Rosa Lagarrigue, manager: “Sueño todavía con ver otra vez juntos a Mecano”
Bajo su marca impulsó a Miguel Bosé, Mecano y Alejandro Sanz. Ahora, pilota las carreras de Raphael, Rozalén, Vanesa Martín o Sara Baras. Es la agente musical más importante de España y acaba de recibir un premio por toda su carrera de los Grammy Latinos
Bajo su marca nacieron Miguel Bosé, Mecano y Alejandro Sanz. Ahora, pilota las carreras de Raphael, Rozalén, Andrés Suárez, Vanesa Martín o Sara Baras. Rosa Lagarrigue (Santiago de Chile, 67) es la manager más importante de España. Recientemente, los premios Grammy Latinos le otorgaron el Founder Award, un reconocimiento por su trayectoria en la industria musical mundial. Amante de la música clásica, esta mujer, hecha a sí misma y de conversación pausada, reconoce que, hasta que no se puso a trabajar con Miguel Bosé, no escuchaba música pop.
Pregunta. Antes de ser manager, se dedicó a la danza.
Respuesta. Empecé a bailar a los nueve años con clases diarias que compaginaba con los estudios. Quería ser bailarina. A los 16 años me di cuenta de que no iba a ser una number one y empecé a estudiar la escritura del movimiento, que ayuda a enseñar las coreografías a los bailarines. Lo estudié tres años en Londres.
P. En Londres es cuando entabla su relación con Miguel Bosé.
R. Realmente, le conocía del Liceo francés. Éramos muy amigos, hacíamos teatro juntos en el colegio y decidimos irnos juntos a Londres a terminar nuestros estudios. Fue totalmente casual empezar a trabajar para él. Empecé como asistente personal. Le coordinaba los bailarines, la promoción con la compañía de discos… Llevaba su agenda. Corría octubre de 1978.
P. ¿Cómo se hace su manager?
R. A finales de 1980 me lo pide y me hago en 1981, en esa gira. Desde el principio me vinculé mucho con el mundo discográfico porque la casa de discos me utilizaba mucho para coordinar todo. Yo hablaba idiomas: inglés, francés e italiano. Eso me ayudó. La compañía CBS me ayudó un montón. Tuve la suerte de trabajar con Tomás Muñoz como presidente, José María Cámara como director de marketing y Aurelio González al frente del arte y repertorio… Lo recuerdo fabuloso.
P. Miguel Bosé se convierte pronto en estrella y usted está recién llegada al negocio.
R. Antes de trabajar como manager para Miguel, él ya tenía éxito. Cuando entró, era una vorágine. Todo era nuevo. No había móviles, ni fax. Era la época del telex y las conferencias telefónicas. Para hablar con México tenías que pedir una conferencia. Hoy parecen tiempos más difíciles, pero eran maravillosos. Y lentos. La burocracia era todo por correo y los contratos podían tardar un mes en ir y cruzar el charco. Y las giras eran de tres meses. Ahora, nadie las hace. Como mucho son de cinco semanas.
P. ¿Acabó su relación profesional porque Bosé no le hacía caso?
R. Es correcto. Tuvimos desavenencias. Él decía que hacía lo que le daba la gana y con toda la razón (risas). Y yo decía que, si no me hacía caso y no servía de nada, me iba. Fue un razonamiento un poco infantil y con carencia de experiencia. Con los años, he aprendido que es el artista quien decide siempre. Tu trabajo como manager es aconsejar, dirigir y decir lo que piensas. Era una época muy pasional. Sigue siendo un gran amigo mío y un profesional que respeto mucho.
P. De un tiempo a esta parte, siempre está en el ojo del huracán por sus declaraciones.
R. Tiene sus ideas y yo prefiero no meterme en ese terreno. No tengo mucho más que decir.
P. En Hispavox, se pone a trabajar con Mecano.
R. Hacía internacional y en mi vida social me vuelvo amiga de José María Cano, que me pide traducir unas letras del italiano. A raíz de esa amistad, me dice que el grupo quería que fuera su manager. No lo veía. Me entrevisté con los tres y me gustó la idea. Volví con la condición de no ser manager en exclusiva. Monté mi oficina para tener más artistas. Mi intuición me decía que así era mejor. Y ellos me dijeron que sí.
P. ¿Qué vio en ellos?
R. Todo el mundo a mi alrededor me decía: ‘Rosa, ni lo dudes’. Eran ya un grupo enorme. Habían vendido un montón. No me había metido mucho en el mundo de Mecano, aunque conocía letras, canciones… Al conocerlos de cerca, me gustó mucho el motivo que me dieron: ‘Queremos ser internacionales’. Me encantó. En mi ADN está lo internacional. Es fundamental salir fuera de tu propio país. Me motivó muchísimo.
P. ¿Estaba bien desarrollado el mercado internacional entonces?
R. Para nada. Pero, ojo, Raphael y Julio Iglesias estaban en CBS. Lo que pasa es que era otro tipo de música. Miguel Bosé les parecía un escándalo, pero solo porque llevaba zapatillas. Hay que transportarse a esa época, claro. Los cantantes cantaban con corbata y con traje. Ya con Mecano ni te cuento: las letras, el look de los ochenta… Fue todo innovador.
P. Imagino que tenían en la mente Latinoamérica.
R. Para la música pop estaba todo para descubrir en Latinoamérica, pero ellos también querían triunfar en Europa. En Francia, Mecano se consideraba casi un grupo francés. Hicimos giras por toda Europa. Yo coordinaba toda su agenda con los discos y los conciertos. Hablaba con los tres por separado y juntos y transmitía su voluntad a la compañía, las televisiones… a todos.
