Recomendaciones culturales para un verano incierto
Fanzines, juegos de mesa, novelas clásicas y comedias. Seis creadores comparten sus recomendaciones estivales
Borja Cobeaga: “Los que nos acabamos dedicando a esto somos los que ya hacíamos cortos antes de la Facultad”
El director de Pagafantas y Fe de etarras y guionista de Ocho apellidos vascos (San Sebastián, 42 años) recuerda veranos de festivales, cortos caseros en San Sebastián y guiones atascados en Madrid.
Like Swimming, de Morphine (1997). “Me acabo de sacar el carnet y mi coche solo tiene un reproductor de CD, así que estoy rescatando mis antiguos discos. Entre ellos, este que compré durante mi época universitaria y que asocio a los festivales de verano”. Asegura que con este LP de rock alternativo recupera sensaciones olvidadas mientras recorre los anillos multicarril de la periferia madrileña. “Le estoy pillando el gusto a conducir con música”.
El relevo, de Peter Yates (1979). El cineasta recomienda esta comedia, ganadora del Oscar a mejor guion y del Globo de Oro a mejor película, sobre un grupo de chicos recién salidos del instituto que se enfrentan a la incertidumbre del futuro. “Es un retrato de chavales perdedores, con un punto patético pero tierno”. Confiesa que esta fue una de las películas que le inspiraron para rodar sus primeras tomas, durante un verano en San Sebastián. “Aquellos veranos en la universidad que nos dedicábamos a grabar, no para sacar nota, sino porque nos apetecía. Esa es la clave de la vocación”.
El temblor de la falsificación, de Patricia Highsmith (Anagrama). Es una de las novelas de su escritora favorita, que narra los conflictos éticos de un escritor que viaja a Túnez en busca de inspiración. “La leí el típico verano que me quedé en Madrid a escribir porque tenía que entregar un guion”, recuerda. “Los 30 los asocio a estar sudando tinta intentando discurrir algo gracioso: Diego San José [con quien suele escribir los guiones] y yo, en agosto, en Madrid, a 38 grados, escribiendo una comedia”.
Karina Sainz Borgo: “El verano tiene una lentitud particular, muy propicia para abordar libros que te carbonizan”
La autora (Caracas, Venezuela, 38 años) de La hija de la española (Lumen) y Crónicas barbitúricas (Círculo de Tiza) propone tres novelas para evadirse estos meses de calor. “Es una época para cerrar ciclos y estas grandes historias sirven para eso”.
El bello verano, de Cesare Pavese (Pre-Textos). Un compendio de tres historias sobre el paso de la adolescencia a la edad adulta, ambientado en el verano turinés. “Esta novela me evoca la pérdida inevitable de la inocencia y la llegada de la madurez. Siempre me ha parecido que el verano tiene un poco de quema, de despedirse de algo. Es una temporada de amar rápido, achicharrarse la piel y perder el tiempo”.
Verano, de J. M. Coetzee (Contemporánea). Se trata de la tercera parte de las memorias ficticias del Nobel de Literatura sudafricano. “Es un libro que plantea las diferencias entre qué recuerdas y qué pasó. ¿Qué es la memoria? Durante el verano tiendes a recordar dónde estabas el verano pasado. Y cuando el verano pasa te das cuenta de lo fugaz que fue. Por eso yo intuyo el verano como una época melancólica, con el desfase que conlleva y la melancolía de después, la melancolía de lo fugaz”.
El gatopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa (Anagrama). Un retrato de la decadencia de la aristocracia siciliana que se debate entre la extinción y la reconversión ante la llegada de Garibaldi. “Una novela que no quieres soltar. Recuerdo que la leí en la playa; subía la marea y yo me quedaba leyendo en la orilla y me daba cuenta tarde… Me la leí en dos días”, asegura. En la descripción de los exuberantes paisajes mediterráneos y la opulencia de un privilegio casi feudal encuentra una sensación estival: “El verano tiene una cosa de exageración, de exceso, de insolación. Se te insola también el estado de ánimo”.
