18 faros españoles y sus atractivas formas
De Punta Galera, en Torredembarra, a Punta del Castillete, en Gran Canaria, un recorrido entre torres de luz, tanto mediterráneas como atlánticas, que sorprenden por su diseño apartado del canon así como por la belleza de las costas que iluminan
Los faros, como estructuras circulares o su versión moderna siguiendo el patrón de torres de hormigón normalizadas, representan un cliché petrificado, pura iconografía costera. Para acabar con esa monotonía estética, el Plan de Señales Marítimas de 1985-1989 alentó diseños más personales, estructuras de jalonamiento de costa convertidos en reclamos turísticos para los amantes del mar. Estas nuevas torres de luz debían orientar ―al menos una― a cualquier barco situado a 20 millas náuticas (37 kilómetros) de tierra. Además, con estos nuevos faros, se conseguía que cualquier nave a menos de 12 millas náuticas (22 kilómetros) de la costa dispusiera al menos de dos luces de referencia.
El diseño farístico, supeditado siempre a la funcionalidad, estaba encomendado tradicionalmente a los ingenieros de caminos, canales y puertos. Hasta que los arquitectos fueron invitados en este plan de señales marítimas. Con el paso de los años, esos hitos luminosos se han ganado el cariño del vecindario, que ya los concibe como algo propio, como símbolo de su identidad territorial. En Canarias, los farófilos, que son más de lo que pueda parecer, dispondrán del mejor caladero de formas y alturas.
1. Los 189 escalones del faro de Punta Galera, en Torredembarra (Tarragona)
Este faro firmado por el arquitecto Josep Llinàs i Carmona para Torredembarra —uno de los pocos faros visitables en España— supera con mucho la condición de edificación pública de carácter civil. Es ante todo un ejercicio de arquitectura humildemente atrevida que personalizó el paraje costero a partir del 1 de enero de 2000 con una torre prismática octogonal de hormigón que brota directamente del acantilado. “Ocupación mínima para preservar la naturaleza original del terreno”, apunta Llinàs. La memoria del proyecto original disponía que el faro emergiese del Mediterráneo y que, al tiempo que señal marítima, fuese punto de atracción turística (esto sí se ha llevado a cabo).
“Las 48 ventanas con alféizar volado de chapa de bronce que acompañan la escalera se pensaron para que ya desde el inicio se fueran adquiriendo visiones parciales del territorio que hicieran deseable la gran vista desde el mirador”, aclaró el arquitecto. Los marcos de los ocho ventanales del mirador, desde los que se otea el cabo de Salou —y Mallorca, con buen tiempo—, así como las ventanas que recorren el fuste, son de aluminio anodinado a fin de resistir la corrosión.
La linterna, marca Maquinista Valenciana, es de fundición de hierro recubierta parcialmente con chapa de cobre y elementos de latón, y alberga una óptica de 350 milímetros de distancia focal. Con el sistema de rotación constante (algo muy habitual en los faros) se busca no quemar los equipos electrónicos bajo el efecto lupa. En el voladizo ornamental que le da al conjunto su impronta personal, ¿quién no ha creído ver una sombrilla de cóctel?
La mayoría de los fines de semana —y diariamente en verano— se puede acceder al mirador situado en la parte superior de la torre tras negociar 189 escalones y 6 descansillos, reservando la entrada en la oficina de turismo de Torredembarra, al precio de 3 euros. Los grupos son de un máximo de siete personas y no se recomienda la visita a menores de 10 años.
2. Proa mineral y futurista en el faro de Punta del Hidalgo, en La Laguna (Santa Cruz de Tenerife)
De haberse erigido en la península Ibérica, este faro hubiera desencadenado todo un aluvión de autofotos y comentarios, sin contar con su aparición en películas y series. Ello por su espectacularidad: una macla nívea elevada a la condición de intrigante monolito (remite sin duda a la película 2001: Una odisea del espacio) que parece surgir del magma volcánico con unos blancos volúmenes de hormigón a modo de cristales orientados en progresión respecto a un eje, según el proyecto del ingeniero Ramiro Rodríguez-Borlado. Su imponente formato de sección troncopiramidal irregular, sin curvas y activo desde 1994, se concibe como proa que quiere parecerse a la trompetería de un órgano o a una flauta de pan. O salido mismamente de la geoda del Pulpí (Almería). Todo es imaginar. Uno aquí puede pasarse horas viendo el efecto cambiante de la luz solar y las nubes en su estructura.
