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El año que cambió la música en directo

Fernando Navarro

Con festivales y conciertos cancelados, pueblos sin fiestas y discotecas cerradas, este verano los músicos, promotores y pinchadiscos, pero también el público, recuerdan con nostalgia la vieja normalidad, mientras la nueva golpea duramente el sector.

Como aquel célebre dicho que afirmaba que hace mucho tiempo una ardilla podía cruzar España de norte a sur sin tocar el suelo saltando de árbol a árbol, hay otro desde hace unos años que se dice en el mundo de la música: un aficionado podría cruzar España de norte a sur sin tener un fin de semana libre saltando de festival en festival. España, tierra de festivales, es el país de la Unión Europea con más citas musicales de este tipo a lo largo del año, llegando a registrar cerca de 900 y concentrando más de la mitad en verano. Sin embargo, este año todo cambió. El bosque quedó despoblado. La pandemia del coronavirus ha obligado a suspender los grandes certámenes y a reinventarse a los de un formato más pequeño, dejando un panorama muy distinto al conocido en una industria que, según datos de la Asociación de Festivales de Música (FMA), da empleo directo a más de 45.000 trabajadores a través de 6.534 empresas —cifras que se disparan a cuatro veces más en empleo indirecto— y que genera un turismo musical superior a los tres millones de personas.

Es un verano atípico. El primero como salido de una distopía desde que, a finales del siglo pasado, con la consolidación del Festival de Benicàssim (FIB) y el Sónar y el Primavera Sound en Barcelona se empezó a tejer el gran circuito de las programaciones masivas de música en directo. Un verano en el que Carolina Durante, la banda española que más festivales recorrió el año pasado, se va a pasar más tiempo en su casa que en la carretera. “Por estas fechas, llevábamos la tira de tiempo en la furgoneta. Pasábamos parte del verano en muchos sitios. Era caótico, cansado y divertido”, dice, llevándose las manos a la cabeza, Diego Ibáñez, cantante de Carolina Durante. El grupo no tocará en ningún festival, pero, al menos, ya ha confirmado su presencia en algún ciclo de conciertos.

Se ha pasado de una oferta abrumadora de grandes escenarios, carteles repletos de artistas internacionales y nacionales, programaciones de varios días y enclaves de todo tipo en cualquier lugar de la Península a una supervivencia improvisada en la que hay propuestas dispersas. Ante la desolación que había en mayo, en pleno confinamiento de la población y antes de la llegada de la nueva normalidad, son ahora los brotes verdes de la música en directo. Iniciativas que, en palabras de Iván Méndez, director de los macrofestivales gallegos Resurrection Fest y O Son do Camiño, “sirven para salir al paso y a duras penas mantener viva la escena”. Nada comparable a lo que fue el año pasado con macroeventos que incluían más de 100 conciertos cada uno o con un festival de verano en casi cada capital de provincia, pero estos estímulos sirven para demostrar que, como dice Javier Ajenjo, director del Sonorama Ribera, “el mundo de la música sabe siempre luchar y sacar adelante todo, incluso en las peores circunstancias”.

Iván Méndez, en el bar Varsovia de Gijón, donde se celebran conciertos.
Iván Méndez, en el bar Varsovia de Gijón, donde se celebran conciertos.Paco Paredes

Aunque la mayoría de los certámenes de verano se han cancelado, el Sonorama Ribera es uno de un buen puñado que ha trasladado “la filosofía del festival estirada en el tiempo”. Como ellos, hay más que han hecho igual: Primavera Sound, Cruïlla, Gigante, Río Babel, Jaz­zaldia… Ofrecen ciclos con aforos muy limitados y obligando al público a mantener distancia de seguridad y medidas de prevención. Otras iniciativas que han surgido son los conciertos en autocines, como los ofrecidos por Belako y Rulo y La Contrabanda, o las actuaciones sin público y retransmitidas en ­streaming, una fórmu­la planteada por Jorge Drexler y que la cantaora Rocío Márquez “jamás” pensó que haría, pero que ha terminado por resultar una experiencia “muy emocionante”. Márquez protagonizó un concierto, que se pudo ver por Internet, en el Patio de la Acequia de la Alhambra de Granada ante “un silencio sepulcral” y en “un ambiente mágico”. Lo hizo con el fin de “adaptarse al descalabro” de este año y de estar “en transición” mientras hay “un miedo enorme” ante el futuro.