P. ¿Eran muy peleones con sus objetivos?
R. Sí, claro. Eran peleones y ambiciosos. Sabían perfectamente lo que querían y a mí me encantaba. Es importantísimo que un artista esté encima de su trabajo y me encanta que me llame mucho para consultar todo.
P. Tan dentro como estaba, ¿qué les separó?
R. Se tomaron un descanso, realmente. José María decidió, entonces, que dejaba el grupo. Cada uno quería una cosa diferente.
P. ¿Sueña con la posibilidad de volverlos a reunir?
R. Sí, claro (ríe). Me parece una pena que no suceda.
P. ¿Se lo dice a ellos?
R. Claro, y lo saben y cada vez es un tema distinto por lo que no lo hacen. Uno, el otro o el otro… Nunca sale. Está muy difícil.
P. La oficina que montó es la actual RLM.
R. Eso es. Teníamos a Mecano y La Unión, que me los presentó Nacho Cano. No me pensé mucho lo de montar la oficina. Había sido muy intenso con Miguel Bosé y apliqué mi sentido común, que es lo que más usó en mi vida profesional y personal. Monté una oficina en mi casa, empaquetando posters. Después ya tuve un asistente, un contable… todo muy poquito a poquito. Siempre he sido muy low profile (perfil bajo), con los pies en la tierra. Nos reuníamos en mi salón, con las cajas, con el whisky.
P. Su otro gran fichaje fue Alejandro Sanz.
R. Me llegó a través de Warner. Iñigo Zabala firma a Alejandro. Iñigo era muy amigo mío y me dice que está loco con este artista. Me entrevisté con Alejandro y lo firmé. La música que había escuchado era un tiro y lo que vi fue un carisma brutal. Una simpatía devoradora.
P. ¿Cómo de importante es la actitud para un músico?
R. Mucho. Los artistas deben ser personas con los que quieres estar. El artista es bueno cuando tiene un magnetismo que atrae. Miguel Bosé era el número uno. Entraba en una habitación y todas las miradas iban para él. No por guapo, que también, sino por carisma. Eso es necesario.
P. ¿Alguno que no tuviese nada de esto?
R. Sí, claro, pero no lo nombraré. A veces, se compensa con la capacidad de trabajo o el talento. Son muchas las facetas que hacen a un gran músico. Por ejemplo, hay artistas que es mejor que no hagan ruedas de prensa, pero que la gente flipa con él en directo.
P. Alejandro Sanz y usted acabaron muy mal. Él perdió el juicio contra usted. ¿Qué piensa de todo lo sucedido?
R. Tengo una capacidad magnifica para borrar las cosas negativas. Me quedo con 25 años maravillosos de haber trabajado con uno de los grandes artistas latinos.
P. ¿Han vuelto a hablar?
R. No.
P. ¿Cómo llegó Raphael?
R. Fue muy bonito. En 2005, me escribió una carta para quedar a comer. Le había conocido en los tiempos de Hispavox, pero él no se acordaba. Comimos juntos y le dije a mi equipo al volver a la oficina: ‘Oh, my God! Raphael quiere trabajar con nosotros’.
P. Era un perfil distinto. Raphael ya era veterano y venía con una carrera muy consolidada.
R. Fue un trabajo como si fuese un artista de 25 años, de pop y nuevo. Le encantó. Hicimos una línea muy distinta a lo que había hecho. A él le gusta renovarse y se adaptó muy bien. Si se ve su especial de Navidad, está con Guitarricadelafuente. A él le encanta. Es una máquina. Raphael siempre va por delante. Es imposible ir por delante de él. Nos lleva años luz.
P. ¿Y Rozalén?
R. De las pocas artistas que trabajo con ella desde sus principios. Ella viene por YouTube. Me pareció una maravilla y me enamoré de ella desde el primer instante. La invité a tocar en la fiesta que hago en Navidad en mi casa. Tocó cuatro canciones y nos quedamos todos enamorados. Llevamos diez años y es fantástico. Tiene talento, carisma y unos resultados buenísimos.
P. ¿Ha hecho mucho de psicóloga con sus artistas?
R. Es algo que ahora me paro a pensarlo más, pero antes nunca lo hacía. Es lógico que cuando un artista tiene debilidad tienes que estar ahí. Es fundamental respetar sus tiempos. Cada artista es un traje a medida que tienes que hacer. Claro que se utiliza mucho la psicología, pero todos la usamos en nuestro trabajo y, sobre todo, cuando trabajamos en equipos.
P. ¿En qué ha cambiado la industria en las últimas décadas?
R. Es muy diferente. La manera de hacer promoción: antes un artista se pateaba España y ahora lo hace por teléfono o zoom. No hay esa promoción. Ahora, tienen que trabajar sus redes sociales, que se han vuelto indispensables. La realidad es que cuando llega un artista a la oficina miramos cuantos seguidores tiene, pero luego ya queremos escucharlo, verlo en un escenario… Confieso que vemos si tiene capacidad de atraer seguidores. Y los discos. Ya no se venden. La palabra millón ya no existe. Y eso hace que las compañías de discos también hayan cambiado. Pero sigue siendo muy divertido.
P. ¿Le afectó ser mujer en una industria tan masculina?
R. He sido siempre una inconsciente absoluta del hecho de ser mujer. Me he movido, cierto, en un mundo de hombres, menos cuando trabajaba en el ballet. Siempre he tenido carácter y he vivido todo de una forma natural. De la problemática real de las mujeres, he sido consciente más ahora. Porque me fijo y hay mucha conciencia. A mí me apoyaron mucho los hombres, la verdad.
Babelia
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