Los 52 metros que median del océano hasta el foco impiden ver a los pies del faro la linterna a la intemperie que protege una óptica giratoria de tres bombillas responsables del grupo de tres destellos cada 16 segundos. En el exterior sigue prestando servicio la antena del Sistema de Identificación Automática de Barcos (AIS), que transmite la posición de cada barco en la mar y que es obligatorio activarlo por los buques de pasajeros y por los que tengan previstas singladuras internacionales.
El acceso al recinto debe realizarse a pie desde el camping municipal Punta del Hidalgo, lo que supone disfrutar de kilómetro y medio de costa declarada zona Zepa (avifauna protegida), en la que no extraña la presencia de una caseta de avistamiento de aves (existe otra al otro lado del faro) en una costa que es muy del gusto de surfistas experimentados y en la que se impone la vista de la montañosa península de Anaga.
Hasta el 31 de diciembre abre, muy cerca, El Borgoñón de Sandra, un agradable guachinche, típico bar sumamente casero característico del norte de Tenerife, abierto solo unos meses al año. Su oferta alterna la carne, los huevos a la inglesa y la pota en salsa.
3. Una nave ilumina la Costa da Morte en el faro de Punta Nariga, en Malpica de Bergantiños (A Coruña)
Pocos faros están asociados a un arquitecto como Punta Nariga con el pontevedrés César Portela. La obra se conserva en muy buen estado (casi tal y como estaba cuando se activó en Malpica, allá por 1998). Fue a consecuencia del Plan de Señales Marítimas 1985-1989 que Portela diseñó en este paraje bravío un buque que surcaba un mar de rocas muy erosionadas esperando que la marea lo alcanzase, muy a tono con un entorno fragoroso presidido por las islas Sisargas y el cabo Roncudo. “He sido respetuosísimo con el escenario en que se encuentra sin llegar a ser servil, sin intentar camuflar la obra. Un faro cuya luz tenga que alcanzar 50 metros de altura focal para hacerse visible a 22 millas náuticas (40 kilómetros), no lo hubiera permitido”, comenta el autor a sus 87 años muy bien llevados.
Conforme asciende la estructura, el granito desbastado, tallado y pulimentado gana en elaboración. Todo en las entrañas de este formidable barco, que recuerda al alcázar de Segovia, parece tener sentido. En el primer mirador, de planta triangular, estuvo a modo de mascarón de proa la escultura en bronce Atlante, de Manolo Coia, hasta que hace un par de años fue robada y troceada para venderla como chatarra (va a volver a ser fundida). Lo que no quita poder inmortalizar un momento Titanic.
Subiendo 37 escalones se llega al segundo cuerpo, a modo de baluarte, inscrito en el anterior. En días tormentosos, los celajes y el movimiento de los temporales transmiten a este conjunto un constante y fuerte dinamismo. Muchos se reúnen aquí, muy bien abrigados, para ver la caída del sol en su avance hacia el oeste. El fuste circular de Nariga se eleva 17 metros de altura en una labor de cantería trazada con sillares curvos de granito gris Mondáriz flameado, para aguantar los envites de los temporales. De su linterna aeromarítima (transparente para servir de guía a barcos y aviones), de 3,5 metros de diámetro, sale despedido un grupo de tres destellos seguidos de un destello aislado cada 20 segundos. Los alrededores asombran por un conjunto de rocas erosionadas a cual más inspiradora, como la figuración zoomorfa próxima al aparcamiento O Can (El Perro). Por aquí pasan intermitentemente los senderistas de O Camiño dos Faros.
