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Columna
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Facilidad asociativa

Cristóbal Castro
Juan José Millás

Sobre el fondo amarillo de las enormes cajas, ponía en grandes letras: Glovo. La escena era tan común que uno, en su inocencia, pensó que Glovo era una empresa de la que estos ciclistas eran esforzados trabajadores

Los jueces del Tribunal Supremo han fallado que los trabajadores de Glovo son trabajadores de Glovo. Llevo años siguiendo esta denuncia judicial interpuesta por una persona que trabajaba para Glovo, pero a la que dicha empresa le negaba la condición de trabajar para Glovo, y me alegra que el Supremo, que es a lo más a lo que se puede aspirar en materia de tribunales, nos haya sacado de esta duda metafísica. Lástima que algo tan evidente haya tenido que llegar tan alto, pero padecemos una ceguera de carácter laboral de tal calibre que no te puedes fiar de la opinión de los tribunales pequeños.

No soy juez, pero piso la calle con frecuencia y en la calle veía cómo unos jóvenes en bicicleta, con una enorme caja amarilla a la espalda, se jugaban la vida entre los coches para llevarnos a usted o a mí esto o lo otro. Sobre el fondo amarillo de las enormes cajas, ponía en grandes letras: Glovo. La escena era tan común que uno, en su inocencia, pensó que Glovo era una empresa de la que estos ciclistas eran esforzados trabajadores. Confieso que desconozco la legislación laboral y que no consulté ningún texto jurídico para alcanzar tal deducción. La idea de que los trabajadores de Glovo eran trabajadores de Glovo surgió espontáneamente en mi cabeza del mismo modo que cuando veo a un trabajador de El Corte Inglés detrás de un mostrador de El Corte Inglés, se me ocurre que se trata de un trabajador de El Corte Inglés. Tengo esa facilidad para asociar, para ver cosas mucho antes que lleguen al Supremo, por lo que me pregunto si podría trabajar en esa instancia sin necesidad de opositar.

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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