Pablo Alborán: “Quiero salir del papel de niño bueno. No lo soy para nada”
A la estrella del pop, que publica nuevo disco y celebra 10 años de carrera, no le importa romper con su imagen estereotipada
Las oficinas de Warner Music son un hervidero de personal en torno a Pablo Alborán (Málaga, 33 años), quien publica La Cuarta Hoja, su sexto álbum de estudio. Como en otras ocasiones, la jornada promocional se promete movidita para esta estrella del pop español que siempre sabe sacar su mejor sonrisa en situaciones de estrés. Cumple ahora 10 años desde que debutó y confiesa que este álbum trata del amor imperfecto, el único que es de verdad porque supera los obstáculos.
Pregunta. Dice que este disco es de “amar de uñas y dientes”. ¿Cómo es eso?
Respuesta. Esa frase viene de una canción que se llama Voraces. Trata de ese momento de las relaciones en las que sabes cómo eres. Es decir, discutimos, gritamos, nos peleamos, la liamos parda en casa… pero no por eso somos peores. El hecho de mostrarte tal como eres hace que el amor sea mucho más sólido. Por eso, “amar con uñas y dientes”.
P. ¿Cuándo falta el amor tiene la música?
R. [Se toma unos segundos para pensarlo] Nunca me ha faltado amor.
P. ¿Nunca?
R. No. Y menos mal. He sido muy afortunado porque he tenido siempre amor de muchas formas.
P. En el disco, habla también de “curar heridas con copas con los amigos”. ¿Cuándo fue la última vez que sucedió?
R. Hace demasiado [ríe]. Hará ya dos meses, justo antes de irme de gira. Ese día hice una fiesta en mi casa en Madrid, el mejor sitio para pasarlo bien.
P. Con este disco se hace también una década de carrera. ¿Qué le diría al Pablo Alborán de hace una década?
R. Puff… No sé. Cuando me preguntan qué consejo le daría a alguien que está empezando, nunca me siento capaz de dar ninguno. Imagina darme uno a mí mismo. No me diría nada. Me haría mucha ilusión encontrarme con mi yo de hace 10 años. Me transmitiría mucha ternura porque, cuando veo ciertos vídeos, me digo: ‘Ostras, cuántas cosas han cambiado, pero también cuántas siguen intactas’. De las que han cambiado hay mucha ingenuidad cuando estás empezando y mucho desconocimiento. Sigue intacta la ilusión y lo claro que lo tengo por seguir aquí.
P. ¿Cómo se hace para no cambiar cuando ya se hace uno famoso?
R. No hago ningún esfuerzo. No hay que hacer nada. Si tienes que hacer un esfuerzo real, entonces, es que está mal. Yo no diferencio el Pablo Alborán famoso del personal. Entiendo que la gente lo haga, pero yo no. Yo no olvido que soy artista mientras estoy comprando el pan ni que tengo que comprar el pan cuando estoy en el escenario. Suelo hacer mi vida como la he hecho siempre.
P. La música urbana domina todo. ¿Le ha dado miedo no actualizarse?
R. Miedo no. Hay cosas de la música urbana que me encantan y, entonces, no me puede dar miedo. Más bien he pensado mucho sobre ello. Y no he pensado tanto en el estilo, sino en la forma en la que se consume música hoy en día. Incluso cómo se consume hoy la información. Todo va de una forma súper rápida y no tengo tiempo de asimilar ni lo que veo ni lo que escucho ni lo que me cuentan. Con respecto al estilo, no tengo problema. Entiendo que la gente necesite catalogar a un artista para saber situarlo, más en el arte. Cada uno tiene un estilo. Yo no tengo prejuicios con esto. Quien escuche mis discos verá que hago unas frikadas tremendas que no tienen nada que ver con la imagen que se tiene de mí.
P. Entonces, reguetón y pop no son incompatibles.
R. Para nada. Puedo entenderlo al principio cuando llega una corriente y, como siempre, toda corriente nueva crea temblores. Pero creo que ahora es momento de aceptar que no podemos estar todo el día diciendo qué es bueno y qué es malo. Hay cosas que te pueden gustar y otras que no. Es lícito que te guste y también que no lo haga. La música es libre. Los músicos no debemos plantear este problema, ni siquiera pensarlo. Estaríamos condicionadísimos.