4. Cromatismo a gran escala en el faro de Ajo, en Bareyo (Cantabria)
Con la apariencia diurna se busca destacar la personalidad del faro, tradicionalmente encalando el fuste o pintándolo con franjas horizontales, espirales o verticales en color azul o rojo; o con ajedrezado rojiblanco, que en el faro de n’Ensiola (Cabrera) es rasgo único. Lo que a nadie deja indiferente es que un faro cónico y hormigonado de color blanco sirviera en 2020 de lienzo (no sin críticas por su impacto en el paisaje) a la fantasía del artista cántabro Okuda San Miguel, especializado en llenar de color grandes espacios abandonados o en parte olvidados. Raro es el puente de barco que surca el cabo de Ajo, en el extremo occidental del golfo de Vizcaya, cuya tripulación no se dé de codazos al distinguir con prismáticos estas formas geométricas y policromáticas pintadas en la torre normalizada de 1980, fecha reproducida en la veleta. Se atisba la fauna cántabra entre más de cien colores, incluidas las coloraciones de numerosas banderas. Una imprimación antioxidante garantiza que los colores no pierdan su brillantez con el salitre, si bien a esta obra de surrealismo pop se le concedió, en principio, un plazo de ocho años.
Para contemplarlo ya no es preciso aplicar un teleobjetivo. De 10.00 a 20.00, de viernes a domingo y festivos, se puede acceder al recinto de la Autoridad Portuaria de Santander por una senda peatonal hasta quedar a 30 metros de la columna. Después una buena idea es degustar el pantagruélico menú Barra Libre (35 euros; 12 euros hasta 10 años) del restaurante El Rincón de Pitucos. “Se puede repetir cuanto se quiera, mientras se termine todo lo anterior”.
5. La esbelta y férrea columna del faro de San Sebastián, en Cádiz
El faro de San Sebastián, o de Cádiz, está emplazado en el patio del castillo de San Sebastián, protector del franco norte de la Tacita de Plata, construido tras el saqueo anglo-holandés de 1596. Habitualmente cerrado al público, abre ininterrumpidamente al menos hasta el 31 de diciembre, merced al acuerdo alcanzado entre el Ayuntamiento y Demarcacion de Costas. Su torre de 1913 es fácilmente reconocible y conocida por su estructura de acero laminado y color grisáceo que la hacen impar en el litoral español. Una pista es tomar en La Caleta el paseo Fernando Quiñones, tendido sobre los arrecifes hasta la antigua isla, para así apreciar el tubo de palastro (acero laminado) con contrafuertes radiales y frontones neoclásicos como único elemento decorativo en las ventanas.
Utilizando metal hasta en la escalera de caracol se buscaba portabilidad, como sucedió en el delta del Ebro, si bien los remaches practicados hubieran hecho muy improbable su desmontaje. Su característica nocturna de dos destellos cada 10 segundos orienta a barcos que naveguen a 25 millas náuticas (46 kilómetros) de distancia. El segundo faro español en electrificarse fue proyectado por Rafael de la Cerda, a quien se le dedicó uno en Santander. Lo viejos vibradores de la sirena se encuentran a 70 metros. Los atardeceres aquí son de postal. A la hora de comer no se puede pasar por alto un hit de la gastronomía local como es el restaurante El Faro de Cádiz, situado a solo 200 metros de La Caleta.
6. El faro de Morro Jable, en Pájara (Fuerteventura) y su idílico reflejo en el salador
Según se atraviesa el centro turístico de Jandía, en el extremo meridional de la isla de Fuerteventura, se manifiesta paulatinamente un torreón de grueso calibre que no es sino el faro de Morro Jable. Con este, el arquitecto Enrique Martínez Tercero y el ingeniero Mariano Navas rindieron tributo a la arquitectura tradicional de las luminarias francesas e inglesas en una de las playas rectilíneas y kilométricas más fastuosas de la Unión Europea, a sotavento de la península de Jandía.
Una pasarela de madera elevada con barandilla de 400 metros de longitud atraviesa desde la carretera el mayor saladar de Canarias, el de Jandía, entorno marismeño que da paso a una envidiable postal con tumbonas y bañistas en la playa de Matorral.
