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Bares y desescalada: cómo comportarse para que los rituales de la barra y el café sigan siendo seguros

¿Se puede coger el jamón con las manos? ¿Y tocar la cadena del retrete? Expertos en enfermedades infecciosas nos sacan de dudas

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A partir de mañana, el 48% de la población española entrará en la fase 2 de la transición a la nueva normalidad, lo que conlleva la recuperación de una de las costumbres intrínsecas a todo español que se precie: bajarse al bar (no, a la terraza no, al bar, con sus parroquianos, sus exabruptos, su confraternización, chanzas y risas, el fragante chiflar de las cafeteras...). El 52% restante avanzará a la fase 3 y podrá recuperar su sitio en el punto neurálgico de todo local a la altura, el auténtico sanctasantórum de la hostelería patria: la barra del bar.

Las normas y recomendaciones para los hosteleros son claras en cuanto a distancia entre mesas y medidas de higiene, reguladas por la orden ministerial publicada en el BOE el pasado 16 de mayo. También en las barras hay que guardar una distancia de 2 metros. Pero el comportamiento del cliente está supeditado a una serie de hábitos que vale la pena escrutar desde el punto de vista de la salud. Máxime en España, donde existe una arraigada cultura de bar con sus propias normas, entre las que se hallan la irreductible tradición de arrojar servilletas de papel al suelo, entre los huesos de aceituna mordisqueados por clientes sin puntería para encestar en la papelera. ¿Debemos seguir compartiendo el plato de jamón, el cuenco de patatas fritas, incluso platos de cuchara como los callos que tan bien le sientan a una buena caña? ¿Qué hay que hacer ahora que los reencuentros largamente postergados animarán aperitivos y cafés, vale la vigorosa dosis de besos, abrazos y palmetazos en la espalda con la que terminan tantas esperas en la barra del bar?

Leer el periódico es prescindible, ¿y las servilletas de papel?

Empecemos por lo primero, por ese saludo tanto tiempo postergado —admitámoslo de una vez, las videollamadas ni son lo mismo ni se parecen—. Benito Almirante, jefe del servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona y portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), recuerda que "el ministerio entiende por contacto de riesgo aquel cuya distancia es menor a dos metros y que, en tiempo, excede los 15 minutos. Un abrazo dura 10 segundos, y no se consideraría contacto de riesgo. Tendría un riesgo muy bajo, yo diría que nulo, porque no cumple con el tiempo de exposición". Claro que toda precaución es poca: "No sería partidario de animar a que nos abracemos todos", añade. Además, cuando el énfasis de la prevención está en el distanciamiento interpersonal, ese abrazo o beso puede no ser tan bien recibido como te esperas; quizá lo más prudente sea preguntar antes... o usar los métodos alternativos de saludo que han nacido con la pandemia.

Si a los saludos de rigor les siguen el condumio, no queda otra que darle un descanso a la mascarilla: obviamente, su uso es incompatible con la ingesta de comida y bebida. Lo admite Almirante: "En mi opinión no se puede estar en un restaurante con la mascarilla puesta. Ni se puede uno quitar la mascarilla cada vez que se lleve el tenedor a la boca; es inasumible. Lo que marca la seguridad es la distancia. Si en la mesa están sentadas personas que conviven, no tienen que tomar ninguna medida. Además, ¿dónde se deja la mascarilla? No me puedo imaginar el dejar encima de un mostrador 25 mascarillas y que se confundan unas con otras".

Sí, amontonar mascarillas es, sin duda, una mala idea pero, ¿qué hacer con ellas? Javier Arranz, portavoz de Enfermedades Infecciosas de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), recomienda "o bien llevar una bolsita con cierre zip, de congelación, donde puede guardarse y pasarla acto seguido a un bolsillo o a un bolso; o bien usar una bolsa de papel o un sobre. Y así me quedo tranquilo".

En bares y restaurantes vamos a entrar en contacto con otros materiales aparte de los orgánicos. Uno de ellos son las cartas con los menús: algunos locales disponen de códigos QR que permiten al cliente descargárselas; otros, exponen los platos en una pizarra que nos dará más seguridad; pero algunos te endosan los pliegos de papel sin mediar palabra. Una buena opción es, como propone Javier Arranz, hacer una foto con el móvil a la carta y estudiarla en nuestro dispositivo.