P. ¿En qué momento ese consumo de información le ha asustado?
R. En el cine. Con las películas infantiles. Tengo mucha ternura con los dibujos que yo veía y ahora, cuando los veo con mis sobrinos, siento que hay una aceleración en la que no te da tiempo a procesar ni la broma que acaban de hacer. Al niño no le da tiempo que le haga gracia un gesto, porque automáticamente hay otra broma, y otra, y así toda la película… Tu-tu-tu… Música constante, bromas constantes, efectos visuales constantes… Al final, ha terminado la película y no sabes de lo que va.
P. ¿Cómo hace para que no le afecte?
R. Intento frenar. Si me pongo a buscar una película en Netflix o Amazon, me estoy una hora buscando para encontrar una buena serie o película y hacer el ejercicio de verla tranquilamente. También me pasa con la música. En gira, me encierro en mi habitación y hago el esfuerzo de escuchar los discos enteros.
P. Contó que fue a terapia porque se metía “mucha caña”.
R. En algún momento fui. Creo que es sanísimo… pero no que te metan caña [ríe]. Me refiero a ir a terapia. Yo siempre he sido muy cuadriculado en mi vida. Y ahora quiero ser lo contrario [Pablo Alborán coge el disco y lo muestra]. Por eso, en este álbum sale un círculo. Representa que ya no quiero ser como mi naturaleza a veces me lleva. Es decir, no quiero ser cuadriculado, muy ordenado, muy germánico… A veces, hay que soltar un poco las riendas. De todas formas, sigo siendo exigente y tengo gente a mi alrededor que también lo es.
P. ¿Cuándo fue la última vez que se dijo: “Pablo, para”?
P. Todos los días. Un ratito tengo que hacerlo [ríe]. Ayer mismo. Cuando llegué a casa, me dije que me iba a comer el caldo de pollo y no voy a mirar más el móvil ni nada. Simplemente, voy a cenar y ya está.
P. Sin embargo, las redes sociales no ayudan a parar. Ahora, se ha hecho Tik Tok y lo actualiza mucho.
P. He tenido esa reflexión sobre parar con este tema y cómo las viejas formas de promoción parece que desaparecen del todo. Al final, he aprendido aceptar que el mundo cambia. Es inevitable. No soporto estar anclado en el pasado. Por eso, estar adaptándome a las redes sociales no me importa. Me parece hasta divertido. Es más: a mí Tik Tok me ha salvado de horas de insomnio, de esperas en el aeropuerto o en entrevistas… Me lo paso bien.
P. ¿Cómo lleva que la gente sin conocerle pueda opinar de usted?
R. Normal. Lo hacemos todos.
P. En 10 años de carrera, ha sido nominado 29 veces a los Grammy y no ha recibido ningún premio. ¿Qué le diría a la academia?
R. [Ríe]. Lo que digo siempre: gracias por nominarme, llamadme para cantar y, si en algún momento, cae un Grammy o dos o 20, pues fenomenal. Si no me dan ningún Grammy pero me sigue yendo como hasta ahora, prefiero que no me lo den nunca, la verdad.
P. ¿Sigue con la idea de hacer cine?
R. Sí, claro. En enero vuelvo a las clases de interpretación.
P. ¿Qué papel le gustaría interpretar?
R. Todavía no lo sé [ríe]. Estoy en ello. Me gustaría hacer algo diferente al estereotipo que la gente tiene de mí. Es decir, salir del papel de niño bueno, que no lo soy para nada.
P. ¿Alguna película o serie que le haya marcado como para verse ahí?
R. Hay una serie que me encantó… Se me ha ido el nombre… ¿Lo ves? Estamos saturados de información como decía antes… ¡Mare of Easttown! Esa. Ahora [ríe]. Luego, mis padres me dicen que si tenemos alzhéimer y yo digo: No, papá, mamá, es la sociedad y el mundo de exceso de información en el que vivimos… Su protagonista es Kate Winslet y me encanta su realismo y su manera de desmitificar todo a través de un personaje como ella. Winslet rompe el estereotipo que se tiene de ella y eso me gusta mucho.
P. Entonces, prefiere que la gente le desmitifique.
R. No soy ningún mito ni pretendo serlo. Mis verdaderos fans saben perfectamente cómo soy. Me gusta mucho el respeto y el cariño que hay frente a la normalidad, a la naturalidad y la humanidad. Hoy en día, creo que es muy difícil que surjan mitos inalcanzables, de esos de antes, porque para qué. Qué esfuerzo tener que ser eso. Ni soy perfecto ni yo pretendo serlo.
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