Activado desde 1996, el faro dispone de un fuste de 11 metros en su base, disminuyendo hasta los 7 metros del collarino, bajo la linterna aeromarítima de 3.000 milímetros de diámetro, girando su óptica BBT de 250 milímetros de distancia focal a 58,60 metros de altura. Como casi todos los faros playeros, incluido el más alto de España, en la localidad gaditana de Chipiona, necesita elevarse sobremanera para iluminar el horizonte y más allá, en este caso hasta alcanzar 20 millas náuticas, es decir, 37 kilómetros. El radar del Sistema Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE), detector de embarcaciones, sigue en activo, y cerca de su base espera un chiringuito muy conocido de comida canaria. El Hotel Faro Jandía & Spa es otra buena recomendación.
7. Un faro de autora en Nules, Castellón
La presencia de los arquitectos lleva tiempo dejándose sentir en el universo farero. Al Concurso Nacional de Ideas de Faros de 1989 se presentó la madrileña Blanca Lleó con un proyecto para el faro de Nules (Castellón, 1995), que le valió a la postre el primer premio. Este elemento que da identidad a una playa infructuosamente regenerada con arena, pero, quizá por ello, relativamente tranquila en verano, proyecta sus modernas formas sobre el que fue muelle medieval y casa de carabineros. A fuer de playero fue preciso cimentarlo sobre pilotes de 21 metros de profundidad. En el fuste de sección cuadrada luce el sillarejo gris claro, primando el acero inoxidable en puertas y barandillas, de la misma manera que el cobre en los elementos de remate. A 33 metros se alza su óptica, que emite dos destellos cada 11 segundos. Lo que pocos saben es que la idea inicial de Lleó fue darle al edificio uso como mirador público, idea que no fraguó, lo mismo que el ascensor —este por problemas de mantenimiento—.
El reparto de los vanos sin cristal que aísla el interior ha dado pie a que alguno crea estar ante una pajarera o un campanario, dándose la circunstancia de que palomas y rapaces lo usen a veces de dormidero. A sus pies se ubica un parque infantil.
8. Un sacacorchos entre plataneras o el faro de Buenavista, en Buenavista del Norte (Tenerife)
Entre las singularidades de algunos faros canarios remarcaremos los que encandilan el océano por una parte y un mar de plataneras por otro, como el faro de Buenavista, erigido en la tinerfeña punta de La Laja, en Buenavista del Norte. Cuando bordeamos en coche Icod de los Vinos ya se empieza a distinguir alineado con el volcán Montaña de Taco. En el mismo casco de Buenavista del Norte arranca la señalización que nos encamina por una estrecha pista de uso agrícola, entre los muros que cierran las huertas de plataneras.
La blanca silueta del faro, que entró en servicio en 1997, se alza majestuosa muy cerca de las olas. Como otros faros de diseño, fue consecuencia del plan de señalización de 1985-1989. A la torre de planta cuadrada le adosaron el arquitecto Enrique Martínez Tercero y el ingeniero Mariano Navas una escalera de exterior de caracol, con aires de sacacorchos, que obliga a soñar con la escalera de incendios firmada por Oscar Niemeyer para el edificio Copan, en São Paulo. Un clásico. La escalera permite al paso a la azotea y a la linterna con óptica giratoria elevada a 46,50 metros sobre la colada del volcán Montaña de Taco, para generar su grupo de cuatro destellos cada 11 segundos. Las potentes olas del Atlántico rompen furiosas sobre los cimientos, sintiéndose en la terraza las vibraciones. Quien lea el horizonte encontrará, por encima de las nubes, asomado, el Roque de los Muchachos, en La Palma. Este faro dispone del Sistema de Identificación Automática (AIS) para saber la ubicación de los barcos.
A 400 metros hacia el levante se encuentra una sima con un diámetro de 30 metros que la tradición oral atribuye al impacto de un rayo. La sima de El Rayo, así se llama, con su arco de entrada, ha sido balizada para evitar males mayores. Y en la zona, el restaurante de cocina canaria La Cabaña tiene como complemento el lujoso hotel Meliá Hacienda del Conde.
