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PROGRAMAS TV
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Los Iglesias. Hermanos a la obra’: escombros de bochorno

El programa de reformas de casas de famosos presentado por Chábeli Iglesias y Julio Iglesias Jr. demuestra que ellos al natural son su mejor parodia

Julio Iglesias Jr. y Chábeli Iglesias  'Los Iglesias. Hermanos a la obra'
Julio Iglesias Jr. y Chábeli Iglesias, en una imagen promocional de 'Los Iglesias. Hermanos a la obra'.
Manuel Morales

Varias veces he tenido que frotarme los ojos para creer lo que veía o para no pensar que se trataba de otra tediosa gala de Inocente, inocente. El programa Los Iglesias. Hermanos a la obra, que emite La 1 los martes a las 22.45, remedo de formatos que han tenido cierto éxito en canales muy secundarios (Los gemelos reforman), muestra a dos de los hijos de Julio Iglesias e Isabel Preysler, Chábeli y Julio Jr., como expertos en reformas de casoplones de famosos. En esta producción de RTVE con colaboración de Beta Entertainment Spain ella cobra 28.000 euros por cada una de las ocho entregas y él 13.000, según datos de RTVE que publicó Abc. El gasto por programa alcanza los 245.000 pavos. Uno se pregunta quién habrá sido el cráneo privilegiado que ha ideado esto. El estreno, el 9 de julio, tuvo el 15,2% de cuota de pantalla, muy buen dato, favorecido porque se emitió justo después de la semifinal España-Francia de la Eurocopa. La segunda entrega ya fue un bajonazo, el 6,8%.

Por lo que se nos cuenta, Chábeli decora “desde hace más de 20 años” y el hobby desconocido de Julio es ser un manitas. La supuesta gracia está en que en cada episodio la pareja dirigirá las obras de la vivienda de algún amigo o conocido, siempre una celebridad, y así nos enteraremos de cosillas de sus vidas. Ochenta minutos nada menos duró el primer programa. Hubo demasiados ratos de aburrimiento por esa extensión y por las reiteradas conversaciones de ellos repletas de lugares comunes (”el tiempo es nuestro principal enemigo”), con gestos de ¡cuánto trabajamos! Eso sí, las charlas más sabrosas entretienen porque provocan bochorno.

Lo salvable ha venido de los clientes de las reformas: el músico cubano Yotuel Romero y el músico madrileño Omar Montes. Al primero le tocó ocultar a su pareja, la actriz Beatriz Luengo —que se encontraba fuera unos días—, que iba a hacer un vestidor para los dos y a renovar el salón. Romero y Luengo se compraron hace ocho años una casa en Biscayne Park, al norte de Miami, que se ha quedado anticuada. Vemos, supuestamente, sufrir a Yotuel, que ve peligrar su matrimonio si la cosa sale mal: “Julio es un vendedor de motos, pero me ha convencido”.

Beatriz Luengo (izquierda) y Chábeli Iglesias, en 'Los Iglesias. Hermanos a la obra'.
Beatriz Luengo (izquierda) y Chábeli Iglesias, en 'Los Iglesias. Hermanos a la obra'.

Mientras, Omar Montes se mostró como alguien muy familiar: pidió a los Iglesias que dividieran la planta de arriba de su mansión en dos habitaciones para sus abuelos y su madre. Prepárense porque en próximos capítulos se anuncia como clientes a Isabel Preysler, Norma Duval o Ana Obregón, entre otros. Me falta Bertín Osborne.

Los hermanos se esfuerzan por resultar naturales y se aprenden lo que tienen que decir, pero ello no evita numerosos momentos descacharrantes. Como cuando van a comer churros a una churrería de Miami, repleta de fotos de famosos que han pasado por allí. “¿Sabes quién era Severiano Ballesteros?”, pregunta él mientras señala una imagen del genial golfista. “¿Un futbolista?”, sugiere ella. También cuando debaten quién tiene menos canas. Julio dice que, con 51 años, solo tiene una y Chábeli, que ha cumplido 52, insiste en que no se las pinta. Para pasmarse.

Omar Montes, Chábeli Iglesias y Julio Iglesias Jr., en el segundo programa de 'Los Iglesias. Hermanos a la obra'.
Omar Montes, Chábeli Iglesias y Julio Iglesias Jr., en el segundo programa de 'Los Iglesias. Hermanos a la obra'.

En el segundo programa, una de las preguntas de Chábeli en la conversación en la que conoce a Omar Montes es: “¿Qué es un kebab?”. Sorprendido, el cantante confiesa a solas a la cámara: “Es muy fuerte que a estas alturas del siglo XXI haya quien no se ha comido nunca un kebab”.

Volviendo al día del estreno, el momento sin duda más viscoso lo protagonizaron Camila Guiribitey, calificada como “mega influencer”, y su madre, Taty Gutiérrez, “millonaria y filantrópica”, conocida en las redes sociales como La Mamilover. Las dos cubanas son expertas en vestidores. En una conversación sonrojante, Chábeli asegura: “El clóset tiene que estar organizado, no puedes pasar mucho tiempo ahí porque tienes familia”. Mientras, la excéntrica Guiribitey le enseña entre risas su última adquisición, un minibolso para su hija, “¡que aún no ha cumplido un año y ya tiene 76!″. Ella afirma que tiene unos mil, pero en el vestidor solo muestra 300 y los va rotando, como si fuera un museo con sus fondos. Entre tanta obscenidad, Chábeli saca estupendas ideas para que el vestidor que diseñará para Yotuel y Beatriz consiga “el efecto guau”. Vamos, que cuando ellos lo vean, digan “guau”. Uno llega a echar en falta las risas enlatadas.

Omar Montes es, al menos, terrenal. Salido de la humilde barriada madrileña de Pan Bendito, con el dinero ganado con su música se ha comprado una enorme casa —3.000 metros cuadrados de parcela— en la exclusiva urbanización Montepríncipe, en Boadilla del Monte (Madrid). Montes señala que la vivienda es para los fines de semana y para que su madre y sus abuelos tengan una habitación. El exboxeador es sincero cuando reconoce que en Montepríncipe no tiene muchos amigos, aunque por allí se paseen Raphael, Alejandro Sanz o Iker Casillas. “Es que son todos jueces, diputados...”. El músico se muestra como es y Julio Jr. también cuando bromea ¿o lo dice en serio? que sus coches sienten celos cuando escoge a uno y no a otro para darse una vuelta por ahí.

Menos mal que queda alguien con sentido común, como los entrañables abuelos de Omar. Ella prepara un cocido ante el cual el vegetariano Julio pone ridículos gestos de repelús. Pero el hueso duro de roer es el vestidor que pide a última hora Omar para guardar, entre otras cosas, sus casi mil pares de zapatillas. Es lo que tienen las obras, quien las sufrió, lo sabe: que hay imprevistos, parece que no van a acabar nunca, materiales que llegan en mal estado, el polvo, las incomodidades... Y, en este caso, además hay que satisfacer a celebridades con sus caprichitos. Como suspira Chábeli en un momento de zozobra: “Lo mío no son los famosos”.

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Sobre la firma

Manuel Morales
Periodista de la sección de Cultura, está especializado en información sobre fotografía, historia y lengua española. Antes trabajó en la cadena SER, Efe y el gabinete de prensa del CSIC. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y máster de Periodismo de EL PAÍS, en el que fue profesor entre 2007 y 2014.
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