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Alimentación sana y protección a la infancia en los barrios más pobres de Argentina

El Gobierno y organizaciones sociales brindan apoyo a 20.000 menores de edad vulnerables en las zonas más desfavorecidas del país, donde aumentan las desigualdades y la pobreza

Un grupo de mujeres reparte comida en el merendero de las tacitas poderosas, en Buenos Aires (Argentina).
Un grupo de mujeres reparte comida en el merendero de las tacitas poderosas, en Buenos Aires (Argentina).Widnicky (UNICEF)

De 30 raciones diarias a 200. El cataclismo económico causado por la pandemia ha disparado la afluencia de niños y adolescentes al merendero gratuito Las tacitas poderosas, en la 21-24, una de las villas de emergencia de Buenos Aires (Argentina). La estampa se repite en los miles de espacios similares distribuidos por los barrios más pobres del país sudamericano, donde uno de cada cuatro habitantes requiere hoy asistencia alimentaria, 11 millones en total, según Naciones Unidas. El Gobierno y organizaciones sociales brindan apoyo a estos centros, más indispensables que nunca en este contexto, en el que se ha registrado también un aumento de las desigualdades y de la pobreza, y preocupa la invisibilización del maltrato infantil.

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“Tuvimos que ingeniárnoslas para contactar a los vecinos, recorrer las carnicerías y las verdulerías, para que nos dieran lo que les sobraba. Muchas veces no alcanzaba y les decíamos a la gente: 'Perdón, no hay más”, cuenta Nelson, voluntario de Las tacitas poderosas. La cuarentena obligatoria que rige desde marzo ha frenado los pequeños trabajos informales, conocidos en Argentina como changas, de los que vive gran parte de los residentes en las villas de emergencia. Sin trabajo y pese a las nuevas ayudas sociales, muchas familias carecen de ingresos suficientes para asegurar la comida diaria en la mesa y recurren a comedores y merenderos.

De lunes a sábado, en este espacio de la villa 21-24 reparten meriendas. Los fines de semana también preparan el almuerzo: guiso o polenta con salsa. Gracias a la colaboración de Unicef, han conseguido fondos para comprar carne, pollo, frutas y verduras, y mejorar el contenido nutricional de los alimentos que ofrecen, destaca Oti, madre de Nelson y referente del lugar. “Cuando hay mandarina, pera o manzana, los chicos miran de otra manera, se sorprenden”, detalla.

Sin trabajo y pese a las nuevas ayudas sociales, muchas familias carecen de ingresos suficientes para asegurar la comida diaria en la mesa y recurren a comedores y merenderos

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia se ha unido a la organización La Garganta Poderosa y a Cáritas para fortalecer la nutrición de más de 20.000 menores en situación de vulnerabilidad en Argentina. El apoyo incluye también útiles de higiene y protección para más de 1.500 trabajadores de un centenar de comedores, como lejía, alcohol en gel, guantes, mascarillas, escobas y trapos, y elementos de limpieza para unas 3.000 familias.

“La buena alimentación es la conexión con uno mismo. No somos un tacho de basura. Un alimento al estar tan refinado no pasa, no nutre, se queda en el cuerpo y surgen los problemas de salud”, asegura Paola, referente del barrio Los Álamos en La Matanza, el distrito más grande del extrarradio bonaerense. Esta mujer de 42 años se encarga de conseguir semillas para que los vecinos puedan tener sus propias verduras.

Una de las familias beneficiadas por el reparto de comida y de kits contra la covid-19.
Una de las familias beneficiadas por el reparto de comida y de kits contra la covid-19.Widnicky (UNICEF)

Solo dos de cada 10 habitantes con menores ingresos de Argentina consumen fruta fresca a diario, la mitad que entre los más adinerados, según estadísticas oficiales. También es menor el consumo de lácteos: el 34,6% frente al 56,7%. Los valores se invierten al hablar de bebidas azucaradas: casi la mitad de los hogares más pobres las consumen, frente al 20% en aquellos con mayor capacidad adquisitiva. La Encuesta del Ministerio de Salud, realizada en 2019, advierte del aumento progresivo del sobrepeso en Argentina, que afecta ya a más del 40% de los menores de edad.

El merendero de las tacitas poderosas reparte alimento a dos niñas del barrio.
El merendero de las tacitas poderosas reparte alimento a dos niñas del barrio.Widnicky (UNICEF)

Garantizar una buena alimentación es prioritario, pero no el único objetivo, destaca Oti. “Empezamos de la necesidad. Acá no se trata de comida nada más, porque llegan chicos con muchos problemas, que sufren violencia en sus casas, eso me lastima porque yo lo viví. Es una contención para ellos este espacio, más ahora que no están yendo a la escuela”, asegura la voluntaria de este merendero situado a poca distancia del Riachuelito, el río más contaminado de Argentina. Sueña con crecer y en un futuro brindar también apoyo escolar y talleres.

“Partíamos de una situación que ya nos preocupaba y la situación se está agudizando”, advierte Luisa Brumana, representante de Unicef en Argentina. La organización internacional estima que la pobreza infantil en el país suramericano crecerá al menos hasta el 58,6% en 2020 debido a los efectos socioeconómicos de la crisis. De cumplirse las proyecciones, 7,7 millones de niños vivirán en hogares con ingresos por debajo de la línea de pobreza.

Unicef estima que la pobreza infantil en Argentina crecerá al menos hasta el 58,6% en 2020 por la pandemia

Brumana expresa también su preocupación por otros efectos de la pandemia, como el crecimiento de las desigualdades en educación y del maltrato infantil intrafamiliar. “Brindamos apoyo a la planificación de un retorno seguro a la escuela, con la mirada puesta en a qué escuela volvemos para reducir brechas que ya existían pero que se han hecho mucho más evidentes ahora. Tememos que los chicos y chicas de hogares más vulnerables que en este contexto se alejaron de las escuelas puedan no volver y necesitamos mecanismos para saber quiénes son e ir a buscarles”, señala la titular de Unicef Argentina. Superada la pandemia, la organización exige políticas públicas a mediano y largo plazo.

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