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CONVERSACIONES A LA CONTRA

Ede: “Todos somos tóxicos, demandantes, inseguros”

Una de las cantantes y compositoras con más talento de la última generación publica su primer disco, ‘Lucero’. Además, es actriz en películas como ‘La consagración de la primavera’

Ede, artista, fotografiada en su piso de Madrid.
Ede, artista, fotografiada en su piso de Madrid.Olmo Calvo
Fernando Navarro

Dice medio en broma que es un poco PAS (Persona Altamente Sensible) cuando le molesta el ruido del movimiento de las cajas de cervezas que los transportistas dejan en el bar. Ede (Madrid, 24 años), pelo naranja y mirada brillante, se dio a conocer por sus colaboraciones con Xoel López, Club del Río e Ismael Serrano, pero empezó a despuntar en solitario por unas canciones personalísimas. Actriz (participa en la película La consagración de la primavera y la serie Servir y proteger), cantante y compositora, publica ahora su primer disco, Lucero. Sale del madrileño barrio de Carabanchel.

Pregunta. De Rosendo a Ede. Carabanchel sigue siendo cantera musical.

Respuesta. Aquí se vive intensamente (risas). Soy muy gata. Carabanchel es mi barrio, aunque ahora vivo en La Latina. Me encanta, como me encanta Madrid. Pese a las dificultades económicas de esta ciudad, es un lugar que acoge a todo el mundo. No soy nacionalista ni regionalista, pero sí soy barrionacionalista. Amo los barrios de Madrid: Carabanchel, el que más, y también La Latina.

P. En Carabanchel pasó la infancia y adolescencia y se interesó por la interpretación por encima de todo.

R. Así es. Cuando tenía unos 10 u 11 años, me interesaba más la danza. Luego, ya llegó la música. En bachillerato no sabía qué estudiar. Estaba un poco perdida y, aunque me interesaba la música, no me quería ir a un conservatorio. Mi padre, que es director de instituto, me enseñó la RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid). Entré porque tenía algo que me llamaba con la música y la interpretación, pero no había hecho teatro nunca. Había bailado y cantado mucho, pero nada de teatro. Ni una clase de teatro. Supongo que en la pantomima siempre he encontrado una forma de que el mundo se me haga más leve.

P. Con su nuevo disco, ese mundo también se amortigua. Suena relajante sin serlo.

R. Desde el principio no he querido hacer música acústica. No quería que se me etiquetase en modo de cantautora acústica en mi primer Ep. No tengo nada en contra de ello, pero no me veía ahí. Mis inquietudes sonoras iban por otro lado. Para este disco, bicheaba con la producción, hacía maquetas más instrumentadas… Llevaba con este disco unos siete u ocho años desde la primera canción que compuse. Es un viaje de estos años.

P. En ‘Caballo ganador’ canta: “Me peleo con todo lo que viene”. ¿Cuál es esa pelea?

R. Puff… Tengo una cosa muy peleona. Con el tiempo he aprendido abrazar esa parte de mí porque, en su día, la odié mucho de mí misma. Es una parte de luchar mucho y llevarme también a sufrir mucho por ello. En general, me pasa con todo. El otro día en terapia me lo decía la psicóloga: “Me lo peleas todo”. Soy muy cabezota, muy madrileña. Con esta canción, hablo de que me estoy perdiendo un poco lo que ya tengo por pelearme por lo que va a venir. Y, a veces, también mola soltar un poco las armas, sentarse tranquilamente y disfrutar un rato. Mola dejar de mirar el campo de batalla y darse la vuelta y contemplar los árboles.

P. ¿Hace cuánto que va a terapia?

R. Desde que tengo 17 años. He ido muy espaciadamente.

P. Bastante joven.

R. Mi generación ha vivido un camino propio y ha roto el tabú de la terapia. En mi casa la primera vez que lo dije en alto, mis padres se asustaron un poco. Me decían: “Pero qué te pasa. ¿Ha pasado algo malo?”. Se lo tuve que explicar que simplemente me apetecía iniciar este viaje.

P. ¿A qué caballo ganador no se subiría?

R. Mis entrañas son mi guía. Cuando algo me está diciendo que no, y no tiene por qué ser algo malo, pues es no. Mis entrañas no me dejan permanecer en sitios cuando siento que algo no está bien para mí. No hablo de que se me trate como una reina. Me refiero más a algo que tiene que ver con ciertos valores y una forma de hacer en la vida. A medida que me hago más mayor y tengo más diligencia, me doy cuenta de que sé elegir mejor mis situaciones y personas en función a todo esto.

P. ¿Qué valores son esos?

R. Principios esenciales para mí: el respeto y la sensibilidad a lo que sucede en la vida. No me subiría nunca a un caballo ganador que no tenga estos principios.

P. Canta, compone, toca, arregla y maneja la estética de sí misma y del disco. ¿Controlar todo el proceso como artista es mantenerse fiel a esos principios?

