Barra José Álvarez, el bar-restaurante de El Ejido en el que triunfa la tortilla de patatas con cebolla

La Barra José Álvarez comparte cocina y bodega con el restaurante La Costa, al que la guía Michelin tiene distinguido con una estrella. Dos locales contiguos, con cartas diferenciadas, en los que afloran la creatividad y solidez técnica de José Álvarez y su equipo. Con el paso de los años, el primitivo bar de carretera al pie de la N-340 de origen familiar creado en 1967 con el nombre de La Costa, situado en la trasera de un polígono en El Ejido (Almería), se acabaría desdoblando: la alta cocina y la desenfadada separadas apenas por una puerta.

Cuatro años después de la última reforma, acometida en 2018, este moderno bar-restaurante, dotado de barra y mesas, ofrece especialidades que se desmarcan de la media. Sugerencias que comienzan con el servicio de desayunos en los que triunfa un pincho estrella: la tortilla de patatas con cebolla, tan del gusto popular que congrega a numerosos parroquianos cada mañana. En el resto de la carta, especialidades acaparadas por el mar y las verduras de los invernaderos próximos. “Los pescados y mariscos de bajura nos llegan de los puertos de Adra, Roquetas y Almería. Nuestras gambas rojas, las cigalas, robalos, salmonetes, meros y calmares de potera son excelentes. El oceanógrafo Carlos Duarte afirma que, en las aguas del litoral de Almería donde confluyen corrientes atlánticas y mediterráneas, se dan unas condiciones óptimas para la fauna marina”, afirma Álvarez.

De entrada, resultan insoslayables las quisquillas de huevas azules al vapor de algas para cuya cocción se utilizan ruedas de piedra perforadas sobre las que se presentan en la mesa. Excepcionales. En el resto, modificaciones constantes. Según el día, tal vez un lomo de lubina a baja temperatura con holandesa acidulada. Quizá los lomos de cherna en dos versiones: las chuletas del pescado (lomo y costillas flotantes del pez) rebozadas y fritas, y los lomos limpios asados al horno sobre una crema de patata al aceite de hongos. Cocina tan directa como resultona del estilo de los chopitos con crema y sopa ligera de cebolla con notas de higos.

En los entrantes, las sugerencias se multiplican. Algunas tan previsibles como las melosas croquetas de jamón o la ensaladilla, que se sirve templada en compañía de atún y piparras. Bocados tan acertados como la tortilla de gambas, muy jugosa. O las berenjenas en dos texturas, especiadas, recomendable. Tras el huevo poché con coliflor y setas, algo confuso, cabe optar por el guiso meloso de ternera al oporto, con piña, más que agradable.

Sin embargo, los postres, aparentes pero carentes de técnica (torrija; galleta, plátano y chocolate), desmerecen de lo salado. Lo contrario que la bodega, muy cuidada y pródiga en referencias interesantes.