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Tribuna
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El momento Sputnik de la pobreza mundial

Si Estados Unidos no se sienta en la mesa de líderes para debatir sobre el desarrollo internacional, su voz y sus berrinches serán ignorados. Y China y otros países con valores alejados de las democracias occidentales dominarán la conversación

Desde que el actual Gobierno de Estados Unidos llegó a la Casa Blanca, las conversaciones sobre desarrollo internacional a menudo se convierten en un lamento compartido. Se transforman en una especie de elegía, incluso entre los más optimistas.

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El lamento tiene muchos versos. Comienza con el enfoque “América primero” que condujo hacia una importante reducción de la ayuda externa. Si bien ha habido continuidad en la financiación destinada a la ayuda de emergencia, especialmente en el caso de conflictos geopolíticos y para contrarrestar el extremismo islamista, se ha disminuido el apoyo a la ayuda utilizada históricamente para financiar programas a largo plazo, es decir, programas de aguas y saneamiento, salud pública, inclusión financiera y agricultura. Y la implementación de esta ayuda es lenta. 

Entretanto, los donantes en Estados Unidos están dedicando más recursos a causas domésticas como la inmigración y la violencia armada, y se estima que se gastarán 10.000 millones de dólares en publicidad solo en la campaña presidencial estadounidense de este año. Ahora la pandemia añade, además, nuevas y enormes tensiones financieras. Las economías nacionales y de los hogares están muy afectadas, las fronteras están cerradas y las mentalidades nacionalistas se han endurecido.

Eso nos lleva al estribillo. Justo cuando la tecnología sofisticada, los datos y las herramientas de financiación híbrida nos permiten abordar los problemas más apremiantes del mundo, como por ejemplo la pobreza mundial, la falta de oportunidades para los jóvenes o el cambio climático, Estados Unidos ha dejado de cantar las estrofas con las que participaba.

Desde la caída del muro de Berlín, 1,9 millones de personas han salido de la pobreza extrema, quedando aún 650 millones en dicha situación. Con herramientas como la tecnología digital, el dinero móvil y el análisis de datos, el fin de la pobreza está a nuestro alcance, aunque un poco más lejos debido a la pandemia.

El papel que desempeña China en el desarrollo ha dado lugar a un punto de inflexión en la ayuda internacional. Desde el lanzamiento de la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda en 2013, China ha tratado de maximizar su influencia geopolítica a través de inversiones en infraestructuras por una cantidad aproximada de un billón de dólares en más de 100 países. Cuatro años más tarde, China anunció el lanzamiento de la Ruta de la Seda Digital, un esfuerzo para llevar infraestructura de tecnologías de la información a esos mismos países.

Con herramientas como la tecnología digital, el dinero móvil y el análisis de datos, el fin de la pobreza está a nuestro alcance, aunque un poco más alejado a raíz de esta pandemia

Los avances de China en macro datos (Big Data), conectividad de banda ancha, comercio electrónico e integración financiera, han hecho que muchos analistas desempolven analogías con la Guerra Fría para advertir que China está derrotando a Estados Unidos. Lo que se necesita es una estrategia holística y agresiva como la que desplegó Estados Unidos cuando se sentaba en la cabecera de la mesa del liderazgo mundial.

Cuando la Unión Soviética demostró la superioridad de su tecnología de cohetes de larga distancia con el lanzamiento de su satélite Sputnik 1 en 1957, los estadounidenses de repente temieron que los soviéticos pusieran armamento en el espacio. Sin embargo, en lugar de limitarse a ampliar el gasto militar para recuperar el poderío de Estados Unidos, el presidente Dwight Eisenhower reconoció la importancia estratégica del poder blando y canalizó la inversión pública hacia la ciencia, la tecnología y la educación. Estados Unidos estaba en una carrera por algo más que las estrellas y los planetas. Estaba en una por los corazones y las mentes, tal como lo está hoy.

Muchas veces desde entonces hemos visto lo que sucede cuando Estados Unidos respalda políticas para superar amenazas mundiales. En 2003, la administración de George W. Bush se enfrentó al VIH/SIDA con el Plan de Emergencia del Presidente de Estados Unidos para el Alivio del Sida (PEPFAR), el programa de salud mundial más grande de la historia centrado en una sola enfermedad. 11 años más tarde, la administración de Barack Obama respondió al brote de ébola en África occidental con un enfoque polifacético que ayudó a poner fin a la crisis en 18 meses.

El enfoque del actual gobierno para el desarrollo en el extranjero es la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de Estados Unidos (DFC). Pero, aunque la DFC —que proporciona préstamos y seguros a inversores dispuestos a hacer negocios en los países en desarrollo— puede cumplir su limitada misión, se necesitan principios rectores muy bien pensados para mitigar los riesgos de los cambiantes vientos y caprichos políticos. Incluso así, la DFC por sí sola no erradicará la pobreza en el mundo. Ninguna respuesta única será suficiente: ni la filantropía, ni los datos, ni la digitalización, ni la inversión de impacto. Lo que se necesita es un plan audaz que combine todos estos recursos invaluables.

La Fundación Grameen, que ha ayudado a más de 14 millones de personas empobrecidas desde 2016, ha sido testigo de primera mano del impacto que los recursos nuevos y reinventados tienen en los pobres. Los datos precisos y actualizados han permitido que Grameen comprenda las necesidades que tienen las personas empobrecidas en cuanto a herramientas financieras y agrícolas, incluso la necesidad de tecnologías digitales, que les ayuden a salir de la indigencia.

La digitalización transformará vidas. El Internet de las cosas permitirá el envío de datos a 38,5 mil millones de dispositivos en todo el mundo en 2020. Es la razón por la que los llamados Komal en la India, que son agentes comunitarios de Grameen equipados con un dispositivo móvil, pueden llevar servicios financieros a la puerta de sus vecinos en situación de pobreza y del entorno rural. La financiación creativa es la razón por la que Proyecto Mirador, cliente de la filial de Grameen TaroWorks, utiliza tecnologías de combustión limpia para estufas de cocina con el propósito de reducir la contaminación causada por 3.000 millones de personas en todo el mundo que cocinan en fogones abiertos. Sus esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero se financian en parte mediante la venta de compensaciones de la huella de carbono registradas en Gold Standard.

Incluso ahora, el mundo está preparado para acabar con la pobreza. Si Estados Unidos no toma su asiento en la mesa de liderazgo, será relegado al rincón, su voz no será escuchada y sus berrinches serán ignorados. China y otros países con valores alejados de aquellos de las democracias occidentales dominarán la conversación.

Steve Hollingworth es presidente y director ejecutivo de la Fundación Grameen. Copyright: Project Syndicate, 2020.

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