Espeleokayak, senderismo y más planes en la sierra de Espadán, en Castellón
Un día explorando en kayak el río subterráneo navegable más largo de Europa, en Coves de Sant Josep. Y otro caminando hasta la cima rosa y puntiaguda del pico Espadán. Y, además, pizza sostenible para comer y relax en el Balneario de Villavieja
Es muy posible que nunca haya oído hablar de la sierra de Espadán y, sin embargo, haya estado alguna vez en ella. O, mejor dicho, debajo de ella. Y es que 235.000 personas visitan cada año Coves de Sant Josep, una gruta archifamosa que se abre al pie de estas montañas del sudeste de la provincia de Castellón, en la Vall d’Uixó, y que atesora el río subterráneo navegable más largo de Europa, de 800 metros. Desde 1960, cuando comenzaron las visitas en barcas, ha navegado por él media España. ¿Usted no? Pues lo ha hecho hasta Amaral…
Lo que ha hecho poca gente en Coves de Sant Josep es espeleokayak. A las seis de la tarde no queda ni rastro de la multitud que todos los días recorre la cueva en barcas impulsadas a mano con una larga perxa, como en la Albufera de Valencia. Entonces, 16 aventureros se deslizan en kayaks por esta corriente muda, inmóvil y transparente como un cristal, sin más compañía que tres guías expertos, una medusa gigante de roca que cuelga de la bóveda de la Catedral ―la sala de techo más alto de la cavidad, de 12 metros― y alguna que otra gamba de verdad: la minúscula y albina dugastella valentina.
A lo largo del recorrido en kayak, de una hora y media de duración, se pasa por lugares oníricos donde uno tiene que pellizcarse para comprobar que está despierto. Uno de ellos es la Sala de Diana, un lago turquesa en el que los exploradores saltan de sus embarcaciones y nadan felices como amebas. La temperatura del agua no baja nunca de 18 grados y con los trajes de neopreno se está calentito. Otro lugar fascinante es la Sala de los Murciélagos, donde una o dos veces al mes se celebran los conciertos acústicos Singin’ in the Cave, en los que grandes artistas como Amaral, Coque Maya o Russian Red actúan para un público diminuto, todos a bordo de un puñado de barcas.
La misma empresa que organiza el espeleokayak, Viunatura, propone a los todavía más osados recorrer la vía ferrata Sants de la Pedra en unos cortados cercanos de la sierra de Espadán. El Paso del Pajarito, cuyo nombre lo dice todo, es lo más peliagudo y memorable de este itinerario acrobático de cuatro horas.
¿Y no existen planes tranquilos en la Vall d’Uixó? Sí, se pueden visitar las ruinas del poblado ibérico que hay encima de la cueva y también recorrer el Camino del Agua, un paseo urbano señalizado con paneles informativos que sigue durante unas dos horas el trazado de la antigua Acequia Mayor, la que llevaba el agua desde la gruta hasta los huertos de la Vall d’Uixó, atravesando buena parte de la población. Por el camino se ven los acueductos de Sant Josep ―de origen romano― y de l’Alcúdia ―medieval―, por los que el agua salvaba el barranco de Aigualit. Se ve la torre musulmana de Benizahat, el palacio de la belle époque de los marqueses de Vivel y, al final, la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, del siglo XVIII, que tiene un sorprendente grafiti de la Guerra Civil en uno de sus muros ―”Aplastad a los agentes de Hitler”, dice― y una preciosa escalera de caracol para ascender al campanario de 49 metros de alto, un magnífico mirador de la sierra de Espadán.
Otro plan tranquilo consiste en subir y bajar en coche ―o, mejor aún, en moto― el puerto que separa Chóvar y Eslida, por una carretera viradísima que culebrea entre alcornoques de troncos colorados, recién pelados por los corcheros, y afloramientos aún más rojos de roca arenisca, conocidos popularmente como rodenos. En Eslida se gira a la izquierda por la CV-223 y, poco antes de llegar a Aín, se atraviesa la montaña por un túnel en cuesta que describe una curva de 360 grados. Es una de las cinco curvas infinitas ―pig tails, en la jerga motera― que hay en España y Aín, el pueblo más bello de la sierra, como un copo de nieve eternamente posado a la sombra del pico Espadán.
Ya apenas nieva en esta sierra, pero cuando lo hacía, se construyeron neveras, grandes pozos de piedra para conservar y aprovechar el blanco elemento hasta bien entrado el verano. En el collado de la Nevera, entre Alcudia de Veo y Algimia de Almonacid, se puede (y se debe) aparcar para ver una del siglo XVIII, de ocho metros de diámetro y 11 de profundidad, y luego subir al pico Espadán por el sendero PR-63.6, señalizado con letreros y marcas algo borrosas de pintura blanca y amarilla. Caminando por una cresta cada vez más aérea y afilada, casi gateando al final, se llega en algo menos de dos horas al ápice rocoso, sonrosado y puntiagudo de esta cumbre de 1.099 metros de altura, coronada por una cruz de acero de tres brazos. Desde ella, se ve toda la provincia: desde el macizo de Penyagolosa, el techo de Castellón (1.813 metros), a 35 kilómetros al norte, hasta las islas Columbretes, su punto más oriental, a 90.
Es verdad que el Espadán no es un pico estratosférico, pero los senderistas han de salvar 372 metros de desnivel en poco más de dos kilómetros y emplearse a fondo en algunos pasos. Para reponer fuerzas, hay varios remedios famosos: el arroz con galeras del restaurante Pilar, en Artana; la carne a la piedra de El Castillo, en Almedíjar; las hamburguesas de Les Cholines, en Alfondeguilla; y todo lo que hacen usando productos y técnicas sostenibles en L´Horta, Cuina Conscient, en la Vall d’Uixó, especialmente la pizza carbonara con guanciale y queso pecorino. Y para acabar de reponerlas y levantarse a la mañana siguiente como nuevos, en Alfondeguilla está también el hotel gastronómico Mar de Fulles, el primero, dicen, 100% autosuficiente de Europa. Pero ningún lugar como el Balneario de Villavieja, en la población del mismo nombre, al este de la sierra. Sus aguas, su silencio y su hospitalidad son de otra época: del siglo XIX. De cuando nevaba.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.