Ante esta incertidumbre, y mientras tanto, el presente no solo son cifras. También este verano ha cambiado radicalmente la manera en la que se vive la experiencia de la música en directo. Alberto Fadón, quien lleva 25 años como tour manager, así lo explica: “Los conciertos tienen que ver con sudar, ser libre entre mucha gente y desinhibirse. No se pueden ver por una pantalla. Ni se pueden sentir condicionados”. Las medidas sanitarias condicionan la música en directo o, directamente, la apagan. Más allá de los festivales, Ibiza ha cerrado todas sus discotecas y los Ayuntamientos han cancelado la celebración de fiestas populares en pueblos y ciudades. Toman todas las precauciones mientras centenares de grupos de verano se quedan en casa, como Gaudí, una orquesta leonesa de seis miembros que, según cuenta su portavoz, Foche Peñín, ha perdido sus habituales “70 bolos” y les han cerrado “en banda” cualquier opción de tocar este año. Estaban acostumbrados a ver las plazas de los pueblos abarrotadas. Una estampa que, como Carolina Durante cuando tocaron por primera vez en el Sonorama Ribera hace dos años ante “una reventada de gente”, no se repetirá este verano. Porque los conciertos con reventadas de gente sucedían en la vieja normalidad.

Gaudí (orquesta): “Sin fiestas, seremos los últimos en volver”

La orquesta Gaudí se creó en 1990 con el fin de versionar a los grupos favoritos de los miembros que la fundaron. Extremoduro, Platero y Tú, Led Zeppelin… Eran algunas de las bandas que empezaron en un repertorio que, después de tres décadas recorriendo los pueblos de España, ha ido sumando todo tipo de sonidos. Han visto bailar a su público en lugares muy diferentes. “Hasta en praderas perdidas de Asturias”, cuenta Foche Peñín, guitarrista de la orquesta, formada por seis miembros. “Nuestra rutina era levantarse en un pueblo, comer, dormir una siesta, llegar a otro pueblo, tocar y dormir… En agosto no veíamos más que el escenario, la furgoneta y la cama”. Peñín lleva desde los 16 años tocando y este verano sustituye esa “maravillosa rutina” por no hacer nada. “Tengo todo el tiempo del mundo”, dice. Está tirando de ahorros para vivir, pero otros integrantes del grupo han tenido que buscarse la vida, como el teclista José Fadel, que trabaja en un quiosco, y el baterista David Rodríguez, que ejerce de profesor musical. Como Gaudí, que el año pasado dio “70 bolos” y este verano ya tenía programados cerca de 30 antes de la crisis del coronavirus, cientos de orquestas de verano no tienen conciertos programados. Los Ayuntamientos han cancelado las fiestas populares. “Suspendemos, suspendemos, suspendemos… Es la palabra que más hemos oído”, se lamenta Peñín. “Los músicos somos un colectivo muy vulnerable. Hasta hace poco éramos vistos como banderilleros. No hemos tenido derecho a ERTE. Somos los primeros que hemos tenido que dejar de trabajar y los últimos que volveremos”.

Alberto Fadón, en el Fòrum de Barcelona, donde suele montar el escenario del Primavera Sound.
Alberto Fadón, en el Fòrum de Barcelona, donde suele montar el escenario del Primavera Sound.Jordi Adrià

Alberto Fadón (tour manager): “Esta temporada está perdida. Los promotores ya se centran en 2021”

Alberto Fadón empezó a trabajar como tour manager de la banda madrileña Sex Museum en 1996 y desde entonces no había tenido un verano sin trabajo. Giras de Jarabe de Palo, Carlinhos Brown, Los Coronas, New York Dolls, Pablo López, Sebastián Yatra o montajes para Operación Triunfo y festivales como el Primavera Sound y el Sónar se han ido colando en casi 25 años de carrera detrás de los escenarios hasta que este verano es el primero que se queda en casa, aprovechando para estudiar portugués, escuchar discos, leer todo lo que tiene pendiente y estar con su hijo. Sin embargo, la incertidumbre le acompaña. “Tenía medio año cerrado de trabajo. En dos días me hicieron dos llamadas y se vinieron abajo 30.000 euros con los que contaba”, cuenta. A partir de ahí, se cayó todo lo demás. “He pedido un crédito ICO y estoy esperando a ver si puedo solicitar más ayudas. Lo malo en este negocio es que se concentra todo en unos meses. Si esto nos pilla en octubre a nuestro sector, uno está más tranquilo porque tiene el bolsillo lleno. Ha sucedido en la peor época. El colchón económico desaparece rápidamente”. Experto en montar escenarios de todo tipo, Fadón dice que da por “perdido” el año laboral. “La única esperanza en nuestro sector es el fútbol. Cuando se abra la puerta de los estadios, podremos hacer conciertos de verdad. Al nivel de producciones grandes, que es donde trabajo yo, no me van a llamar este año. Lo tengo asumido. Los promotores están ya con la vista puesta en 2021”.