Josele Santiago: “Mi idea de verano es rodearme de naturaleza y tranquilidad y trabajar. Es mi época de partos”
El vocalista de Los Enemigos (Madrid, 55 años), que publicaron en marzo Bestieza (número 1 en la lista de ventas de discos española), ofrece una tournée multidisciplinar por la ternura, la felicidad y la evasión.
El verano de Kikujiro, de Takeshi Kitano (1999). La película japonesa, nominada a la Palma de Oro, es una de sus favoritas. El viaje de un niño que, aburrido de pasar el verano con su abuela, se marcha en busca de su madre, bajo la tutela obligada de Kikujiro, un antiguo yakuza. “Si alguien me preguntara qué es la ternura, le respondería El verano de Kikujiro”.
Grooves In Orbit, de NRBQ (1983). “Di con este álbum en la noche malasañera, donde más discos he descubierto. Lo he escuchado un millón de veces y me ha traído un millón de sonrisas”, asegura Santiago de esta ecléctica mezcla de baladas a lo Beatles y versiones de Johnny Cash. Su escuela de música fueron los meses estivales en la calle, en el barrio madrileño de Puerta del Ángel. “Con 13 o 14 años, bajábamos al parque donde estaban los mayores con sus guitarras y sus casetes. Ahí aprendí mis primeros acordes”.
Nuestra parte de noche, de Mariana Enríquez (Anagrama). “Mi descubrimiento del año. Hacía mucho que no disfrutaba tanto leyendo. Mezcla de manera fascinante el terror sobrenatural [sectas, supersticiones y psicodelia] con el terror real [represión, paramilitares y una dictadura, la de Videla en Argentina]. Para evadirte de la realidad, esta novela es la mejor droga que hay”. De escapadas sabe mucho Santiago, que ya lleva 15 años pasando los veranos en su “chozo”, oculto en una aldea gallega cuyo nombre no quiere revelar “para que no se llene”: “La primera vez que fui no había ni carretera”, cuenta. “Suelo volver con bastantes canciones escritas”.
Aura Garrido: “De niña, mi trabajo ideal era el de escritor. Me pasaba las vacaciones escribiendo y leyendo”
Para la intérprete de la serie El Ministerio del Tiempo (TVE) y ganadora de un Premio Feroz a mejor actriz protagonista (Madrid, 31 años), verano no siempre significa vacaciones —también es temporada alta de rodajes—, pero sí un sentimiento de escapada. Las suyas suelen ser a un rincón secreto de las Baleares. “Veraneo allí desde pequeña y es el único lugar del mundo donde la desconexión es absoluta. Es como un retiro: no tengo que hacer nada, ni ninguna expectativa de ser productiva”.
Relatos de los Mares del Sur, de Jack London (Alianza Editorial). El escritor fue durante años el compañero de viaje de esta hija única con voracidad lectora: “Sus libros eran los que me llevaba todos los veranos a la playa cuando era niña”, recuerda. En especial, esta recopilación de ocho historias inspiradas en los viajes que London realizó a Polinesia, que llevaron a la actriz a soñar con una vocación literaria que, de momento, no ha cumplido.
El amigo de mi hermana, de Lynn Shelton (2011). “A raíz de la muerte de Lynn Shelton [la directora de cine falleció hace un mes], empecé a investigar sus películas durante el confinamiento. Estoy fascinada, hacía una comedia romántica indie increíble”. La etiqueta también es aplicable a esta historia sobre un triángulo amoroso de jóvenes sentimentalmente dolidos que accidentalmente acaban conviviendo en una cabaña junto a un lago.
Una vida americana, de Lucía Carballal (Ediciones Antígona). Una divertida obra de teatro sobre el verano de la familia Clarkson, que viaja desde Madrid hasta un campin de Minneapolis para buscar a Warren, el padre desaparecido. Un viaje al pasado en busca de la identidad.
