Viaje al pasado por la Gran Canaria más ancestral
Una ruta por montañas, riscos, cuevas y miradores, sin olvidar deliciosas paradas gastronómicas, tras las huellas de los primeros pobladores de la isla
En 2019, la declaración de Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria como patrimonio mundial de la Unesco colocó bajo los focos al municipio de Artenara, donde se ubica la cueva que fue clave para tal reconocimiento. A 1.270 metros sobre el nivel del mar, este es el pueblo de mayor altitud de la isla, todo su territorio es reserva de la biosfera. Descubrirla es despojarse de los tópicos del turismo masificado para vivir experiencias de comunión con la historia y la naturaleza, entender la Gran Canaria ancestral en estado puro.
Es, por ejemplo, sentarse junto al acantilado marino más alto de Europa —y segundo del mundo— de los que el océano golpea su base, el monumental risco de Faneque. Se llega bajando el sendero que arranca en el punto kilométrico 8 de la carretera interior del pinar de Tamadaba, a 15 minutos del pueblo. En una hora se habrá alcanzado un saliente de roca rematado con un hito de piedra. A la izquierda, el monumental risco de Faneque. Muy abajo, el mar, como si fuéramos en avión, a 1.000 metros de distancia. Delante, el perfil solemne del Teide, en la isla de Tenerife. El volcán parece vigilarlo todo en un trono de nubes.
En Artenara hay senderos para cualquier estado de ánimo. El que une el parador de Cruz de Tejeda, en el municipio de Tejeda, con el casco urbano comienza con una abrupta pendiente. Después cresteamos atravesando un pinar. A la izquierda, con precaución, uno puede adentrarse en Cueva de los Candiles y Cuevas de Caballero, nidos de águila de muy difícil acceso donde los canarios prehispánicos protegían alimentos y enseres. Se disfruta de una gran vista panorámica de la caldera de Tejeda, la cicatriz de un violentísimo derrumbe que tuvo lugar aquí entre tres y cuatro millones de años atrás. La isla era entonces 2.000 metros más alta. La tierra colapsó y una nube piroclástica arrasó con todo.
Más reposado es el sendero circular de Acusa. Arranca en Acusa Seca, donde lo mejor es llegar después de un stop en la quesería Las Lajitas (686 68 99 38), en Ventanieves, que ofrece, solo fines de semana, carne de cabra y cochino con quesos de elaboración propia. Las 40 cuevas artificiales de Acusa Seca, hoy habitadas permanentemente por una sola persona y reconvertidas algunas en viviendas vacacionales, componen un lugar asombroso.
Quedarse en Acusa Seca Cave House (656 60 42 90), al final del complejo, con capacidad para cuatro personas y cama balinesa en el exterior, es una experiencia de recogimiento simpar. Delante, el Roque Bentayga, de 70 metros de alto a 1.414 sobre el nivel del mar, el más importante alcázar defensivo de los antiguos canarios hasta la conquista de la isla, entonces llamada Tamarán, por parte de las tropas castellanas en el siglo XV. Detrás, el Roque Nublo, de 80 metros de alto a 1.813 sobre el nivel del mar, bandera pétrea de Gran Canaria. De día, el silencio lo quiebran el sonido de las perdices y ladridos lejanos. De noche, el manto de estrellas estremece. El cielo nocturno aquí está calificado por Starlight (fundación que persigue la difusión cultural de la astronomía) entre los tres mejores del mundo. En el observatorio astronómico de Temisas organizan visitas guiadas.
Hay otras buenas opciones para alojarse en este queso gruyere que es Acusa Seca. Al principio del complejo troglodita, Las Maguadas (680 64 74 15) son tres casas cueva que destacan por su excepcional confort y completísimo equipamiento. Tara es la mayor, con capacidad para tres personas, dormitorio con vestidor, salón con altillo, piano eléctrico y ducha en el exterior.
