_
_
_
_
_
escalera interior
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Carta a los Reyes Magos

Almudena Grandes

Recuperar nuestra vida, la vida normal, la vida de antes. Eso es lo único que he pedido yo, y estoy segura de que Gaspar ya lo sabe

Yo soy de Gaspar.

Abogada de pleitos pobres desde mi más tierna infancia, lo elegí porque parecía que nadie lo quería. Baltasar, lo que es la vida, era el favorito de casi todos porque era negro. Da miedo pensar en qué clase de racistas xenófobos se habrán convertido algunos de aquellos niños, aquellas niñas que hacían la fila más larga para darle su carta y fotografiarse con él. Melchor también era popular, porque se parecía a los abuelos en general y a Papá Noel, ese gran enemigo, en particular. Sus apacibles canas y su barba blanca, venerable como su edad, inspiraban cariño, confianza. Gaspar, pobrecito mío, no tenía ninguna seña particular. Más joven que Melchor, más blanco que Baltasar, tenía un pelo castaño de lo más corriente, a juego con una barba tan vulgar como su color. Su fila era siempre la más corta, aunque ocupara el centro del estrado. Como no le quería casi nadie, decidí quererle yo y todavía, tantísimos años después, le considero mi único rey favorito.

Los Reyes Magos siempre me han parecido lo mejor de la Navidad. Este año lo serán más que nunca, porque encarnan la única tradición que no sufrirá las consecuencias de los confinamientos, los cierres perimetrales y las restricciones de aforo. Como viajan en unos camellos que son capaces de trepar hasta los áticos de las casas más altas, les dará igual que se endurezcan o no las medidas preventivas contra la pandemia. En estos tiempos de incertidumbre, de lo único que podemos estar seguros es de que Melchor, Gaspar y Baltasar llegarán, y se tomarán una copita, comerán un poco de roscón, esperarán a que sus camellos se beban el agua, a que se coman la lechuga que encontrarán en el balcón, y dejarán regalos, más o menos, para casi todos. Este año habrá niños y niñas que no encontrarán apenas nada cuando se levanten por la mañana, pero los más afortunados, hijos e hijas de trabajadores con contrato fijo y sueldo asegurado, vivirán ese día con la misma ilusión, la misma felicidad sin condiciones, que en aquellos años en los que casi nadie conocía la palabra pandemia. No podrán ir a cosechar regalos a casa de sus abuelos, de sus padrinos o sus tíos, pero el júbilo del despertar no se lo quitará nadie. Este año, los Reyes Magos serán más mágicos que nunca.

Da un poco de miedo pensar en 2021. De repente, dan miedo las cosas que nunca nos habían asustado hasta ahora, la esperanza, la fe en un futuro mejor, la perspectiva de dejar atrás el infortunio, porque nuestro margen para la decepción es tan inmenso como los límites de la desgracia que nos ha traído 2020. Si todo va razonablemente bien, recordaremos el año que acabamos de estrenar como el de la vacunación, que nos trae ya no la luz, sino la auténtica salida de ese túnel siniestro en el que hemos vivido tantos meses, casi todos los del año que siempre recordaremos como el del coronavirus. Ojalá sea así, porque la vacuna, todas esas vacunas distintas pero iguales, serán entonces capaces de traernos mucho más que la inmunidad frente a la enfermedad. Traerán puestos de trabajo, locales abiertos, bolsas de papel llenas de objetos recién comprados en las manos de muchas personas que recorren calles comerciales. Traerán de vuelta las comidas familiares, las cenas con amigos en nuestros restaurantes favoritos, las copas de después. Y las primaveras con ferias, y los veranos con playas libres, sin aforo ni mascarilla, y las vacaciones viajeras, y más puestos de trabajo, y más locales abiertos, y más bolsas de papel llenas de objetos recién comprados… Y por encima de todo, esa libertad que nos parecía tan tonta, la de salir a la calle sin pensar en nada más, sólo por salir, por pasear, porque nos dé un poco el aire.

Este año es muy importante que todos nos acordemos de escribir una carta a los Magos de Oriente. Los adultos no necesitaremos ni papel ni lápiz. No tendremos que buscar un sobre, ni comprar un sello, ni echarlo en un buzón. Mientras los niños calculan cuántas cosas de su lista encontrarán al levantarse el Día de Reyes, para nosotros debería bastar con un deseo que vale por todos, recuperar nuestra vida, la vida normal, la vida de antes.

Eso es lo único que he pedido yo, y estoy segura de que Gaspar ya lo sabe.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Almudena Grandes
Madrid 1960-2021. Escritora y columnista, publicó su primera novela en 1989. Desde entonces, mantuvo el contacto con los lectores a través de los libros y sus columnas de opinión. En 2018 recibió el Premio Nacional de Narrativa.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_