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John Liebenberg: el maestro de la fotografía de la vida y la guerra

Uno de los reporteros sudafricanos más respetados del siglo XX es el autor de un archivo trascendental y único sobre las contiendas en el sur de África en los años ochenta

John Liebenberg en el hospital saqueado en Cubal, Angola, en 1993.
John Liebenberg en el hospital saqueado en Cubal, Angola, en 1993. Fotógrafo desconocido / Cortesía de la familia Liebenberg

El periodista gráfico sudafricano John Liebenberg, fallecido el pasado mes de febrero a los 61 años, es muy conocido por su excepcional obra sobre Namibia, en especial el periodo de finales de la década de 1980, cuando el país iniciaba su transición hacia la independencia bajo la supervisión de Naciones Unidas.

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Liebenberg nació en 1958, en Johanesburgo, y su niñez, parte de la cual pasó en un orfanato, no fue fácil. Terminó el colegio en una época en la que se esperaba que los hombres sudafricanos cumpliesen el servicio militar obligatorio y fue enviado a Ondangwa, en el norte de Namibia, en 1976. En el Ejército estaba prohibido hacer fotos, pero Liebenberg ocultó una pequeña cámara en la letrina.

Después del servicio militar, regresó a Namibia y trabajó en la oficina postal de Windhoek. Quería ser fotógrafo. También tenía un don para conectar con la gente. A menudo hablaba con los empleados inmigrantes negros que conocía en el trabajo, la mayor parte de ellos procedentes del norte de Namibia, en la frontera con Angola, donde la guerra se estaba intensificando. El conflicto bélico, conocido por los sudafricanos como la “guerra de la frontera” y por los namibios como la “guerra de liberación”, condujo a Namibia, Angola y otros países a la guerra de Sudáfrica contra los movimientos armados de liberación apoyados por países socialistas, un eco de la política general de la Guerra Fría.

“Cariño” era un término que a Liebenberg le gustaba emplear cuando hablaba sobre su relación con las personas y de cómo llegaba a conocer sus historias y sus duros periplos dictados por la necesidad de encontrar trabajo en el sur. Daba la sensación, muchos años después, de que los relatos seguían obsesionándolo. Lo mismo ocurrió cuando empezó a trabajar en el periódico The Namibian y a cubrir la creciente movilización urbana de sindicatos y estudiantes y, cada vez más, la zona de guerra en la frontera con Angola.

Las familias de los reclutas militares sudafricanos hacen un picnic en el río Cunene cerca de la frontera con Angola en 1987.
Las familias de los reclutas militares sudafricanos hacen un picnic en el río Cunene cerca de la frontera con Angola en 1987.Cortesía de la familia Liebenberg, CC BY-NC-ND

Compañeros periodistas y amigos describen a un hombre con la capacidad de saltar barreras, romper límites y desarmar a las personas mientras se movía como un torbellino tomando fotografías, a veces furtivamente, pero a menudo conmovido por otros y conmoviéndolos a su vez.

Enemigo del Estado

La transición a la independencia de Namibia comenzó el 1 de abril de 1989 e inicialmente se fue a pique por el fracaso del alto el fuego en el norte.

Horas antes de que se reanudara el conflicto, el coche de Liebenberg fue acribillado a balazos en un intento de asesinato. Años después supo, gracias a las audiencias de la Comisión para la Verdad y la Reconciliación de Sudáfrica para otorgar la amnistía, que quienes intentaron matarlo, los atroces escuadrones de la muerte del apartheid —la Oficina de Cooperación Civil— habían recibido el encargo de librarse de él.

Es admirable hasta qué punto mantuvo la intensidad de su densa cobertura fotográfica de las protestas y la guerra que se vivieron durante este periodo, incluida la revelación de la difícil historia de los relatos sobre los abusos contra los derechos humanos narrados por detenidos que pertenecían a la Organización del Pueblo de África del Sudoeste (SWAPO por sus siglas en inglés). Sus historias salieron a la luz tras ser liberados, en 1989, de las cárceles situadas en el sur de Angola.

Tras la independencia de Namibia, Liebenberg siguió cubriendo la guerra civil de Angola, a la que denominaba la “guerra de la locura”. Había muchos intereses en juego, la política era sucia y, con frecuencia, no se respetaba la vida humana.

Días oscuros en Soyo. Las fuerzas del MPLA patrullan las instalaciones petroleras en Soyo, Cabinda, después de su recuperación de la UNITA en 1994.
Días oscuros en Soyo. Las fuerzas del MPLA patrullan las instalaciones petroleras en Soyo, Cabinda, después de su recuperación de la UNITA en 1994.Cortesía de la familia Liebenberg, CC BY-ND

Fotografió el conflicto en Luanda tras el fracaso del acuerdo entre el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA) y la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA) después de las elecciones de 1992. Acompañó a las fuerzas del MPLA que se movían por el centro del país para reconquistar zonas tomadas por la UNITA, entre ellas Huambo. Siguiendo su código personal de fotografiar a los dos bandos enfrentados, después fotografió las bases de la UNITA en el sur de Angola.

