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Hawái: un viaje a tres islas de fuego y mar

Este territorio estadounidense en el Pacífico es mucho más que playas y surf. Los ‘luaus’ de Honolulú, la icónica carretera a Hana en Maui y los volcanes de Big Island son algunos de los ‘hits’ de una aventura por un archipiélago donde la naturaleza manda

Una surfista en la playa de Waikiki de la ciudad de Honolulú, en la isla hawaiana de Oahu.
Una surfista en la playa de Waikiki de la ciudad de Honolulú, en la isla hawaiana de Oahu.Melinda Podor (GETTY IMAGES)
Ana Vidal Egea

A mediados de los años ochenta, en uno de los éxitos de Mecano, Ana Torroja cantaba: “Y al ponerme el bañador me pregunto cuándo podré ir a Hawái”, seguido de un suspiro de anhelo. A los ojos de un niño, Hawái es el universo de Moana, para los de un adolescente es el escenario de Jurassic Park, y para un adulto, el paraíso terrenal, el paisaje onírico al que transportarse al cerrar los ojos.

Hawái es mucho más que playa y surf. Es una cultura ancestral que se sustenta en pilares como el ho’oponopono, una técnica para sanar relaciones basada en cuatro mantras: “Lo siento”, “Perdóname”, “Gracias”, “Te amo”. La energía de este archipiélago estadounidense ha conseguido amansar a personajes excéntricos como el fotógrafo David LaChapelle o el actor Woody Harrelson. Es la cuna del Mauna Loa, el segundo volcán más grande del mundo y el más activo (aparece en el documental Fire of Love, nominado este año a los Oscar como mejor largometraje documental). En Hawái están las raíces de Alex Zhang Hungtai, aka Dirty Beaches, cuya música transporta al lugar melancólico y lleno de belleza que se ve reflejado en la película que protagoniza, August at Akiko’s (2018), rodada en Big Island. Hawái es, en definitiva, un sueño que puede materializarse y adoptar mil formas: la escapada en solitario, el deseo romántico, la aventura con amigos o el gran viaje familiar. Aquí, lo esencial para catar lo mejor de tres de sus islas.

Oahu

De las ocho islas que conforman el Estado de Hawái, Oahu suele ser la primera toma de contacto, el lugar donde se aterriza y el campamento base con mayor tránsito aéreo. No es la más grande, pero es la que tiene mayor densidad de población y donde está Honolulú, la capital. También tiene la mayor oferta de luaus, la fiesta tradicional donde se une la experiencia gastronómica (poke, arroz, frutas tropicales, cerdo asado, malanga, nueces de macadamia, crema de coco) con la cultural, representada con la famosa danza hula. Es preferible atender a algo más pequeño y de más calidad, como, por ejemplo, el luau que ofrece la finca Nutridge, en un emplazamiento idílico: donde Elvis Presley solía refugiarse mientras rodaba Blue Hawaii (1961).

Póster de la película ‘Blue Hawaii’ (1961), protagonizada por Elvis Presley.
Póster de la película ‘Blue Hawaii’ (1961), protagonizada por Elvis Presley.LMPC / GETTY IMAGES

El sur de la isla es donde se encuentran las mayores atracciones. Uno de los mejores planes es llegar al volcán Diamond Head al amanecer para evitar a los turistas. Subir a este volcán es una actividad extraordinaria de muy fácil acceso, puede hacerse incluso con niños en brazos, e implica una caminata de una hora de media. Incluye dos escaleras, de 99 y 76 peldaños, y al llegar a la cumbre uno se corona con la vista panorámica de la isla. Muy cerca está el Makalei Beach Park, un parque que da a una pequeña playa donde es común ver a gente interrumpir su camino para darse un chapuzón rápido.

Vista aérea del cráter del volcán Diamond Head, en la isla hawaiana de Oahu.
Vista aérea del cráter del volcán Diamond Head, en la isla hawaiana de Oahu.Pamela Au (Alamy) (Alamy Stock Photo)

La famosa y concurrida playa de Waikiki es la zona donde se concentran los hoteles, los centros comerciales de lujo y la vida nocturna. Entre tanto bullicio, uno también puede apreciar la belleza de una especie de ficus gigante, los banianos (también llamados higueras de Bengala), considerados árboles sagrados en el budismo y el hinduismo. Pueden extenderse hasta ocupar varias hectáreas, se caracterizan por un robusto tronco y de sus ramas salen numerosas raíces aéreas. Al pasar debajo de uno de estos árboles, uno puede sumergirse en el jolgorio y la algarabía de decenas de pájaros cantando.

Atardecer en la playa de Ala Moana de la ciudad de Honolulú, en la isla hawaiana de Oahu.
Atardecer en la playa de Ala Moana de la ciudad de Honolulú, en la isla hawaiana de Oahu. John Seaton Callahan (GETTY IMAGES)

En cualquier playa de Oahu es interesante observar cómo los niños hawaianos construyen volcanes en lugar de moldear castillos de arena. En el sur, uno de los arenales más bonitos para nadar es Ala Moana, y para bucear, Sandy Beach. Pero si lo que se quiere es hacer esnórquel, la bahía de Hanauma es una reserva marina con arrecifes de coral en la que disfrutar el día entero. Es, de hecho, el mayor tesoro de la isla y para garantizar su conservación tiene un coste de entrada (25 dólares; gratis para los menores de 12 años), unos horarios e incluso dos días semanales de descanso.