El DJ Oriol Calvo, en Ibiza
El DJ Oriol Calvo, en IbizaJordi Adrià

Oriol Calvo (DJ): “Este verano tocan charlas y sesiones en streaming

Oriol Calvo llegó a Ibiza hace 12 años para un año sabático y se quedó. Se puso a trabajar en la tienda de discos Delta, un lugar de referencia para los disc jockeys de todo el mundo, y de ahí pasó en 2002 a ser residente de la discoteca Space. En poco tiempo, también estaba pinchando en Amnesia, Pachá, Lío y Privilege. Tenía tanto trabajo que montó su propia agencia de promoción y contratación de DJ, “todos ibicencos”. Sin embargo, este es un verano “histórico”. Por primera vez, las discotecas de Ibiza están cerradas. Las autoridades de la isla anunciaron que no abrirían en todo el verano. “El día que se anunció me llegaron más de 50 mensajes de amigos de todo el mundo preocupados. Damos mucha sensación de inseguridad y no es bueno para la isla”, asegura este dj acostumbrado a 150 eventos al año. Se le han caído citas ya programados en la isla, pero también en Egipto, Brasil, Chile y Portugal. Y ha pasado de veranos “disparatados”, “pasados de rosca completamente con tres o cuatro sesiones en Ibiza cada semana, más los viajes de fin de semana a otros lugares”, a tener otro tipo de agenda. Una más tranquila, en la que se ha tenido que bajar el caché y aceptar proposiciones distintas como sesiones en streaming o con entrevistas incorporadas. “Con los beach clubs hemos pasado de eventos con gente a otros con una entrevistadora charlando sobre música a la vez que pinchamos. Las marcas buscan crear contenido y seguir manteniendo la visibilidad. No son eventos festivos, sino más bien de hablar del concepto musical”.

Rocío Márquez, en el parque científico de La Cartuja, escenario de festivales en Sevilla.
Rocío Márquez, en el parque científico de La Cartuja, escenario de festivales en Sevilla.Jordi Adrià

Rocío Márquez (cantaora): “Hemos hecho un sindicato. Era necesaria la unión”

Rocío Márquez llegó a estar muy preocupada en primavera cuando, confinada en Sevilla, se cayeron todos los festivales veraniegos de flamenco y cerraron los tablaos. “Fue un choque muy grande”, afirma. Parecía que el circuito del flamenco se iba a pique y ella reconoce que necesitó “frenar un poco la cabeza”. Pero con la llegada del verano surgieron nuevas propuestas, como los conciertos con aforo reducido o en streaming, y fue la primera que decidió cambiar el chip. “Tenemos que estar con actitud positiva. Es la única manera de salir adelante”, confiesa. Por eso, resalta la decisión que han tomado algunos festivales de readaptar todo en la nueva normalidad, como en el caso de la Bienal de Sevilla o el Festival de Música y Danza de Granada. “Es una manera de que no solo la cultura pueda llegar a la gente, sino también de disfrutar de la música en vivo pese a las limitaciones. Y es la mejor forma de colaborar para que este descalabro no sea aún mayor”. Después de haber participado en dos actuaciones retransmitidas por Internet en la Alhambra de Granada y el festival Música en Segura, la cantaora tiene varias fechas cerradas para este verano, pero para ella lo más importante es que se ha dado cuenta del valor de unirse con sus compañeros de profesión para afrontar crisis inesperadas. “En el flamenco ha ocurrido algo importante: hemos hecho un sindicato. Era necesario hacer unión”. Y también lanza una queja: “Los aviones y los trenes están llenos, pero a las salas y los teatros se les limita mucho más”.

Padres Indies (público): “Ahora nos toca no fallarles a los festivales”

Son la gran familia del indie: José Antonio Hernando e Isabel Rodríguez más sus dos hijos, Pelayo, de 10 años, y Vega, de 7. Los cuatro van a todos los festivales juntos y a los niños se les puede ver brincando con sus cascos para protegerse del ruido con las canciones de León Benavente, Viva Suecia o Carolina Durante, grupo preferido de la pequeña. Les encantan estas citas de verano hasta el punto de planificar sus vacaciones con el calendario festivalero delante. Nunca fallan en el Sonorama Ribera, el Tomavistas y el Gigante, tres festivales “cómodos” para ir con niños. Su récord ha sido ir a 10 en un año. Pero hay más: tienen una cuenta de Instagram, llamada Padres Indies, donde dan cuenta de sus peripecias por todos los certámenes a los que acuden, y Pelayo, gran fan del grupo Kitai, colecciona baquetas de batería, a las que pone una etiqueta con el nombre del músico o grupo. “Tengo más de 100”, cuenta. “Algunos músicos se la han dado desde el escenario, como Indio, de Vetusta Morla, y otros incluso han tocado con él, como Rufus T. Firefly, quienes le dejaron participar con la batería en una prueba de sonido en Segovia”, explica su madre.

