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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Por qué ‘El Ministerio del Tiempo’ ha sido y será importante

La serie de La 1 cierra su tercera temporada sin tener asegurada su continuidad

Cayetana Guillén Cuervo, Nacho Fresneda y Hugo Silva, en 'El Ministerio del Tiempo'. En vídeo, tráiler de la tercera temporada.
Natalia Marcos

Si nada ni nadie lo remedia, El Ministerio del Tiempo llegará a su fin esta noche. En una serie llena de guiños, la emisión de este 1 de noviembre, a juzgar por el avance, será un ejercicio de metatelevisión lleno de autorreferencias, con el mundo de la televisión (española) como gran protagonista. Un homenaje extensible también a los ministéricos que han estado al lado de la serie en las duras y las maduras. 

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No todo ha sido positivo en el recorrido de El Ministerio del Tiempo. Ya hace tiempo que muestra signos de desgaste. Un final a tiempo, como solemos pedir para las series que de verdad nos gustan, no es nunca una mala noticia. O, al menos, El Ministerio necesita un descanso largo y repensarse. Y volar fuera de TVE.

A la televisión pública hay que reconocerle el mérito de haber apostado por una serie que solo podía haber existido ahí. Era un riesgo porque no era una historia pensada para todos los públicos y porque era más ambiciosa de lo normal. Pero si bien TVE le dio la vida, también la ha llevado poco a poco a la muerte con un maltrato nada digno de una serie que ayudó a devolver cierto lustre a la cadena cuando pasaba por sus horas más bajas. No todo son los datos de audiencia, que con El Ministerio nunca fueron para tirar cohetes; también hay otros factores como el reconocimiento crítico y social y el valor que ha tenido más allá de la ficción. De hecho, son factores que en una cadena pública que no depende de los anunciantes deberían pesar más que las cifras de audiencia.

En esta tercera temporada, las afrentas contra la serie se han acumulado. Empezando por el retraso a la hora de confirmar la nueva entrega mientras esperaban a que entrara un nuevo jugador en la ecuación (finalmente fue Netflix), siguiendo por un estreno tardío con el verano encima, un regreso otoñal que no se anunció con tiempo suficiente y un cambio de día para sus últimos dos capítulos que ha dejado a la serie herida de muerte. Ni El Ministerio ni los ministéricos se merecían tal maltrato (al que, por otra parte, ya estaban acostumbrados porque en anteriores temporadas las cosas no fueron mucho más dignas en lo que a la programación se refiere). Ha dado la sensación de que TVE se la quería quitar de encima. Una lástima.

El Ministerio del Tiempo es una serie que mira la historia de España y los españoles desde un punto de vista crítico, devolviendo protagonismo a nombres que no fueron suficientemente reconocidos por los libros de Historia. Con un grupo de personajes centrales cuya dinámica ha funcionado, en general, bien. En esta última temporada, junto a algunos capítulos que no cuajaron en la primera tanda y salidas de actores que se han notado más de lo que cabía esperar, se han podido disfrutar de muchos momentos entretenidos y bien hilados sobre todo en la segunda mitad. En la recta final se notaba también que la serie empezaba a despedirse, sobre todo con ese penúltimo episodio que cerraba tramas para dejar todo listo para la traca final. Por si las moscas.

Pero el valor de El Ministerio no solo se mide en su contenido, que ha ayudado a profesores de colegios e institutos a explicar la Historia de España y de la Literatura a sus alumnos y llevó al público joven a interesarse por temas y personajes que quizá solo habían oído nombrar de pasada, o ni eso. La importancia de El Ministerio también radica en el fenómeno fan que ha movido a su alrededor, muy ruidoso y activo en redes sociales, un público que, en muchos casos, ha seguido la serie fuera de su emisión tradicional precisamente por esas dificultades que decíamos antes. Su público ve la televisión de otra forma, y por eso los datos de audiencia hay que mirarlos de otro modo. También ha sido una serie innovadora en cuanto a su estrategia transmedia, con episodios en realidad virtual, cómic y libros varios, juego de mesa... y todo lo que los seguidores han aportado de su propia cosecha.

Cuando terminó la primera parte de la tercera temporada defendí, con todo el dolor de mi corazón, que quizá era el momento de que El Ministerio del Tiempo se despidiera lo más dignamente posible. Sigo pensando lo mismo. Duele, pero puede que haya llegado el momento de asumir que la cosa no puede seguir así. Ha sido bonito mientras duró. Bonito, divertido y esperanzador. Eso sí, si alguien (sí, Netflix, estoy mirándote a ti) se anima a apostar en condiciones por la serie, dando el tiempo y el presupuesto necesario, a todo sí, por supuesto. Sería una grandísima noticia. Pero en las circunstancias actuales, mejor no.

Pase lo que pase, que nos quiten lo bailao. Y gracias a El Ministerio por el viaje. Honor y reputación.

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Sobre la firma

Natalia Marcos
Redactora de la sección de Televisión. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde trabajó en Participación y Redes Sociales. Desde su fundación, escribe en el blog de series Quinta Temporada. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y en Filología Hispánica por la UNED.

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