Imbatible en lo superficial
En estas escaramuzas culturales dentro del Ejecutivo, los dos socios de Gobierno quieren ser lo que decía Rafael Azcona que era el cine
Todos los Gobiernos felices se parecen, pero los infelices lo son cada uno a su manera. La coalición entre PSOE y Unidas Podemos no tiene un proyecto claro más allá de ocupar el poder. Si hay diferencias ideológicas e institucionales entre los dos partidos, las fricciones han aparecido en terrenos en los que la distancia parece menor, como se ha visto en el anteproyecto de Ley de Libertad Sexual.
Hemos asistido al insólito espectáculo de un vicepresidente que, para defender el texto del ministerio que dirige su pareja, acusaba de machista a otro ministro. Con el machismo ocurre como con la acusación de fascista: por una parte es una descalificación grave, que te expulsa de la conversación —más en un Gobierno que reivindica su carácter feminista, un adjetivo que utiliza con la misma frecuencia que las preposiciones—, y a la vez es una descalificación que se puede lanzar alegremente contra cualquiera que te moleste. Iglesias lo ha empleado para encubrir una deficiencia técnica: la acusación es un camuflaje de la incompetencia. El argumento, esgrimido también por Echenique, de que es una ley redactada por mujeres y por eso se critica es una combinación de paternalismo y trivialización cínica. Los procedimientos y los requisitos técnicos —entre ellos, solapamientos, gradaciones, la concordancia con el Convenio de Estambul— se presentan como obstáculos para el progreso del bien y las objeciones se atribuyen a la mala fe.
UP tiene mucho que aprender en lo técnico, como ocurrió cuando llegó al Congreso. Pero seguramente lo logrará. A fin de cuentas, estamos viendo su Bildungsroman, y esta semana hemos tenido otros capítulos importantes: Iglesias ha propuesto acabar con la limitación salarial y de mandatos en su partido, que quizá era también un freno al avance moral, y algunos estudiantes lo abuchearon en la Universidad Complutense por haber traicionado la causa obrera, en un acto tan rechazable como los que protagonizaba él mismo hace no muchos años.
Incluso con estas noticias negativas o contradictorias, consigue ocupar espacio: lo que mejor domina, y quizá sea uno de los aspectos que más justifican el insomnio anunciado del presidente Sánchez, es la comunicación. La batalla es más por la imagen y la posición que por la ideología, más por un poder simbólico que por un poder real. En estas escaramuzas culturales dentro del Ejecutivo, los dos socios de gobierno quieren ser lo que decía Rafael Azcona que era el cine: imbatible en lo superficial.
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