José Antonio Hernando e Isabel Rodríguez, junto a sus hijos Vega y Pelayo, en Matadero Madrid.
José Antonio Hernando e Isabel Rodríguez, junto a sus hijos Vega y Pelayo, en Matadero Madrid.Jordi Adrià

Este verano tenían abono ya para tres festivales y “lo que surgiera”, pero han decido no devolverlos. Se los han guardado para el año que viene. “Ahora nos toca responder a nosotros como público y no fallarles”, dice el padre. “Llegamos a tener algo de esperanza de que se pudiera celebrar alguno, pero no es posible. Nos ha dado tristeza, pero es razonable que no se celebren”, reconoce Isabel.

Iván Méndez (promotor): “El desarrollo dela industria musical en España ha sido un ejemplo de éxito”

Empezó a trabajar en el mundo de la música con 17 años. Puso en marcha junto a su hermano la primera edición del Resurrection Fest en 2006. Un festival de rock duro con el que llevó a sus grupos favoritos a su pueblo, Viveiro (Lugo). Ahora, Resurrection Fest ya ha cumplido 15 años y es un referente en toda Europa. Además, Iván Méndez ha creado más festivales como O Son do Camiño, el Tsunami Xixón, el Caudal Fest y el Metal Paradise. La crisis del coronavirus ha echado todo abajo. Ninguno de los certámenes se ha celebrado. “Hemos perdido aproximadamente el 96% de la programación que teníamos planeada, una pérdida repentina que en términos de volumen es devastadora para cualquier empresa. La industria cultural, y en particular la industria del directo, ha sido la gran olvidada en la gestión de esta crisis”, asegura. Aunque el Resurrection Fest ha hecho una versión online y están trabajando en ciclos de conciertos en formato reducido en el resto de festivales, dice que los resultados son “residuales e insuficientes para mantener los puestos de trabajo y generar industria”. “El Gobierno no entiende la importancia del sector”, señala. “Países como Alemania, Portugal, Bélgica o Italia están tomando medidas al respecto para salvar al sector de la música en directo”. Y se lamenta de que las autoridades no valoren el tejido industrial de las actuaciones en vivo: “Durante la última década, el desarrollo de la industria musical en España ha sido un perfecto ejemplo de éxito. Nuestro país es hoy en día el primer destino de festivales a nivel mundial, un hito que se ha conseguido tras muchos años de duro trabajo, realizando ­eventos de primera calidad a nivel cultural y turístico”.

El grupo musical Carolina Durante (de izquierda a derecha, Martín Vallhonrat, Diego Ibáñez, Mario del Valle y Juan Pedrayes), en el parque Tierno Galván de Madrid, escenario del Festival Tomavistas.
El grupo musical Carolina Durante (de izquierda a derecha, Martín Vallhonrat, Diego Ibáñez, Mario del Valle y Juan Pedrayes), en el parque Tierno Galván de Madrid, escenario del Festival Tomavistas.Jordi Adrià

Carolina Durante (banda): “Será raro con la gente sentada y con mascarilla”

El verano anterior pasaron más tiempo en la carretera que en casa. Carolina Durante fue la banda española que tocó en más festivales en 2019. Un total de 26. “Había mucho cansancio por las horas de furgoneta, ensayo, concierto y fiesta, pero todo valía la pena por el subidón de ver a la gente dándolo todo”, dice el cantante, Diego Ibáñez. Él, el bajista Martín Vallhonrat, el guitarrista Mario del Valle y el baterista Juan Pedrayes recuerdan muchas anécdotas de su pasado de festival en festival como ­ardillas saltarinas, como cuando a Diego le llevaron haciendo autoestop a un hotel, Martín y Juan se volvieron andando de día por “los parajes” de Aranda de Duero o se olvidaron a Juan en Pamplona de camino a Vitoria.

Hablan con el mismo desparpajo veinteañero que se recoge en sus canciones de rock, en las que se ríen de todo y de todos, empezando por ellos mismos. Este verano, sin embargo, todo se antoja mucho más relajado para los chicos de Carolina Durante, que saben que el público no podrá empujarse ni saltar alocadamente en sus conciertos como habitualmente, en ese celebrado momento cuando Diego pide que la gente “la líe”. “Será raro. Lo sabemos. A ver cómo nos sentimos. Yo necesito mucho la respuesta del público cuando canto, mirando las caras e interactuando con ellos, y no sé cómo lo afrontaré si veo a la gente sentada y con mascarilla”, confiesa Ibáñez. Al menos, aseguran que tener más tiempo libre les ayudará a avanzar “mejor y más rápido” en su nuevo disco. “Y a hacer más deporte”, dice Mario del Valle. Todos los demás ríen. No se lo creen, lo de hacer deporte.

Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

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