24 horas en El Valle Sagrado, de Cuzco a Machu Picchu
Antes de viajar a la ciudadela andina, una parada en la bulliciosa ciudad peruana conocida como el ombligo del mundo y visitas a las salinas de Maras, Chinchero y las ruinas de Ollanta
Este viaje a uno de los paisajes naturales y arquitectónicos más impactantes del mundo se inicia en la bellísima Cuzco, custodiada por los Andes. Es punto de partida para recorrer el Valle Sagrado hasta la impresionante ciudadela de Machu Picchu.
8.00 La gran plaza de Armas
A 3.400 metros de altitud, Cuzco —el ombligo del mundo (Q’osco, en quechua)— es una ciudad con una fuerza espiritual que atrapa al visitante en el momento de pisarla. La plaza de Armas (1) ocupa el antiguo emplazamiento del Huacaypata inca, o “lugar de las lamentaciones”, y es un inmenso espacio flanqueado por casas coloniales, soportales y dos grandes templos, la catedral de la Virgen de la Asunción (2), construida donde estuvo el templo del inca Viracocha, y la iglesia de la Compañía de Jesús (3), ambos con interiores barrocos y decorados con lienzos de la Escuela de Cuzco. Una buena opción es desayunar en una de las cafeterías que rodean la plaza, a poder ser sentado en un balcón para contemplar el bullicio matinal y el conjunto arquitectónico circundado de montañas.
10.00 El pasado inca
Un paseo por el casco antiguo hacia el barrio de San Blas descubre los muros incas de la calle de Hatun Rumiyoc (4), con la famosa piedra poligonal de los 12 ángulos y las siluetas esculpidas del puma, el cóndor y otros animales de la mitología incaica. En la ruta por los vestigios incas del Valle Sagrado se observan infinidad de estas rocas de tallado perfecto. Los pasos conducen hasta la plaza de las Nazarenas (5), recoleta y encantadora. Más arriba está el tradicional barrio de San Blas, con talleres de artistas y tiendas con encanto, en el que proliferan pequeños hoteles en antiguas casonas coloniales. De vuelta a la plaza de Armas, el paseo debe seguir por las plazoletas de los alrededores, cada una con su iglesia y su interior arbolado, para llegar al colorista mercado de San Pedro (6), donde tomar un tentempié de auténtica cocina andina.
Para entender mejor la trascendencia de un imperio que dejó un legado sin igual es aconsejable recorrer alguno de los muchos museos dedicados a los incas que hay en Cuzco, entre los que destacan el Coricancha (7) y el convento de Santo Domingo. En la base de este gran edificio se hallan algunos de los vestigios más importantes de la arquitectura inca, que aparecieron en 1950 tras el derrumbe por un terremoto de una parte del convento. El temblor dejó al descubierto Coricancha, el templo de oro de los incas que permite apreciar su destreza en la construcción.
13.00 Sabores de Perú
La cocina peruana tiene fama de ser una de las más deliciosas del mundo y el viaje también permite comprobarlo. Junto al restaurante Chicha (8) (Heladeros, 261), de Gastón Acurio, uno de los grandes embajadores de los sabores andinos, hay en Cuzco una buena oferta de lugares con excelentes propuestas y precios más que asequibles.
Tras reponer fuerzas, los alrededores de la ciudad deparan un sinfín de alicientes. Es aconsejable tomar un taxi para llegar hasta Tambomachay, para luego ir desgranando a pie otros yacimientos en una excursión que culmina en la fortaleza de Sacsayhuamán (9), a dos kilómetros de Cuzco, inacabada e impresionante con muros de granito titánicos realizados con piedras de hasta 360 toneladas.
14.00 Barroco andino
Son muchas las posibilidades que se ofrecen a gritos en las calles de Cuzco para recorrer el Valle Sagrado (10) y llegar a Machu Picchu en viajes organizados, aunque es sencillo hacerlo por cuenta propia. La opción del taxi es una de las más recomendables, sobre todo para llegar hasta Moray, las salinas de Maras, Chinchero, Pisac y Ollantaytambo. El Valle Sagrado era considerado por los incas la proyección terrestre de la Vía Láctea, una pasarela entre el mundo de los humanos y el de los dioses. El viaje transcurre a través de grandes llanuras, con los Andes siempre en el horizonte, hasta llegar a las terrazas circulares del yacimiento de Moray. Sobrecoge su belleza, de geometría perfecta. Desde allí es fácil acceder a las salinas de Maras, en funcionamiento desde la época inca. El agua de las cordilleras de Urubamba y Vilcabamba se filtra hasta este lugar en el que se han ido construyendo centenares de piscinas níveas de evaporación dispuestas en artísticas terrazas.
Una de las joyas del recorrido por el Valle Sagrado es el pueblo colonial y las ruinas incas de Chinchero (11), con una de las iglesias más bonitas del país, también levantada sobre antiguos cimientos incas y cuyo interior es un soberbio ejemplo de barroco andino. A la salida se puede visitar el yacimiento y hacer unas compras de artesanía, ya que tiene fama de ser uno de los lugares más auténticos de la zona. Pisac (12), siguiente parada antes de llegar a Ollantaytambo (13), es otra visita obligada por su espectacular mercado. En la plaza de Armas hay varios restaurantes de cocina tradicional (aquí el ceviche hay que pedirlo de trucha) y cafés con encanto.
16.00 El río Urubamba
Muchos llegan a Ollantaytambo como preludio de Machu Picchu, ya que aquí se puede tomar el tren hasta Aguas Calientes (14), el único acceso hasta la ciudadela si no se llega andando a través del Camino Inca (15) en una ruta de dos a cuatro días. En Ollanta, como se la conoce, se siente como en ningún otro sitio la presencia del río Urubamba, cuyas aguas tumultuosas rugen a su paso por el angosto desfiladero. El pueblo conserva su estructura inca y desde la bonita plaza Mayor se accede a las ruinas de una gran fortaleza militar que fue asimismo un importante centro religioso levantado por el noveno inca, el venerado Pachacútec (1438-1471). Se debe deambular por el poblado, entre calles estrechas que conservan los muros y el pavimento original inca. Hay abundantes y buenos lugares para comer, muchos con vistas al río, como el Mayupata (calle de Jirón Convención, s/n).
19.00 Barrio de los Nobles
Conviene acostarse temprano para tomar uno de los primeros trenes hacia Aguas Calientes y de allí, en pequeños buses y por una carretera más que sinuosa, llegar a Machu Picchu (16), con la entrada comprada por anticipado. El primer contacto con la ciudadela no puede ser más especial, aunque para la mayoría la visión de la ciudad de piedra presidida por el Huayna Picchu sea más que familiar. El conjunto rodeado de altas cimas y formado por construcciones perfectas está a 2.400 metros de altitud. Sentados en una de las terrazas del barrio de los Nobles, con la ciudad a nuestros pies, uno se pregunta cómo es posible que un pueblo en poco más de 200 años (1350-1531) dejara un legado de tal magnitud.
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