la puerta de su restaurante Wolfgat, en la playa de Paternoster, a 150 kilómetros de Ciudad del Cabo (Sudáfrica).MARCO LONGARI (AFP via Getty Images)

El propietario y chef de Wolfgat es el experiodista gastronómico Kobus van der Merwe, quien desarrolla una cocina estacional, donde mandan de forma pura los ingredientes locales, y emplea a personal de la zona, sobre todo hijos de pescadores y recolectores de hierbas y algas. La vocación de cocinero le llegó cuando trabajaba como editor en la web de la guía de restaurantes Eat Out. Los que visitan ahora su local, ubicado en una antigua casa de pescadores de más de 130 años, destacan la excelencia, la integridad y la diversidad de lo que ofrece Wolfgat, que trabaja con un equipo muy reducido de personas y un menú degustación (estacional) de siete platos.

No es fácil conseguir un hueco en una de sus 20 mesas, así que es imprescindible reservar. Así se seleccionan bien los ingredientes y cantidades para servir a los clientes de forma que no se generen desperdicios ni se tire nada.

Mil (Valle Sagrado, Cuzco, Perú)

En el llamado Valle Sagrado del altiplano peruano, a 3.800 metros de altitud, Mil es el ambicioso restaurante de los chefs peruanos Virgilio Martínez, Pía León y Malena Martínez, un proyecto de sostenibilidad y desarrollo social que va más allá de lo gastronómico: representa un compromiso con los productos de las comunidades quechuas que viven en la región, con un menú basado en productos locales sin mucha manipulación. Aquí tienen también importancia elementos como las vajillas artesanas, en línea con la tradición, que completan la puesta en escena. En medio de la nada, consiguen llenar sus mesas a diario. Y eso que es difícil llegar hasta allí a través de las carreteras de tierra de alta montaña, cerca de las las ruinas arqueológicas de Moray, centro de experimentación agrícola de los incas con alucinantes terrazas en anillo. Para ello hay que conducir dos horas en coche desde Cuzco, pero esto no ha sido impedimento para que peregrinen hasta aquí gourmets de todo el mundo. Antes es casi obligada una parada de aclimatación que suele hacerse en el hotel Explora Valle Sagrado, a 2.900 metros, en una ruta emocionante en la que conviene viajar tranquilos y, sobre todo, disfrutando del impresionante entorno.

Terrazas en anillo de las ruinas arqueológicas de Moray, centro de experimentación agrícola de los incas.
Terrazas en anillo de las ruinas arqueológicas de Moray, centro de experimentación agrícola de los incas. Greg Vaughn (Getty Images/Collection Mix: Sub)

El restaurante parece una sencilla casa de labranza sobre un paraje desierto. De cerca se comprueba que, además del restaurante, alberga un centro de investigación: el Mil Lab Cusco. Sus promotores se declaran comprometidos con la biodiversidad del entorno y también con la población quechua que lo habita aportando creatividad, investigación y propuestas para ayudar a una región pobre, pero muy rica en recursos si se saben aprovechar: raíces, tubérculos, gramíneas, hierbas silvestres, carnes de res, de llama y de pato forman parte del menú, que toman aquí gustos y texturas inéditas. Un auténtico menú antropológico elaborado con estándares de alta cocina.

Para tener mesa hay que reservar online y abonar el importe en el momento de la gestión. Así se aseguran la continuidad de un restaurante sostenible que pueda mantener a los equipos de sala y cocina y mejorar el entorno. El resultado para los comensales es siempre la sensación de que han hecho un viaje en el tiempo y en el espacio y que la experiencia no se ha limitado, ni mucho menos, a lo gastronómico.

Knystaforsen (Rydöbruk, Suecia)

Knystaforsen se halla en un paraje perdido y aislado en los bosques del sur de Suecia. Su chef, el danés Nicolai Tram, es un verdadero Robinson de la gastronomía que ha hecho de este antiguo aserradero convertido en restaurante una forma de vida tras dejar su trabajo en un programa gastronómico de la televisión danesa.