Fantasmas

Liebenberg publicó sus fotografías de la guerra de Namibia contra la ocupación colonial sudafricana en la obra Bush of Ghosts (2010). Como soy historiadora del norte de Namibia, me invitó a colaborar en el proyecto. Siempre tuvo muy claro que el relato debe tener en cuenta las diferentes partes enfrentadas.

El libro consta de tres capítulos. El primero sigue a jóvenes reclutas blancos enviados a la zona de guerra en la frontera entre Namibia y Angola. Se despliega en escenas en las que las fuerzas de seguridad blancas y negras se enfrentan a las poblaciones locales, que soportan toques de queda y amenazas, que ven sus campos y granjas destruidos por vehículos blindados y fuego de artillería, pero que a menudo resisten con una indescifrable quietud y dignidad ante semejantes imposiciones. En este capítulo se reconoce la vulnerabilidad de los jóvenes reclutas, pero se dirige directamente a ellos y al aparato militar del Estado del apartheid. Ningún otro fotógrafo ha documentado de este modo la guerra en el sur de África.

Un niño sostiene una bengala gastada, norte de Namibia, 1987.
Un niño sostiene una bengala gastada, norte de Namibia, 1987.Cortesía de la familia Liebenberg

El segundo capítulo de Bush of Ghosts rinde homenaje a los namibios que se movilizaron contra el dominio de Sudáfrica. El tercero es más introspectivo y explora las consecuencias de la guerra en retratos y paisajes. Como coautora con Liebenberg, me asombró la amplitud de temas y la falta de elementos superfluos en este archivo analógico.

Los recovecos del corazón

Mientras trabajábamos, Liebenberg me mostró otros trabajos que nunca había expuesto: los retratos de estudio de 1986 tomados durante los fines de semana en el hostal Ovambo, un alojamiento para hombres inmigrantes, en Katutura, una de las zonas reservadas para negros en Windhoek. Son asombrosos por la forma en que los hombres despliegan su inmensa individualidad ante la cámara. Cuando algunas de estas fotos se expusieron en Windhoek en 2011, con el título de Fines de semana en el Okombone, se produjeron dramáticos momentos de reconocimiento entre algunos descendientes de los hombres fotografiados.

Liebenberg solía describir la forma impredecible en que la gente podía introducirse en los “recovecos del corazón”. No hablaba solo de amor. Se refería a las inesperadas consecuencias emocionales del trabajo al que dedicó su vida.

Un fotógrafo que se acerca al dolor, la muerte, la mutilación, la culpa, la traición, el duelo, la furia o la crueldad de las personas se ve expuesto a profundas repercusiones afectivas. Quizá eso lo volvió decidido e incluso temerario, haciendo que se olvidara de todo cuando ponía la cámara en acción, como hizo durante el segundo accidente aéreo que experimentó en la provincia de Huambo, en la década de 1990.

Y si no puedes llegar o ayudar a las personas que han entrado en lo más recóndito de tu corazón, al menos puedes llevarlas a lo más recóndito de tu cámara. Es decir, el sujeto de la fotografía entra en el mundo visual de John, en el que profundidades y superficies insondables producen diversos efectos. Por eso no hay una sola forma de interpretar ninguna de sus imágenes, y probablemente por eso muchas de ellas siguen siendo tan inquietantes.

Un entrenamiento de salto en paracaídas sobre Luiperdsvallei en Windhoek, capital de Namibia, en 1987.
Un entrenamiento de salto en paracaídas sobre Luiperdsvallei en Windhoek, capital de Namibia, en 1987.Cortesía de la familia Liebenberg

Aún sigue habiendo muchas incógnitas en torno a la trayectoria profesional y las penurias de los minutos finales de este destacado fotógrafo que murió en el hospital tras una intervención quirúrgica a los 61 años sin seguro sanitario, alguien que a menudo hablaba de la explotación de los fotógrafos por parte de periódicos, agencias y redes. Decía que a veces eran negligentes y a menudo exigentes respecto a los derechos de reproducción que eran el único medio de supervivencia para un fotógrafo ya mayor y su familia. Un fotógrafo con un archivo trascendental y único, que tiene el potencial de abrir la memoria histórica de las naciones.

Patricia Hayes es catedrática en Historia y Teoría Visual en la Universidad del Cabo Occidental, Sudáfrica. La autora no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

Este articulo fue publicado originalmente en ingles en The Conversation y traducido al castellano por Newsclips.

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