En otras zonas de Artenara, la referencia en cuevas es Artenatur, con ocho opciones, tres en el casco urbano y cinco en barrios. La más espectacular está en el barrio de El Caidero, con capacidad para seis y piscina privada. En El Mimo y Las Margaritas, en Las Arbejas, las paredes conservan la roca viva, sin el tradicional encalado de la mayoría. La relación con la montaña es total.
Pateamos el sendero de 2,5 kilómetros de Acusa Seca a Acusa Verde y pasamos entre tajinastes, retamas, tabaibas, pitas y tuneras junto a los complejos trogloditas aborígenes de El Álamo, la Candelaria y el Hornillo. En Acusa Verde el paisaje cambia de forma radical. Si ha llovido intensamente se divisan hasta 10 cascadas cayendo desde la montaña de Altavista, algunas de 50 metros. Aquí se observan pinos, hiedras, palmas, dragos, helechos, siemprevivas amarillas y malvas. Y huertos con gran diversidad de especias, legumbres, hortalizas, verduras y árboles frutales. Uno con certificado ecológico surte a la Biocrepería RiscoCaído (617 50 92 57), referencia gastronómica de Artenara, devoción a la tierra transformada en arte para el paladar. Abre sábados y domingos al mediodía. El menú siempre se compone de aperitivo y primer plato fijos y de segundo hasta cuatro crepes vegetarianos o veganos a elegir, por ejemplo, escalivada con setas. Finaliza el sendero circular de Acusa cuesta arriba en la Mesa de Acusa, una hermosa planicie rodeada de fuertes escarpes cultivada con cereales y magníficas vistas a la Caldera de Tejeda.
Calendario y templo mágico
Pero lo que propició la declaración de la cumbre de Gran Canaria como patrimonio mundial está en otro extremo al norte del municipio. Es la cueva número seis de Risco Caído, en Barranco Hondo, donde antes de la conquista vivían tantos aborígenes como hoy habitantes en el pueblo, cerca de mil. A esta cueva, en primavera y verano, entre nueve y diez y media, el sol entra a través de una oquedad tallada transversalmente en la roca. Así, a medida que sube en el cielo, ilumina con todo tipo de formas una pared donde han sido dibujados triángulos púbicos femeninos.
Si es principios de septiembre, la luz se convierte en lo que parece un gran falo que se extingue en el sexo femenino principal. La sala es circular, cuatro metros de diámetro y cuatro de altura, rematada por una bóveda ponderosamente labrada. Además de templo mágico, la cueva es un calendario solar. El yacimiento permanece cerrado a visitantes, pero en el pueblo de Artenara la atracción culminante del nuevo centro de interpretación, inaugurado en 2019, es una réplica a escala real de esta cueva con su misterioso relato animado.
Entramos en el pueblo. El bar de carretera de Artenara se llama La Casa del Correo. Lleva allí quién sabe si desde 1910 que Miguel de Unamuno pasó por el pueblo y dijo que aquel paisaje le parecía una tormenta de fuego petrificada. Hay un mirador que recuerda al escritor y filósofo. También en el mismo centro está la otra gran referencia culinaria de Artenara, el restaurante Arte Gaia (660 15 04 87). Especializado en cochino negro, apuesta por recuperar las recetas de las abuelas con productos kilómetro cero. En invierno triunfan los potajes de jaramago, berros o verduras.
En el pueblo, la ermita de la Virgen de la Cuevita, excavada en la montaña, evidencia la decidida vocación cavernícola del artenariense. De camino a ella, una visita al Museo Etnográfico Casas Cuevas de Artenara (928 66 61 02) ayuda a conocer el pasado del pueblo. Es revelador saber que una mayoría de las viviendas actuales están construidas continuando las cuevas de la montaña. Su frescor en verano, la protección del frío en invierno y su insonorización, hacen que en 2022 la vida troglodita siga siendo tan demandada como siglos atrás.
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