El arte en su misterio

EN TIERRAS en las que la tradición y la sabiduría transmitida aconsejan buscar grandes vinos blancos (norte de la Borgoña y Chablis; Champaña; Penedès), la experiencia del viajero bebedor dice que siempre han existido también tintos de respeto. Quien tiene la sensibilidad para dibujar los perfiles de una uva blanca como la xarel·lo (y el viñerón Amós Bañeres la tiene), sabe encontrar el camino para la eclosión de una garnacha tinta que, aunque no tenga nombre (Sense Nom se traduce por Sin Nombre), no se olvida. Resuena el “Nadie” homérico de la Odisea en un vino que sabe a arcilla húmeda en el torno. Cuencos de mirto y frambuesa. Sifones de zarzaparrilla y zarzamora madura. Hay materia en el aire, lleno del vapor de la garnacha en fermentación. Recondita armonia: en el corazón del Penedès existen todavía parajes donde el arte del payés aparece envuelto en un misterio que se rompe con el vino en la copa. Los arbustos crujen, las maderas acompañan, los sarmientos hablan del invierno próximo. El pan tostado llega con aceitunas negras y tomate seco.