Pizza y playa en Campania
Domenico Rosso se considera filósofo del pan y de la pizza, y nos lleva de viaje por la región italiana de Campania, donde nacieron sus ancestros

Domenico Rosso se considera filósofo del pan y de la pizza, por eso fundó en Madrid su obrador PanDomè, que en sus dos sedes ofrece pan, pizza y pasta fresca artesanal. Rosso nos lleva de viaje por la región italiana de Campania, donde nacieron sus ancestros.
Así que veranea en Campania…
Voy a menudo porque mi familia es de un pueblito llamado Buonabitacolo, a unos 100 kilómetros de Salerno. Junto al pueblo hay una reserva natural a la que nos gusta ir porque abundan los robles y animales como jabalíes, gamos y cabras. Pero donde yo vuelvo cada año es a Cilento.
Sitúelo en el mapa.
Está a unas dos horas en coche al sur de Nápoles y a 30 kilómetros de la costa. Lo que más me gusta de allí es la cascada llamada Capelli di Venere (Cabello de Venus).
¿Se da chapuzones en ella?
No está permitido bañarse para evitar que se llene de gente. Pero muy cerca hay un área de recreo para hacer pícnic. El plan típico es ir a la playa por la mañana, por ejemplo, a la de Capitello, y a la vuelta parar a visitar la cascada. Llevé a unos amigos españoles y les encantó. Y les llamó la atención que los helados artesanos que vendían en la playa solo costasen dos euros.
¿Cómo son el pan y la pizza de esta zona?
El pan de pueblo que yo hago es parecido al de esta región, hecho de trigo duro. Es muy característico del sur de Italia y del norte de Marruecos. Y la pizza de Campania se parece a la napolitana, que no es siempre de masa gruesa como se cree.
Seguro que hay algún monumento importante. En Italia no faltan.
Uno extraordinario: la cartuja de Padula (Certosa di Padula), en el valle de Diano. Es de estilo barroco y tiene el claustro más grande del mundo, de 12.000 metros cuadrados. Es patrimonio mundial, y a principios del siglo XIX la saquearon los soldados de Napoleón. También es muy interesante su cocina: los azulejos son amarillos y verdes porque esos colores espantan a los mosquitos. Las celdas de los monjes también se visitan, y en sus jardines se organizan conciertos.
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