9. El antiguo faro de la Banya, en el puerto de Tarragona: portátil y olvidado
La mirada necesita la memoria para ver mejor. Y qué mejor que este armazón desmontable y sin clavos fundido en 1864 con hierro forjado de la mejor calidad; un faro fabricado en Birmingham (Gran Bretaña) pensado para la blanda morfología de la bahía de los Alfaques, en pleno delta del Ebro, cuya playa de Trabucador soportó sus 49 toneladas de peso. Este antiguo faro de la Banya, logotipo del puerto de Tarragona, antaño restaurante y museo de faros, hoy permanece vacío al impedirse al público el acceso en coche. No en balde, para fotografiarlo, es preciso andar desde el aparcamiento situado justo antes de la torre del Reloj (de 1922) tres kilómetros por el Moll de l’Escullera, entre bicicletas y runners, o bien alquilar un patinete o bicicleta eléctricos de Tier.
Diseñado por el arquitecto Lucio del Valle, fue uno de los tres faros activos del Delta hasta la primera mitad del siglo XX, claro ejemplo de una arquitectura que escucha el paisaje. Estos pilotes de rosca enlazados con tirantes, estas paredes de chapa galvanizada fueron catalogados en su día de tercer orden y su luz desempeña hoy la función de baliza portuaria. La pirámide invertida de su base servía de aljibe.
Ya que estamos, no podemos dejar de acudir al Museu del Port de Tarragona. Quien recorra sus variados ámbitos apreciará la reproducción de la popa de una galera que se supone utilizó el rey Jaime I El Conquistador, una vitrina dedicada a señales marítimas o el barco de pesca Capitán Argüello, con el que el poeta Carlos Barral navegaba desde Calafell.
10. Un símbolo fálico o el faro de La Salemera en Villa de Mazo, en La Palma
Normalmente, desde la ventanilla izquierda del avión, justo antes del aterrizaje en La Palma, se puede contemplar la linterna del faro conocido popularmente como La Salemera, diseñado mano a mano por el arquitecto Enrique Martínez Tercero y el ingeniero Mariano Navas Gutiérrez. De penetrante contenido erótico —por su forma de vibrador— no faltaron décimas alusivas durante los carnavales de Villa de Mazo cuando se erigió esta torre piriforme en 1989.
De los cuatro faros que prestan servicio en La Palma, este cilindro hueco de hormigón armado se encarga de iluminar la costa oriental, justo delante de la línea imaginaria que divide el mar del norte y el menos crispado del sur. En costas dominadas por oscuros malpaíses, el faro refulge hasta la ceguera. Y se acompaña con piedras calizas, a juego con el blanco de la torre, que contrastan en la playa de arena negra. De ahí la toponimia del faro.
El faro de este lugar, construido en 1997 y de 37,5 metros hasta su foco, viene apantallado de fábrica y con un único sector de 90 grados como campo de iluminación a base de ledes. Su característica es de tres ocultaciones cada ocho segundos. Al ser una costa muy rocosa e incómoda, los bañistas usan dos pequeñas piscinas intermareales. Y si algo abunda en La Salemera es la pesca —es zona de paso del alfonsiño, pez parecido a la palometa roja— y, además, constituye un interesante punto para fotografiar coral negro a 30 metros de profundidad. Para bucear y observar la fauna marina, lo mejor es preguntar en las empresas Tazacorte y Los Cancajos.
Por último es imprescindible probar los productos del mar elaborados por la chef palmera María Nuria Castro en su restaurante-kiosco Playa Salemera. Cocina lo que se pesca ese día en este recóndito paraje.
11. Placeres al atardecer desde Torre de la Higuera, en Almonte (Huelva)
El aura del faro de Torre de la Higuera (1986) se ha convertido en una especie de burbuja que lo separa psicológicamente de la urbanización turística de Matalascañas (Almonte, Huelva). Hasta él se puede llegar por la pasarela que parte cerca de la oficina de turismo y atraviesa el imponente parque dunar, de 130 hectáreas, dando un buen ejemplo de bosque mediterráneo costero salpicado de pinos, enebros y sabinas. Una alternativa para llegar es aparcar en la avenida de las Adelfas y costear por el agradable paseo marítimo a lo largo de 350 metros.
