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La pandemia arrastra a otros 86 millones de niños a la pobreza

El número de menores de edad que viven en hogares pobres en países de bajos y medianos ingresos aumentará un 15%, hasta alcanzar 672 millones en todo el mundo, según pronostica un nuevo estudio

Una niña con un bebé en brazos recoge la comida que una asociación reparte en Johannesburgo (Sudáfrica) para las familias más pobres.
Una niña con un bebé en brazos recoge la comida que una asociación reparte en Johannesburgo (Sudáfrica) para las familias más pobres. MARCO LONGARI (AFP)
Belén Hernández

El tsunami económico que ha provocado la covid-19 ha vuelto a poner en el disparadero a los más vulnerables: otros 86 millones de niños podrían sumarse a todos aquellos que ya se encuentran viviendo en hogares pobres en todo el mundo, lo que supone un aumento de un 15%. "En las comunidades más desfavorecidas la covid-19 se cristaliza en forma de pobreza", expresa David del Campo, director de cooperación Internacional y Acción Humanitaria de Save The Children.

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A finales de 2020 en el mundo habrá 672 millones de niños afectados por la pobreza, según predice el nuevo informe realizado por Save The Children y Unicef, que estudia la situación de 100 países de ingresos bajos y medios y basa sus conclusiones en las proyecciones económicas del FMI y el Banco Mundial.

En este aumento de la pobreza no hay una región en el mundo que no vaya a sufrir las consecuencias. El mayor se verá en países de Europa y Asia Central, con un alza de hasta el 44%, mientras que en la región de Latinoamérica y el Caribe el incremento se estima en el 22%. El informe concluye que casi dos tercios de estos menores de edad viven en África subsahariana y el sur de Asia.

El confinamiento y las medidas drásticas para frenar la pandemia en países en desarrollo, donde la mayoría de la población vive al día, ha supuesto una pérdida inmediata de ingresos y ha provocado que muchas familias tengan problemas para asumir gastos básicos, como agua y comida, lo que inevitablemente repercute en los más pequeños. "Cuando hablamos de pobreza en la infancia va unida a dos factores de riesgo: podríamos estar ante un aumento de la mortalidad infantil y un freno en el acceso a la educación", contextualiza del Campo.

Casi dos tercios de estos niños en riesgo de pobreza viven en África subsahariana y el sur de Asia. Solo el 16% de los niños de África cuenta con protección social

Son múltiples los expertos y los estudios que desde el comienzo de la pandemia ya han alertado del retroceso en los avances médicos de enfermedades prevenibles que afectan a la infancia, como son la neumonía, el sarampión o la malnutrición. La reducción de la cobertura sanitaria por la covid-19 provocaría la muerte de otros 1,2 millones menores de cinco años más en tan solo seis meses, según la Universidad Johns Hopkins. 

Antes de la pandemia, dos terceras partes de los niños del mundo carecían de acceso a cualquier forma de protección social, lo cual impide a las familias con tal situación resistir las crisis financieras y perpetúa el ciclo vicioso de la pobreza entre una generación y otra, como señalan las dos organizaciones en este análisis. Solo el 16% de los niños de África cuenta con protección social. "Las familias del sur, cuando tienen problemas económicos, una de sus estrategias para la supervivencia es que todos los miembros de la familia se pongan a trabajar", explica Javier Martos, director ejecutivo de Unicef España.

Bonos sociales y transferencias de efectivo directas a las familias

Desde el comienzo de la pandemia, son muchos los países que han ampliado sus programas de protección social. En Indonesia, por ejemplo, el programa Kartu Sembako, que proporciona dinero en efectivo cada mes para el consumo familiar básico, ha ampliado su alcance a 20 millones; en Argentina, el plan universal de asignación familiar por hijo ha proporcionado un aumento de 3.100 pesos argentinos (47 dólares; 42,3 euros) a sus beneficiarios actuales.

En Perú, el Gobierno está proporcionando bonos solidarios a los hogares de zonas rurales, los trabajadores independientes y las familias vulnerables, además de un nuevo bono universal para 6,8 millones de hogares. El país ha creído necesario centrar la atención en personas que viven en zonas remotas, las poblaciones indígenas y los migrantes. "¿Vamos a hacerles pagar esta factura a los niños? Más países deberían intervenir para mitigar el impacto de la pobreza en la infancia", asegura Mónica Rubio, asesora regional de Política Social de Unicef para América Latina y el Caribe y exministra del país andino.

Por su parte, el Banco Mundial anunciaba el pasado 19 de mayo ayudas por valor de 160.000 millones de dólares (143.380 millones de euros) a disposición de los países en desarrollo en forma de financiación en un periodo de 15 meses para encarar "los impactos económicos, sanitarios y sociales de la covid-19". 

Otra de las medidas urgentes para esta crisis sin precedentes son las transferencias de efectivo directas a las familias, que este informe corrobora. "Para una familia en el África subsahariana tres o cuatro dólares más tiene un impacto alto en su calidad de vida, porque les permite acceder a bienes de consumo tan fundamentales como la alimentación", explica Martos, que recuerda que a estas medidas les debe acompañar el refuerzo de los sistemas de salud frágiles, el educativo y la brecha digital, entre otros.  

El cierre de las escuelas en casi la totalidad del mundo ha sido otro factor determinante para muchas familias en riesgo de exclusión, que veían como una o dos comidas diarias que recibían sus hijos se sumaban a su gasto diario. En paralelo, la clausura de las aulas ha supuesto un retroceso en el ámbito educativo de los menores de edad y que, por tanto, se agudicen las desigualdades. "Esta crisis va a profundizar los problema que ya eran estructurales", explica Martos, de Unicef. Y David del Campo, de Save The Children, recuerda una de las consecuencias más trágicas de la suspensión del colegio, que afianza la pobreza en las futuras generaciones: "El riesgo de las comunidades más pobres no es perder el curso, es perder para siempre su educación".

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Sobre la firma

Belén Hernández
Redactora de Estilo de Vida, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde escribe sobre cultura y tendencias, pero también sobre infancia, medio ambiente y pobreza en países en desarrollo. Antes trabajó en El Mundo y Granada Hoy. Es granadina, licenciada en Periodismo por la Universidad de Málaga y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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