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Abrir en caso de apocalipsis y otras obras inspiradoras...

¿Y si la hoja de ruta hacia una sociedad más justa y menos desigual planeada para 2030 fracasa y el futuro se convierte en imposible? Diez libros apilados al azar nos dan pistas ya en este 2020

Drew Beamer | Unsplash
Lola Huete Machado

Situémonos en el peor escenario posible, en un mundo, dentro de tres o cuatro lustros, donde se considere ya todo perdido; donde aquello que no se ha hecho no se podrá ya iniciar jamás; donde quede poca esperanza de vuelta atrás. Un mundo en claroscuro, inhabitable por falta de concordia, de humanidad, de paz. Un lugar distópico en el que no se hubieran cumplido los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible marcados a finales de 2015 por Naciones Unidas como hoja de ruta de una sociedad más justa y menos desigual.

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Uno de espaldas al cuidado del planeta, agotado de recursos, asfixiado por el uso de combustibles fósiles, amenazado por el cambio climático y las catástrofes que origina... Un mundo atroz con una sociedad de clases excluyentes y amuralladas: arriba/abajo, mujeres/hombres, oriundos/inmigrantes, explotadores/explotados, blancos/negros/coloured... Con países cerrados a cal y canto al calor del grito trumpiano "America first", es decir, "Nosotros, primero".

Un mundo que, hete aquí, describen varios libros que se han ido apilando aleatoriamente en nuestra estantería bajo la etiqueta "Futuro" desde ese 2015 en que publicamos un especial para explicar qué era la Agenda 2030. Por aquel entonces parecía que teníamos un plan precioso y optimista para salir adelante y que iba a entusiasmar a todos. Han pasado tres lustros y algo se ha avanzado, sí. En España tenemos hasta una vicepresidencia para tal Agenda. Un éxito. Pero, ¿lo percibe así el ciudadano medio? ¿sabe lo que significa para él o a qué conduce? ¿mueve este catálogo de objetivos y metas a la acción colectiva global (ese TODOS u OTROS a veces tan complicado de aceptar)? Varios movimientos masivos recientes por la igualdad y los derechos de la mujer y por el impacto del clima lo confirman.

Pistas del camino

A la espera de iniciativas políticas (que son urgentes), lo que se va publicando con el paso de los años aquí y allá siempre da pistas. Así, quien esto escribe se ha detenido ante una pila de libros acumulados al azar para comprobar que, de algún modo y en conjunto, indican un camino, dibujan un paisaje. De la veintenta que son, elijo una decena. Destaca el primero La gran brecha, que podría ser el título de una película documental apocalíptica a rodar allá por 2030. La obra de Joseph E. Stiglitz (2015) ahonda en lo que ya se preguntaba en el famoso El precio de la desigualdad (2012): qué hacer con las sociedades desiguales. Las respuestas importan. "La división actual de la sociedad pone en riesgo nuestro futuro", vaticinaba.

Han pasado tres lustros y algo se ha avanzado, sí. En España tenemos hasta una vicepresidencia para la Agenda 2030. Un éxito.

Junto a esta obra hay otras sorpredentes e inspiradoras, la mayoría ensayos. Como la titulada Abrir en caso de apocalipsis, editada hace un par de años en España, escrita por Lewis Dartnell. Al abrir el volumen comienza así: "El mundo tal como lo conocemos ha llegado a su fin. Una cepa particularmente virulenta de gripe aviar finalmente rompió la barrera de la especie... y mató a una importante proporción de la población mundial.... O tal vez las tensiones entre la India y Pakistán llegaron al máximo... O puede que fuera un asteroide rocoso...". Tremendo panorama.

Sabido es que estos y otros argumentos han servido para crear buenas e incontables obras de ficción en el cine, la literatura o el teatro, sí. Pero este libro aborda algo distinto. "Las personas que viven en los países desarrollados se han desconectado de los procesos de la civilización que la sustentan", se lee. Es decir, que tendremos todo el progreso del mundo, sí, pero a nivel individual somos asombrosamente ignorantes en aspectos básicos como producción de alimentos, alojamiento, ropa.... Por no saber, en un momento dado no sabríamos ni encontrar agua. Y así el autor ofrece una vía que sobrecoge: nos enseña cómo abordar la hecatombe dándola por hecho.

Vender el búnker nuclear

Enseña cómo sobrevivir y rehacer la civilización tras el apocalipsis; cómo debemos conseguir  comida, cobijo o electricidad sin redes ni artilugios. Cómo debemos marcharnos de las grandes ciudades o desguazarlas para sacar provecho de ellas. Cómo mantenerse uno/a en pie ante la adversidad que viene. Y contado con tanta seguridad como si se tratara de estar listos para recibir a la bomba nuclear durante la Guerra Fría misma y nosotros fuéramos los vendedores del búnker protector. ¿Les suena a ciencia ficción? Si es que sí, piensen en la armada nuclear enviada no hace mucho por Trump, aunque fuera en dirección contraria, a Corea del Norte.

La palabra futuro (el nuestro, el de nuestros hijos y contemporáneos) se incluye en muchos títulos de obras que lo vaticinaban muy malamente antes incluso de que la ONU finiquitara los Objetivos del Milenio en 2015. Quizá por eso aquí tenemos apilado ¿Quien controla el futuro?, de 2014, firmado por Jaron Lanier, el megatalento que prevenía de robots y otros monstruos ya presentes en redes sociales, junto a Las cosechas del futuro, de Marie-Monique Robin (de 2013). Este último describe el próspero negocio del hambre, la conversión de los alimentos en producto financiero y lo que esto representa para los tiburones de la Bolsa por un lado y los pobres desarrapados del mundo, por otro.