Una tortuga marina nada en aguas de la bahía de Hanauma, una reserva natural en el sudeste de la isla de Oahu.
Una tortuga marina nada en aguas de la bahía de Hanauma, una reserva natural en el sudeste de la isla de Oahu. Gabriela Moralejo (Alamy) (Alamy Stock Photo)

El norte de la isla se caracteriza por los fuertes vientos, un gran aliciente que explica la comunidad de surferos residentes en la zona. Waimea Beach State Park es una de sus playas emblemáticas. Se caracteriza por una enorme roca negra de unos siete metros de altura desde la que se lanzan continuamente los más aventureros, pese a la señal que alerta del peligro que ello implica. Para los amantes de los animales, en Laniakea Beach están las tortugas gigantes.

Pero no todo es playa en Oahu. La que fuera la mujer más rica del mundo, Doris Duke, que disfrutó de una vida llena de claroscuros a ritmo apabullante, vivió en Honolulú sus años dorados. Su casa, Shangri La, es hoy un museo público de arte, cultura y diseño islámico y uno de los mayores destinos culturales en la isla, por eso es recomendable reservar la visita con antelación. En general, en Hawái hay que dejar poco a la improvisación porque hay mucha demanda para pocos recursos.

Una de las calles del barrio de Waikiki, en Honolulú.
Una de las calles del barrio de Waikiki, en Honolulú. Cavan Images / Alamy

Es preferible reservar el hotel y el coche (imprescindible para moverse) con el vuelo para no enfrentarse con un problema común: la falta de vehículo o una ostentosa subida en el precio de los alojamientos.

Maui

De noviembre a mayo, la isla de Maui se caracteriza por los avistamientos de ballenas jorobadas. Se estima que entonces hay más de mil en sus aguas, siendo así uno de los enclaves más importantes para vivir la experiencia de verlas.

El surfista australiano Tyler Wright en la playa de Kapalua, en la isla hawaiana de Maui.
El surfista australiano Tyler Wright en la playa de Kapalua, en la isla hawaiana de Maui. Dayanidhi Das (WSL / GETTY IMAGES)

En esta isla también espera la legendaria carretera a Hana: 84 kilómetros de un camino angosto, con unas 600 retorcidas curvas, que la convierten en una de las más peligrosas del mundo y, a la vez, de las más bellas. Siguiendo la sabiduría popular, lo mejor de recorrerla es el simple placer de hacerlo y gozar del paisaje, no del destino. Hay multitud de paradas en las que disfrutar de cascadas (Wailua Falls), playas de arena negra (Wai’anapanapa State Park), las siete piscinas sagradas (el parque nacional de Haleakala)…

Para comer, hay un lugar preferido por los locales y a buen resguardo de los turistas por su literario emplazamiento: Tamura’s Liquor Store, una tienda donde se vende alcohol que esconde un mostrador con el mejor poke de la isla listo para llevar. Si uno prefiere ir de restaurante, Mama’s Fish House es la mejor opción de pescado fresco, aunque la más cara. Para algo más casual está el Coconut’s Fish Cafe.

Big Island

De Big Island, cuyo nombre oficial es Hawái, impacta tanto su vastedad como su energía. Es la isla más grande, pero tiene una densidad de población muy baja debido, en parte, a que en ella hay dos volcanes activos: Mauna Loa y Kilauea. Durante dos semanas en noviembre de 2022 ambos estuvieron en erupción a la vez, algo que no sucedía desde 1984. Aunque en la isla se activó el estado de alarma, no hubo ningún incidente e incluso el parque nacional de los volcanes permaneció abierto. En enero de este año, el Kilauea (que estuvo en erupción durante 16 meses, desde septiembre de 2021) volvió a erupcionar.

Erupción del volcán Kilauea, en Big Island.
Erupción del volcán Kilauea, en Big Island. Jim Sugar (CORBIS / GETTY IMAGES)

En Hawái la naturaleza es la que manda sobre el hombre y no a la inversa, algo que se hace más que patente en esta isla donde los nativos tratan a los volcanes como agentes sagrados. Según la mitología hawaiana, la diosa Pelé habita en el Kilauea y es la responsable de las erupciones. Para que tenga clemencia, los locales le dejan ofrendas florales en el cráter.

Dos ‘Ki’i’, ídolos guardianes típicos del arte polinesio, en la bahía de Honaunau, en Big Island (Hawái).
Dos ‘Ki’i’, ídolos guardianes típicos del arte polinesio, en la bahía de Honaunau, en Big Island (Hawái). Larry Geddis (Alamy)

Esta es una isla salvaje. Hay quien acude a Kalae, también conocido como South Point, a por su dosis de adrenalina. Allí se puede saltar por un acantilado que mide en torno a 15 metros de altura, enfrentándose a los fuertes vientos y al hecho de ser una zona frecuentada por tiburones blancos. Las playas son menos accesibles y más diversas. Las hay de arena verde (Papakolea), de arena negra (Punalu’u Beach) y de arena blanca (Hapuna). Y, además, es la cuna del Hawaii Tropical Bioreserve and Garden, probablemente el jardín botánico tropical más hermoso que se verá jamás.

Cuando el viaje se acaba, uno puede observar cómo la relación con la naturaleza cambia. Algunas vidas, incluso, dan un vuelco.

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Sobre la firma

Ana Vidal Egea
Periodista, escritora y doctora en literatura comparada. Colabora con EL PAÍS desde 2017. Ganadora del Premio Nacional Carmen de Burgos de divulgación feminista y finalista del premio Adonais de poesía. Tiene publicados tres poemarios. Dirige el podcast 'Hablemos de la muerte'. Su último libro es 'Cómo acompañar a morir' (La esfera de los libros).

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