Los vestigios irreconocibles de la torre de vigía —de la cual el faro toma el nombre— sirven de trampolín a los bañistas al borde de la playa Torre de la Higuera. ”Busqué con este triángulo equilátero la similitud poliédrica con el afloramiento de un mineral”, nos dice el arquitecto Ismael Guarner González. La torre prismática, de 20 metros de alto y con una franja horizontal roja en la parte superior, es formidable. Además, está rematada por una linterna cuyo sistema luminoso va a ser sustituido en breve por otro de menor consumo, sin contar el cambio de motor y el nuevo mecanismo de telecontrol.
Al atardecer, muchos son los visitantes —sobre todo parejas— que se recrean en el paseo marítimo para, a pocos metros del faro, ser testigos de cómo un sol redondo como un globo se hunde en un mar rosa y malva. La costa del Espacio Natural de Doñana pone el resto.
12. El faro Punta Frouxeira en Valdoviño, en A Coruña, un contenedor arquitectónico
Sin perder el hálito de su originalidad, este prisma innovador de la comarca de Ferrolterra, firmado por el ingeniero Mariano Navas y el arquitecto Enrique Martínez Tercero, fue erigido hace tres décadas, y en 2007 fue objeto de una profunda remodelación. Esta consistió en el cerramiento de tres de las caras del edificio: el muro cortina acristalado en forma de “U” se sustituyó por una pared ciega con ventanales, acabando así con las filtraciones que anegaban la estructura. Un ejemplo de cuando la brutal climatología se impone a los proyectos arquitectónicos.
De trazado rectilíneo, la torre de luz equivale a un edificio de nueve plantas y constituyó un arriesgado reto de hormigón y cristal porque sus líneas puras buscan un contraste con el desorden rocoso. El faro, debido a esto, está expuesto a los temporales por lo que siempre hay que enfundarse en ropa de abrigo. Además, dispone de ascensor.
Según Ignacio Fernández, coordinador farero de la Autoridad Portuaria de Ferrol-San Cibrao, “la sostenibilidad de Punta Frouxeira se sustenta en una bombilla de led de solo 60 vátios, lo que permitió sustituir los grupos electrógenos —grandes emisores de CO2— por una bancada de baterías cargadas permanentemente con paneles fotovoltaicos y un generador eólico”.
Y, junto al faro, se extiende el espacio túnel que se estira en dos emplazamientos de baterías de costa, convertidos hoy en balcones sobre la rompiente. La ruta acaba en la Pizzeria Campelo, un mítico establecimiento inaugurado en 1982 donde tiene mucha fama su pizza Campelo, compuesta de grelos, beicon, chorizo, lacón y queso.
13. El faro junto al aparcamiento de Puerto de la Cruz, en Santa Cruz de Tenerife
El faro de Puerto de la Cruz, construido en 1996, iba a integrarse en un parque marítimo que acabó deviniendo en aparcamiento —lo que le hizo un flaco favor a estos seis cubos ciegos en los extremos que, salvo que se advierta de manera específica, muy pocos adscriben al formato de faro—. Sorprende esta torre cuadrangular negra, con el tiro de la escalera blanca en diagonal alrededor del rojo que ostenta la columna central. Todo ello delineado por los arquitectos Estanislao Pérez Pita y Jerónimo Junquera. La altura focal de su óptica giratoria, desde la que proyecta su característica nocturna integrada por un grupo de dos destellos cada siete segundos, es de 31 metros.
Esta costa, denominada “de norte”, es muy peligrosa para el baño o la pesca, por lo que está prohibido pasear por la escollera. Siguiendo el litoral 1,5 kilómetros se llega al complejo turístico Costa Martiánez, unas vistosas piscinas intermareales diseñadas por César Manrique y que nadie debería perderse. De camino se pasa por el puerto Viejo, el Museo de Arte Contemporáneo, la Casa de Miranda y el mirador de la Cala de San Telmo.
