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El día a día en Groenlandia

Ramón Larramendi, explorador polar, nos cuenta la experiencia de vivir en un pequeño pueblo entre icebergs

El explorador polar Ramón Larramendi.
El explorador polar Ramón Larramendi.

Ramón Larramendi se mueve con naturalidad en el hielo. Es el alma de la agencia de viajes Tierras Polares y de otros proyectos relacionados con las regiones del Ártico. Aquí nos habla de la paradójica experiencia de vivir en un pueblo de Groenlandia, donde residió durante años.

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Nuuk es la capital de Groenlandia, ¿parece una gran urbe?

Para los niveles del Ártico, sí, porque allí todo es pequeño y poco poblado. Tiene 17.000 habitantes, y está bastante expandida porque hay muchas casas unifamiliares. El resto de las construcciones son bloques de pocos pisos, muy espaciados. Tiene su pequeña calle peatonal y una estación de esquí en la propia ciudad.

¿En qué transportes se movía?

Como no hay carreteras para unir poblaciones hay que tomar lanchas, barcos, helicópteros e incluso trineos tirados por perros. En Groenlandia la vida se desarrolla en la costa. En el interior está el casquete polar y alguna estación científica, poco más.

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Tiene muchos matices: el más espec­tacular es el azul profundo, que se produce cuando un glaciar se somete a presiones brutales en su interior. Cada iceberg es una obra de arte.

La ciudad de Nuuk (Groenlandia).
La ciudad de Nuuk (Groenlandia).Vadim Nefedov (getty images)

Me cuesta imaginar la vida cotidiana en la isla.

No se parece nada a lo que conocemos en Europa, y a mí eso me fascina. Está la dependencia del barco. Y el aislamiento, porque en ocasiones el mar se congela y eso introduce un elemento que lo cambia todo. Hay un paisaje de icebergs continuo y una naturaleza dramática. Por ejemplo, en mi casa, al abrir las ventanas, se escuchaban las olas con toda su fuerza. Los pueblos son pinceladas aisladas, pequeños oasis de casas de colores con algo de población. Yo vivía en Qassiarsuk.

¿Dónde compraba?

La fruta y la verdura es toda importada: a menudo se acaba y hasta que no llega otro avión no traen más. Si quería pescado, lo pescaba yo mismo o se lo compraba a un pescador del pueblo. A una hora en lancha por el fiordo había una población donde vendían herramientas y cosas prácticas.

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