Raúl Cimas: “De pequeño disfrutaba más pasando penurias con los scouts que en la playa con mis padres”
Cimas (Albacete, 43 años) reparte su tiempo entre las colaboraciones que realiza en programas como Late Motiv y Cero en Historia (Movistar+) y las viñetas que dibuja siempre en verano y que publica recopiladas en tomos como Prodigios u Orgullo brutal (ambos de Blackie Books). El albaceteño siempre ha soñado con un verano en la montaña: “La playa me parece muy monótona”. Recién llegado de su cabaña de la sierra de Guadalajara, donde ha pasado el confinamiento caminando, escribiendo y bañándose en el río, Cimas asegura que no tardará en volver a escaparse a su guarida: “Tendría que vivir en el campo”.
El universo en una taza de café, de Jordi Pereyra (Ediciones Paidós). Este libro de divulgación científica aborda el recorrido del ser humano para entender los misterios del universo, desde las primeras civilizaciones que trazaron un mapa de las estrellas hasta la teoría de la relatividad de Einstein, explica el humorista. Un libro ideal para los que, como él, aprovechan estas circunstancias insólitas para disfrutar de la naturaleza: “Por si te gusta observarla y no tienes mucha idea del mundo”.
Cuaderno de vacaciones para adultos, Vol. 9. (Blackie Books). El cuadernillo para no olvidar nada a la vuelta. Cada verano se publica esta colección de acertijos, crucigramas y pasatiempos para adultos, escrita por Daniel López, ganador de Saber y ganar, e ilustrada por Cristóbal Fortúnez.
Twilight Struggle. Un popular juego de mesa, creado por GMT Games, ambientado en la Guerra Fría, donde cada jugador asume un bando: EE UU o la URSS. Los participantes van cogiendo cartas, que contienen eventos históricos reales, como la crisis de los misiles en Cuba o la carrera espacial, y operan para conseguir ampliar su influencia sobre el resto de países. El objetivo: controlar el mundo.
Cristina Morales: “Ahora que nos exhortan para que llenemos las terrazas, qué mejor momento para leer y politizarse”
Para la ganadora del Premio Herralde y del Premio Nacional de Narrativa por Lectura fácil (Anagrama), el verano es un motor de consumismo y precariedad. Por eso Morales (Granada, 35 años) defiende con pasión estas lecturas, “ahora que viene el buen tiempo y los poderes oficiales y fácticos nos quieren hacer creer que los bares son los templos de la convivencia y la reconstrucción nacional”.
Abolish Restaurants. “Un fanzine ilustrado, anónimo y en inglés sobre el estrés, el aburrimiento y la alienación que suponen trabajar en un restaurante y sobre cómo las empleadas luchan contra ello. Sirviendo un conjunto de ideas anticapitalistas y un plato colmado de experiencias personales, es en parte un análisis y en parte una llamada a las armas”, apunta la escritora.
Cosas vivas, de Munir Hachemi (Periférica). También propone este retrato de la explotación que sufren los jóvenes temporeros españoles que viajan a Francia para trabajar durante las vacaciones. “Una historia de terror laboral y alimentario que deja patente la patraña de la universidad como lugar de promoción social. Un thriller ralentizado en cuya lentitud reside el subidón literario: los personajes pasan por uno y otro, y otro, y otro aro capitalista, presos de un adormecimiento (auto)inducido para sobrellevar el hecho de que no tienen un puto duro”.
Jorge Luis Borges, pesao, de Bachini-Bachini. Este fanzine, que surgió durante una serie de guateques veraniegos en el Centro Social Autogestionado Can Vies, en Barcelona, ofrece una nueva mirada sobre los versos de Borges. “Mediante tachaduras de las propias páginas de sus obras completas y collages con imágenes y textos de otros autores, se reescriben los poemas del elefante blanco. ¡Un festín contra la propiedad intelectual!”.
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