14. El faro de Irta, en Alcalà de Xivert (Castellón), disfrutable desde la linde del parque natural
Lo que no consiguió Blanca Lleó por la creciente urbanización de Nules ―”la contemplación del luminoso entorno”―, lo logró la arquitecta Rita Lorite en el faro de Irta gracias a que su alba estructura marca el límite de la zona de máxima protección del parque natural de la Serra d’Irta: un milagro de 12 kilómetros de litoral virgen, mayormente pedregoso, que pide disfrutarse fuera de temporada. Con el de Nules, son los dos únicos faors en España diseñados por una arquitecta.
Frente al merendero de la cala Salada se deja el coche para así tomar el paseo hormigonado, de 600 metros de extensión, que conduce por la orilla hasta el faro. Esta curiosa tipología geométrica, que la mayoría de los visitantes no identifica con un faro (de ahí que se haya colocado un cartel informativo), merece rodearse a pie. En el fuste de forma prismática y sección cuadrada las diagonales concuerdan con los puntos cardinales. Levantando la vista hasta los 33 metros se aprecia la plataforma volada en forma de trapecio irregular que le da más fuerza si cabe a la lucha de líneas. La plataforma soporta una instalación más propia de baliza que de faro, compuesta por grupos de leds blancos —la tecnología led está muy implantada en los faros españoles— alimentados con células fotovoltaicas.
El juego de escuadra y cartabón se completa con ocho ventanales rectangulares con lados menores de secciones decrecientes. Al costado de cala Mundina, este faro inaugurado el 28 de diciembre de 1993 cuenta con 33 metros de elevación y 14 millas náuticas (26 kilómetros) de alcance.
Y tras la visita, qué mejor para conocer el parque natural de la Serra d’Irta que caminar por la orilla desde el faro hacia Peñíscola durante un kilómetro y medio para así tomar el sol en la playa del Serradal.
15. El faro de Mojácar, en Almería, el más novedoso
El crecimiento desbocado e insostenible del norte de la costa almeriense llegó a enmascarar la luz del faro que señalizaba el puerto de Garrucha, famoso por su subasta de gambas. Y puesto que nada hay que confunda tanto a la navegación como la superposición de luces ―la de una discoteca llegó a competir con la del faro garruchero―, hubo que erigir en 2021 el faro de Mojácar, el último inaugurado en España. Este se sitúa en la ladera norte del cerro del Moro Manco, sobre un edificio cúbico de color blanco, diseño del arquitecto Alfonso Montilla, que no desentonaría dentro del caserío de Mojácar. Las baterías se alojan en la primera planta y en la segunda se instaló la linterna acristalada, con cúpula semiesférica. La lente acrílica de 300 milímetros de distancia focal no es sino un modelo de baliza giratoria modificado por la empresa Mediterráneo Señales Marítimas. Pero es la altura en que se halla elevado, a 163 metros sobre el Mediterráneo, la causa principal de que su luz alcance la friolera de 24 millas náuticas (44 kilómetros); el de Garrucha, sito en la orilla del mar, alumbraba la mitad.
Como la zona de aparcamiento es exigua, es aconsejable dejar el coche al final de la avenida del Mar o en la calle Finisterre, y subir a pie por el paseo del Moro Manco, tomando el primer desvío a la derecha, en pendiente. Junto al faro existe un mirador.
16. El faro de Punta de Lava, en Tazacorte (La Palma), un ejemplo de volcanismo de ayer y de hoy
No es casual que la materia derretida que descendió hace tres años del volcán de Tajogaite, en la Palma, llegara hasta casi tocar el faro de Punta de Lava, de nombre no casual. También denominado de las Hoyas y popularmente conocido como Faro de La Bombilla (por el cercano poblado chabolista), se salvó de la erupción, lo mismo que el faro de Teneguía durante otra erupción en 1971; a 100 metros estuvo de ser deglutido por la colada.
