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El agricultor que desafió a la industria con sus barras de chocolate

El peruano Gabriel Sangama lleva una vida luchando por elaborar su propio cacao, de formar artesanal e independiente. A sus cincuenta años, quiere compartir su experiencia con sus vecinos y así protegerlos de los terratenientes

Gabriel Sangama, en su finca rodeado de cacao.
Gabriel Sangama, en su finca rodeado de cacao.Roberto Palomo

Gabriel Sangama es productor de chocolate y vive en Chazuta, un pueblo de 8.000 habitantes en el amazonas peruano. A sus cincuenta años, y después de dedicar toda una vida investigando los procesos de producción del cacao, está llevando a cabo una iniciativa local que desafía el modelo de negocio de la agroindustria global y garantiza el desarrollo de las futuras generaciones.

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Sangama es titulado en producción agropecuaria y especialista en sistemas de siembra de semillas de cacao. Este es el método al que ha dedicado gran parte de su vida: “Primero fermento el cacao. Luego lo seco al sol durante siete días. Después lo tuesto y lo hago grano para producir la pasta, hacer los chocolates y envasarlos. Si incorporamos este proceso localmente, vamos a eliminar al intermediario y así pagar un precio justo a los agricultores”, explica Gabriel. Y continúa, “solo mejorar el proceso de fermentación me llevó dos años, he investigado toda mi vida y ahora tengo que concienciar a la gente de que esto no es un proyecto a corto plazo”.

Reformular la cadena de producción no es tarea sencilla en una región donde la gente está acostumbrada a vivir al día y someterse a los intermediarios y las grandes industrias resuelven a las familias los problemas a corto plazo. Pero si alguien puede cambiar esa visión en la comunidad es Gabriel.

Una vez consiguió producir sus primeras barras de chocolate se dedicó a recorrer el Perú para darlo a conocer a pesar de perder dinero y de la oposición de su esposa. A los pocos meses, ya estaba recibiendo los primeros encargos. El pasado año vendió más de tres mil barras a clientes establecidos, sobre todo, en la costa del país. Le ha llevado toda una vida conseguir esta forma de trabajar que desafía al modelo de producción establecido por las grandes multinacionales agroindustriales y las chocolateras occidentales.

Ahora, está centrado en la última fase de la cadena de producción. “Produzco cacao puro, con jengibre, con cúrcuma o con coca. Si le añado estos ingredientes con altas propiedades medicinales ya le estoy dando un alto valor a mi producto. Con el Sacha Inchi (conocido como el cacahuete de la selva) estoy ya preparando un aperitivo con chocolate. Creo que esta es la clave, darle un valor añadido al producto”.

Un proyecto para la comunidad

Chazuta es una comunidad con larga tradición en la producción y elaboración de productos con cacao. Las familias han elaborado en sus casas jugos, mieles o incluso marinados con este ingrediente como base y Sangama no se conforma solo con sacar su propio proyecto adelante. Quiere hacer de su región un lugar sostenible no solo económica si no también socialmente. “Yo he estudiado toda mi juventud, tengo la fórmula y quiero darles las herramientas a los demás para que trabajen. Hay que vincularlos ahora a todos y que tengamos un sentido común con una visión para toda la vida y para las nuevas generaciones”. El agricultor explica cuál será el siguiente paso: “Planeamos organizar el mes que viene nuestra primera feria en la que estamos tratando de que todos vengan a dar a conocer y vender sus productos”.

Una vez consiguió producir sus primeras barras de chocolate se dedicó a recorrer el Perú para darlo a conocer a pesar de perder dinero y de la oposición de su esposa

Desde muy joven, Sangama fue una persona con visión de futuro, una manera de ver la vida que le hace trasladarse a un tiempo más lejano incluso que al de su propia existencia. Por eso, sentencia: “Aquí ya están viniendo gente de fuera a comprar terrenos y para mí esto es una amenaza que me preocupa. Van dejando a los agricultores sin espacio y se forman latifundios, como en los tiempos de antes. Es como volver a la antigua vida, vivir siempre siendo sus trabajadores y no poder prosperar ni darle una educación a nuestros hijos".

En definitiva, la competencia entre los vecinos no es un problema ni para Gabriel ni para la comunidad sino el mejor aliado. Conseguir que las familias tengan un modo de vida independiente y sostenible blinda a la región contra un sistema de producción industrial que impida su desarrollo.

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