Lo que tampoco parece razonable por el momento es aprovechar par ojear la prensa, pese a que en algunos bares ofrezcan los periódicos del día para amenizar la estancia. "Eso es prescindible: hoy en día la mayoría de las personas dispone de un aparato electrónico donde puede leer las noticias", señala el portavoz de la SEIMC. Y eso a pesar de que "el nivel de transmisión a través del papel es muy bajo", como añade Arranz, y es que un riesgo bajo sigue siendo un riesgo. Parece que otra cosa son las servilletas de papel: "No tienen ningún riesgo; cada uno usa la suya", dice Almirante.

No opina lo mismo de las de tela, así como de los manteles de este material, propios de los restaurantes de postín. "Si yo voy a un sitio y me los encuentro, de entrada no me gusta", admite Arranz. "En las mesas debe haber pocos elementos, porque eso nos dirá que la limpieza va a ser más fácil. Quizá yo vaya con un poco más de cuidado o elija otro restaurante".

¿Se acabó lo de pasarse el salero?

En Alemania, uno de los primeros contagios por coronavirus se dio por compartir un salero. Y quien dice salero, dice botellita de aceite o vinagre… Javier Arranz aporta un consejo que puede aplicarse a diferentes contextos: "Ante la duda, me lavo las manos. Conviene llevar un bote de solución hidroalcohólica y, si no, seguramente alguno de nuestros acompañantes lo lleve. Así podemos seguir con ese plus de seguridad". Sí, a las botellas del bar habrá que añadir a partir de ahora las de gel hidroalcohólico.

Una vez sentados a la mesa, es muy de aquí eso de pedir raciones para compartir. Algunas viandas, como el jamón o las aceitunas, se acostumbran a coger con la mano. Ante estas situaciones, Almirante llama a la tranquilidad. "La infección a través de la comida no ha podido demostrarse", dice. "Compartir un plato no supone ningún riesgo. Podría entrañarlo, aunque mínimo, compartir los utensilios", asegura. No lo tienen tan claro en China, donde las autoridades han impulsado una campaña para que se usen utensilios para servir la comida y contra la costumbre de comer toda la familia del mismo recipiente, cada uno con sus propios cubiertos, un hábito que en ocasiones también incluye a desconocidos. En España, el protocolo solo obliga a separar las raciones en los restaurantes de bufé, con platos individualizados y envases monodosis, de manera que uno puede pedir un plato para compartir, pero es normal que el sentido común llame a no hacerlo más allá de con personas cercanas y a evitar esta práctica en situaciones como las comidas de trabajo. Además, si llevamos una botella de gel hidroalcohólico por si tocamos el salero, ¿por qué no usarla si el objeto es el mismo plato que otro comensal, especialmente si se ha llevado su mano a la boca? Ante la duda, tanto platos como aperitivos pueden pedirse en raciones individuales.

Por último, es muy posible que debamos hacer una visita al baño del local, necesidad que, como sabemos, se vuelve apremiante cuando hay cerveza de por medio. Los bares están obligados a desinfectarlos, pero hacerlo entre usuario y usuario es imposible. Si el parroquiano que nos precede tiene la buena costumbre de tirar de la cadena, la habrá tocado antes de lavarse las manos; también el grifo. No es plan de andar haciendo malabarismos con los codos. "Si he tocado la cadena del váter, lo que no debo hacer es tocarme a continuación la nariz y los ojos. Voy y me lavo las manos inmediatamente", apunta Arranz. Una vez hayamos terminado de lavarnos las manos, este experto sugiere derramar un poco de agua con jabón por encima del grifo, en deferencia al siguiente usuario. En lo tocante al secado, Almirante opina que siempre es "mejor hacerlo con un papel" para evitar tocar otros objetos. Teniendo en cuenta estas sencillas consideraciones, la estancia en el bar podrá ser tan gratificante como venimos soñando desde marzo.

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