El acceso en coche por La Bombilla está prohibido (salvo a los vecinos), al estar declarada zona de exclusión por el peligro que suponen los gases para la salud, pero dicen los vecinos que se puede acceder a pie al faro entre las plataneras. Otra posibilidad es detenerse en el kilómetro 44 de la carretera LP-213, en el mirador de Las Hoyas, para contemplarlo a 1,5 kilómetros de distancia.
La evidente innovación que imprime la enlucida torre octogonal en el paisaje contrasta con los tonos rojizos del espolón formado en 1949 por la erupción del volcán de San Juan, cuya colada es perfectamente visible. Este promontorio, coronado en su cima por un faro de esbeltez particular, fue obra del arquitecto Enrique Martínez Tercero y del ingeniero Mariano Navas, y su plano focal se halla a 45,25 metros sobre el mar. Dispone de una óptica led para dar su característica nocturna de un destello, seguido de dos destellos cada 20 segundos. Cada uno es libre de conjeturar, pero los ocho metros de ancho tanto en la base como en la coronación, así como el fuste acristalado, no hacen sino fingir un reloj de arena.
Su base está cediendo ante el golpeteo del Atlántico, así que se colocó un muro para contener el oleaje.
17. El faro de Punta de Baños, en El Ejido (Almería), toda una palmatoria
Tan ignoto es este faro diseñado por los arquitectos Rafael Mélida y José María Larrea que ni niquiera aparece señalizado en Google Maps. En el Plan de Señales Marítimas de 1985-1989 figuraban dos modernos diseños en Andalucía. Uno de ellos correspondía al faro de Punta de Baños (1991), emplazado en la línea divisoria entre dos maneras de entender el litoral: por un lado el mar de plástico característico de El Ejido (Almería); por otro, mar, naturaleza libre. Hacía falta un fanal que señalara el peligroso bajo Culo de Perro, pero también que avisara de la falta de relieve del Campo de Dalias, espejismo que confundía al navegante haciéndole creer más alejado de tierra firme de lo que realmente estaba.
Es recomendable buscar la orilla desde la iglesia de Santiago Apóstol de Guardias Viejas y tomar la pista de tierra que parte de la playa de los Baños. Si las olas no permitieran llegar en coche, solo habría que caminar 700 metros. Punta de Baños es lo más parecido a una palmatoria sobre cuyo voladizo redondo, a 21 metros de altura, en vez de una vela, hubieran colocado una baliza de luz de destellos led (4 cada 11 segundos), suficiente para alcanzar las 11 millas náuticas (20 kilometros) prescritas. Una óptica alimentada con energía solar que resulta muy agradecida para las tareas de limpieza, al decir de los técnicos en señales marítimas.
No se entiende irse de aquí sin visitar, muy cerca, en el castillo de Guardias Viejas, el Museo de Fortalezas Costeras, que muestra réplicas de uniformes y armas de época, así como maquetas de otras fortalezas costeras. En sus alrededores se está construyendo un jardín mediterráneo, junto con un centro de experiencias gastronómicas.
18. La torre invisible del faro de Punta del Castillete, en Mogán (Gran Canaria)
El de Castillete, en Mogán, encargado de balizar el suroeste de la isla de Gran Canaria, es uno de los faros menos visibles desde tierra de la costa española; incluso algunos moganeros desconocen su existencia. Se encuentra en el lomo de Tabaibales, junto a playa de Mogán, en una parcela de la empresa Lopesán y casi inaccesible a pie. Antes se veía fugazmente desde el kilómetro 44 de la carretera CG-500, que comunicaba la playa de Mogán con Taurito, pero la abundancia de desprendimientos hizo que la carretera litoral permanezca cortada desde 2017 a la espera de que se acometan las obras de un túnel de 313 metros.
El diseño del faro de Castillete (1996), de bandas blanquiazules, corrió a cargo de los ingenieros Manuel Monterde y Sergio de la Fe. La linterna Aga, a 114 metros sobre el nivel del mar, se apoya sobre una torre prismática con núcleo de hormigón rodeado por una escalera exterior (algo solo admisible por el clima canario), que en el mundo de los faros es la más extraña estructura luminosa. Su fuente de energía son paneles solares, lógico en una de las costas que soportan mayor insolación de España.
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