R. Sí. También de empoderamiento. A mí hay una parte de ser muy explícita con los mensajes de empoderamiento que no me gusta. Yo quiero que mi trabajo hable por mí. Entiendo que es necesario decir cosas, pero no me gusta redundar tanto en el discurso y prefiero hablar de mi proyecto. Es decir, prefiero que se vea cómo soy yo en la música y cómo trabajo y con quién trabajo. Voy con dos músicas espectaculares, llevo mi oficina artística con mi prima Lucía y hago todo en mi música.

P. Eso sí, en la canción ‘Buena y pura’ se refiere a la condescendencia con las mujeres.

R. Es eso y también habla del valor que nos damos las mujeres. Nos hemos puesto unos estándares de ser empáticas, cuidadoras, jefas, amigas… y todo a la vez. Tenemos que ser perfectas. La canción viene a decir que yo tengo partes oscuras. Hay una palabra que odio y que está de moda: tóxico. Todos somos tóxicos, demandantes, inseguros… El discurso es muy superficial en torno a esto y a eso de ir a terapia y parecer que todo se cura. No va así para nada. La canción es una forma de vernos como mujer con partes que también son una mierda y hacen daño a la gente y no puedes no tenerlas porque somos humanos. En el mundo femenino, en mis amigas y compañeras, a veces, veo una hiper vigilancia. Y no puede ser. Por algún lado va a fallar y vamos a ser menos justas o coherentes de lo que deberíamos. A veces, soy mala.

Ede, artista, fotografiada en su piso de Madrid.
Ede, artista, fotografiada en su piso de Madrid. Olmo Calvo

P. Y cuando sucede que lo es y lo sabe, ¿cómo lo afronta?

R. Mal. Digo todo este discurso ahora y luego lo llevo fatal cuando no soy perfecta. Pero estoy aprendiendo a no sufrir tanto y a saber abrazarlo. Me da rabia no cumplir ese ideal que tengo de mujer, pero la madurez es asumir que ese ideal no existe.

P. Tiene 24 años. La juventud le obliga a exigirse más para demostrar más.

R. Totalmente. También estoy aprendiendo a deconstruirme para saber que no tengo que estar todo el tiempo demostrando. Soy joven, mujer y voy en solitario. Todo se junta y, entonces, surge el síndrome de la impostora, tan del mundo femenino. En mi caso, es una bestialidad. Y es así porque influye que se me asoció desde el principio a mis colaboraciones con Xoel López e Ismael Serrano. Me peleo mucho para demostrar el doble. Ahora, en cambio, estoy aprendiendo a relajarme con todo esto. Intento dejar el sobreesfuerzo de demostración personal algo aparcado.

P. En ‘Lobas’ dice: “Cantando vamos a sobrevivir”.

R. Literalmente. La gente que somos muy sensibles encontramos un lugar seguro en la poesía, en la expresión artística. La vulnerabilidad no es una debilidad. Este sistema quiere que nos creamos que cuanto más te blindes contra el sentimiento más productivo eres. No quiero entrar en esa rueda.

P. ¿Su visión, como la de otras compositoras jóvenes, ha venido para quedarse?

R. El otro día escuchaba a Zahara cantando con Natalia Lacunza en un remix de una de sus canciones. En un momento determinado, Zahara mete una estrofa rapeada, casi recitada, hablando de los abusos en la industria de una forma absolutamente literal. Yo aluciné. Pensé: ‘No hay otra forma de decirlo’. Zahara se ha atrevido a decirlo ya sin poesía, sin tonterías. Se pone a repartir cera de una manera totalmente explicita y sin pelos en la lengua. Es fuerte. Ella está ya consolidada y es necesario. Creo que escucharlo me da una fuerza tremenda y me hace plantearme cosas de mi propia vida. Queda mucho camino, pero la gente que estamos creciendo ahora en la música necesitamos estas concepciones.

P. ¿Qué es lo que más le asusta de la industria musical?

R. Perder el norte. Siento que ahora es muchísimo el bombardeo de internet y las redes sociales. Estamos metidos en una vorágine de herramientas que hay que usar para darte a conocer. Hay días que hago mucho más contenido de redes sociales que de música. Me da miedo que sea tan invasivo. No quiero perder la perspectiva de porqué hago música. Hay semanas enteras en las que me paso todo el tiempo currando en mi proyecto y no dedico nada a componer música. Me pongo a editar vídeos, a currar en un reel de Instagram, luego en minivídeos de Tik Tok… Me paro a pensarlo y me doy cuenta de que no he hecho nada artístico.

P. ¿Cuál sería su objetivo en la música entonces?

R. Me bastaría para que me diese el dinero suficiente para comprarle una casa a mis padres. Y ya está. Bueno, y otra a mí (risas). Vamos, que lo que quiero es vivir dignamente con la música. Al menos, si no da para la casa, que me dé para poder invitar a mis amigas.

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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

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