Aquí todo se basa en el fuego, en las brasas, donde se elaboran todos los productos, la mayoría locales. En el dominio de las llamas y el calor radican su celebrados platos, que incluyen vegetales como cebollas y puerros, pero también otros ingredientes locales como el heno o los líquenes, poco habituales en las cartas de los restaurantes. Aquí se aprovechan los productos en su totalidad para conseguir un modelo sostenible. Solo abre tres días a la semana (jueves, viernes y sábados por la noche) y solo sirve vinos producidos en Suecia. Su mujer, Eva Helbaek es la sumiller y manager del local. Junto a ella han logrado una estrella Michelin y una de las estrellas verdes de la famosa guía roja.

The Rock (Zanzíbar, Tanzania)

En la costa sureste de la isla tanzana de Zanzíbar el restaurante The Rock ofrece comida con sabores locales y marisco para apenas 20 comensales en un islote rocoso frente a la playa de Michamvi Pingwe, acariciada por las olas del Índico.

The Rock, el pequeño restaurante de Zanzíbar que parece flotar sobre el Índico.
The Rock, el pequeño restaurante de Zanzíbar que parece flotar sobre el Índico. Alamy Stock Photo

Para comodidad de los comensales, siempre con reserva previa, el acceso al exótico restaurante-isla es desde la playa a pie durante la marea baja o en barco durante la marea alta. Hay que subir por una escalera de madera para acceder al comedor, de solo 12 mesas, con unas vistas espectaculares, para disfrutar de la pesca del día. Y en una pasarela trasera, cuando sube la marea, se pueden tomar unos cócteles rodeados de aguas de color turquesa.

Ithaa y Subsix (Rangali, Maldivas)

Situado a cinco metros bajo el mar, el restaurante Ithaa (perla, en castellano) del hotel Conrad Hilton en la isla de Rangali, en el atolón Alif Dhaal, al este de las Maldivas, ostenta el título de ser el primer restaurante submarino del mundo. En las mesas de su comedor se disfruta de una panorámica submarina de 180 grados por la que desfilan tortugas, tiburones, peces loro, meros gigantes y otros habitantes del arrecife. En 2014 fue elegido por el New York Daily News como “el restaurante más bonito del mundo”. El Ithaa sirve comidas y cenas, y en la carta no faltan los platos europeos, pero siempre con un toque tropical y centrados, por supuesto, en el pescado y el marisco: tartar de gamba, bacalao en salsa de coco o langosta son algunos de los platos habituales.

Restaurante submarino Ithaa del hotel Conrad Hilton en la isla de Rangali (Maldivas).
Restaurante submarino Ithaa del hotel Conrad Hilton en la isla de Rangali (Maldivas).Michel RENAUDEAU (Gamma-Rapho via Getty Images)

Actualmente, el Ithaa ya no es el único restaurante submarino de las Maldivas. En el atolón de Niyama está Subsix, otro local que reinventa el concepto de cenar bajo el mar: este a 20 metros bajo la superficie del Índico. Hay que llegar en lancha motora y bajar una escalera de tres pisos para acceder a un espacio donde la decoración marina se funde con el fondo del océano que se ve a través de ventanales transparentes de suelo a techo. Las sillas se inspiran en anémonas y el bar tiene formas de almeja.

Furneaux Lodge (Nueva Zelanda)

La clave de este destino culinario es precisamente su aislamiento. El Furneaux Lodge es un hotel situado en la punta norte de la isla Sur de Nueva Zelanda, en los Marlborough Sounds (fiordos de Marlborough) al que no conduce ninguna carretera ni camino. A este lugar secreto, una preciosa cordillera rodeada de ensenadas e islotes, solo se puede llegar en helicóptero o en barco. La recompensa está en la experiencia culinaria que ofrecen tanto el bar como el restaurante del alojamiento, especializado en los productos frescos neozelandeses, desde el salmón real hasta la carne de caza, todo regado con buenos vinos de la zona de Marlborough.

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