"La destrucción, cada año, de decenas de millones de hombres, mujeres y niños por el hambre constituye el escándalo de nuestro siglo. Cada cinco segundos muere así un niño menor de diez años en un planeta que, sin embargo, rebosa de riquezas". La autora se apoya en esta frase de Jean Ziegler para luego asegurar que se podría alimentar ya con tales bienes a una población de 12.000 millones de personas si la agricultura industrial diera paso a la sostenible, a la ecológica. "Consumir es un acto político", afirma.

Ese niño que muere de hambre

Ziegler, el padre de muchos, sentencia: "Un niño que muere de hambre es un niño asesinado". Sus libros lo dejan claro ya en titulares tipo Destrucción masiva, Hay que cambiar el mundo... Los datos de las organizaciones internacionales un año tras otro y sin remisión, le dan la razón. A pesar del progreso colectivo, indica la FAO, durante los últimos años el número de famélicos crece y los pobres se hunden cada vez más en su condición. Y así es a pesar del optimismo tozudo de Hans Rosling (fallecido en este lapso de tiempo, febrero de 2017) cuya obra póstuma, Factfuness, 2019, refuerza la idea, con ayuda de valiosos datos sobre desarrollo, de que todo va siempre a mejor.  Progresamos, aunque prefiramos fijarnos en lo apocalíptico, que resulta mucho más pinchapincha analógica y digitalmente hablando.

Las respuestas importan. "La división actual de la sociedad pone en riesgo nuestro futuro", escribe Stiglitz

A eso mismo alude Jacques Lecomte en su obra ¡El mundo va mejor de lo que piensas! (2017). En ella habla de la necesidad de una mirada a la vez positiva y lúcida sobre el estado de las cosas. Lo llama "optirrealismo". Significa que el auténtico optimismo necesita realismo para no caer en la ilusión, pero, de la misma manera, "la forma más apropiada de realismo consiste en ser un optimista activo". Y acusa a militantes y periodistas de dramatizar el estado del mundo para "provocar un choque saludable". Un juego peligroso, advierte, que, cuando se prolonga, conduce a la "agonía catastrófica, la impotencia y el inmovilismo".

Sobre los aciertos y errores del pasado y los que vendrán ha escrito en los últimos años un hombre de impacto, Yuval Noah Harari. Sus títulos superventas, ahí están bien juntitos, como obra monumental. Homo Sapiens y Homo Deus recorren la apasionante historia de la Humanidad desde su inicio hasta un futuro continuo no tan lejano, en el que dominarán, asegura, la inteligencia artificial, los robots, la genómica, la biotecnología... Donde el acceso a la salud y a la medicina antienvejecimiento marcarán la división de clase y donde hasta la vida podrá manipularse y alargarse en función de la bolsa (financiera). Su propuesta es una de las lecturas más adictivas. Por eso, quiza, más de 20 millones de personas han comprado los dos libros citados y el titulado 21 lecciones para el siglo XXI.

Destaca también entre el grupo de volúmenes el análisis de la moda histórica del odio y el rechazo al otro realizado por Carolin Emcke en Contra el odio (Taurus). Fue Premio de la Paz de los libreros alemanes en 2016 y es ahora, que se celebra el 75 aniversario de la liberación de aquel lugar del horror que fue Auschwitz, muy actual: "No quiero que el nuevo placer de odiar libremente se normalice". Así lo indica ya desde la portada la autora. Todos, afirma, somos responsables de luchar contra las formas cotidianas de desprecio y denigración. "La democracia sólo es posible si tenemos el valor de enfrentarnos al odio". Y a tenor de los hashtags que corren últimamente por las redes sociales una parte del pueblo no está muy por la labor. Ella ofrece algunas recetas: "Una sociedad democrática es un orden dinámico con capacidad de aprendizaje... Nuestra tarea es estimular lo que a los odiadores se les escapa: la capacidad de ironía y duda, y una visión abierta de la sociedad".

Y sigue: "Es decisivo que la Europa ilustrada se siga sintiendo deudora de una modernidad laica y abierta". No solo se trata de continuar tolerando la diversidad cultural, religiosa y sexual sino también de celebrarla: "Sólo donde hay pluralidad puede florecer la libertad del que es diferente, del que piensa de un modo distinto. Sólo en una sociedad liberal puede haber espacio para la contradicción, las dudas sobre uno mismo y la ironía como género representativo de lo ambiguo".

Hace además hincapie en el lenguaje mismo: "Algo ha caído en el olvido: el vocabulario propio de una sociedad abierta ha sido objeto de una degradación y un arrinconamiento progresivos. Hemos de volver a explicar, con todo detalle, lo que puede y debe significar existir en plural".  Porque nadie define o construye el "nosotros" en solitario. Un mundo sin tí, sin todos, ¿es mundo?

Seguiremos buscando la respuesta entre los volúmenes de otro estante.

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Sobre la firma

Lola Huete Machado
Jefa de Sección de Planeta Futuro/EL PAÍS, la sección sobre desarrollo humano, pobreza y desigualdad creada en 2014. Reportera del diario desde 1993, desarrolló su carrera en Tentaciones y El País Semanal, con foco siempre en temas sociales. En 2011 funda su blog África no es un país. Fue profesora de reportajes del Máster de Periodismo UAM/El País

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