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Desigualdad en medio del lujo: la Ibiza que no se ve

La pandemia y su impacto no han sido más que el catalizador de un declive social que viene de atrás y contrasta con los destellos de uno de los principales enclaves turísticos del mundo.

Caravanas y furgonetas estacionadas a la entrada de la ciudad de Ibiza por la carretera de San Antonio en la zona de Sa Blanca Dona.
Caravanas y furgonetas estacionadas a la entrada de la ciudad de Ibiza por la carretera de San Antonio en la zona de Sa Blanca Dona. Vicens Marí

En el viejo puerto de Ibiza, bajo la silueta centenaria de Dalt Vila, se amarran los yates más lujosos del mundo, algunos valorados en decenas de millones de euros. Poca gente sospecha que a 500 metros, en los puntos de reparto de Cáritas y Cruz Roja, acuden numerosas familias en búsqueda de alimentos. El total de personas que ya no tienen para comer se ha multiplicado en los últimos meses. La covid-19 no es el único culpable, sino más bien el catalizador de un declive social que existe desde hace varios años en la isla.

La causa principal es el precio desmesurado de la vivienda, que alcanza cotas surrealistas como pagar 500 euros al mes por vivir en un balcón o 600 euros por un colchón en un pasillo. El porcentaje del sueldo destinado al alquiler en Ibiza se disparó un 92% entre 2011 y 2019. Según datos del portal Fotocasa, si en 2011 se destinaba el 38,3% del sueldo al alquiler, en 2019 fue el 73,7%. Ello se debe al aumento del precio del alquiler por metro cuadrado, que subió de 9,39 euros en 2011 a 18,05 en 2019. Mientras, el salario mensual medio ibicenco sigue igual desde hace nueve años: 1.960 euros al mes en 2011 y 1.958 euros en 2019.

En Cáritas Ibiza saltaron las alarmas hace cinco años, cuando empezaron a ver en verano a personas que necesitaban comida pese a tener trabajos de 40 horas semanales. La tendencia ha seguido al alza y la covid-19 no ha hecho más que intensificarla. En un año normal Cruz Roja Ibiza atendía a casi 200 personas al mes. Ahora son 500 cada semana.

La situación es aún más crítica en San Antonio, enclave de la costa oeste especialmente apreciado por los turistas ingleses. La cuarentena introducida el 26 de julio por el Reino Unido a las personas procedentes de España convirtió a San Antonio en un pueblo fantasma. Según Cáritas, si en la ciudad de Ibiza se duplicaron las entregas de alimentos, en San Antonio se quintuplicaron.

Pero el precio de la vivienda no explica todo el problema. Otro motivo es la creciente precariedad social balear. Según el informe de FOESSA, el porcentaje de hogares con personas que han tenido problemas con el alcohol, las drogas o el juego en las islas Baleares se disparó del 1,9% en 2013 hasta el 9,3% en 2018, mientras que en este mismo periodo la media española cayó del 2,6% al 2%.

La realidad de personas relegadas a vivir en sus vehículos, ahuyentadas por los precios prohibitivos de la vivienda, es cada vez más dramática en Ibiza. Estas aglomeraciones de coches, furgonetas o autocaravanas se ven en diferentes puntos de la isla como en Ses Variades y Sa Blanca Dona. Lejos de mejorar, todo apunta a un otoño todavía más complicado. En Ibiza el paro subió un 144% en agosto con respecto a 2019. Una cifra muy por encima del 89,9% de incremento del paro en toda Baleares o del 24% de incremento a nivel nacional. Cáritas teme una avalancha de personas que, al no haber trabajado este verano, tampoco podrán cobrar el paro. Las colas en los puntos de reparto de alimentos siguen creciendo, delatando esa Ibiza que prácticamente no se ve

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