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Tribuna
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Este ‘Black Friday’, piensa cuál es la historia que quieres vestir

El compromiso por unos mínimos estándares en cuanto a condiciones laborales es la base sobre la que ha de asentarse la transformación de la moda

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Un empleado trabaja con una mascarilla y auriculares para proteger sus vías respiratorias y oídosDari Santos
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Ya ha llegado el Black Friday, una de las grandes fiestas del consumismo del año. Durante el día de hoy, las ventas en España están estimadas en unos 1.600 millones de euros. Parte de este dinero se lo llevará la industria de la moda: un gigante con valor de 2,4 billones de dólares y un crecimiento del 5,5% anual, según la consultora McKinsey & Company. Si estás pensando en participar en esta jornada comprando algo de ropa, cabe hacer una pequeña reflexión sobre el impacto de este excesivo consumo de moda.

¿Habéis pensado alguna ve cuál es la historia que hay detrás de las prendas? Los españoles gastan casi 1.500 euros en ropa y calzado por hogar cada año, según el INE. De esa cantidad, la gente que se encarga de coser las prendas toca un porcentaje insultante. Son personas generalmente basadas en el llamado Sur Global que trabajan en condiciones análogas a la esclavitud.

Hace cinco años descubrí la realidad de la producción de ropa en São Paulo (Brasil), donde vivo. Solamente en la ciudad se estima que hay más de 13.000 talleres de confección en condiciones precarias. En ellos trabajan miles de costureras y costureros una media de 14 horas diarias. Por cada prenda que producen, cobran alrededor de un dólar, según mi propia investigación. Sus ingresos apenas les permiten sobrevivir.

En su mayoría son personas que han migrado desde Bolivia, por lo que a esa precariedad laboral hay que sumar la discriminación que sufren en otros ámbitos por el simple hecho de ser extranjeros.

El compromiso por unos mínimos estándares en cuanto a condiciones laborales es la base sobre la que ha de asentarse la transformación de la moda

Además de estas condiciones que se ven obligados a asumir por falta de opciones, los talleres presentan serios riesgos para los trabajadores. Estos costureros dirigen sus propios talleres, que casi siempre son pequeñas empresas familiares. En un contexto de ingresos mínimos, las normas de seguridad quedan lejos de ser una prioridad. A menudo, el cableado eléctrico supone un peligro (sobre todo en talleres con tanto material textil que puede prender fácilmente), por no hablar de la ausencia de extintores, salidas de emergencia, sillas ergonómicas o una ventilación adecuada.

Antes de centrarme en hallar una solución para esto, yo nunca había trabajado en la industria textil, ni me había formado en ese ámbito. La moda era algo que ni seguía ni me llamaba la atención, y eso me hacía pensar que este problema no tenía que ver conmigo. Yo era una simple estudiante de Relaciones Internacionales cuando comencé un trabajo de investigación sobre flujos migratorios de bolivianos que llegan a Brasil para trabajar en producción textil. Cuando visité el primer taller de costura y vi las condiciones en las que trabajan y viven, jamás pude volver a pensar en la moda de la misma manera.

La raíz del problema

La cadena de la moda es una de las más informales que hay. Los productores no tienen ninguna relación directa con las marcas ni con los minoristas. Gran parte de las firmas de moda externaliza por completo su producción a empresas de confección. Esas subcontratan a su vez a los pequeños talleres informales, que se ven obligados a aceptar cualquier precio y condiciones abusivas de pagos. Esto sucede de manera sistemática y es peor cuando las empresas de confección se ven en apuros para cumplir plazos de producción, lo que suele acarrear penalizaciones económicas por parte de las grandes marcas.

El villano en esta historia no es por lo tanto un cruel dueño de un gran taller de costura que explota a decenas de trabajadores, tal y como yo imaginaba antes de conocer este mundo. En realidad, el problema es la estructura, el sistema que facilita la existencia de esa explotación y que libra de responsabilidad a las marcas y los grandes empresarios de la moda, cuando son ellos los que coronan una pirámide que mantiene esta gran máquina de explotación en funcionamiento.

Pequeñas soluciones para un cambio sistemático

Fue al tomar conciencia de esta situación cuando me dije que había que encontrar una solución. Así lancé mi empresa social, el Instituto Alinha, que se enfoca en redistribuir el poder en la cadena de la moda mejorando las condiciones de trabajo de los costureros y costureras.

Para empezar, nuestra labor es conectar a estos trabajadores con empresas de confección, diseñadores y marcas que busquen construir una industria más justa. Además, acompañamos a los talleres durante seis meses para acelerar su formalización y facilitar la puesta en marcha de medidas de seguridad que garanticen que el trabajo se realiza de manera segura y saludable. Con esos requisitos mínimos, el taller puede comenzar a recibir pedidos en nuestra plataforma sin intermediarios.

Todo el proceso de producción es trazable a través de blockchain. Esto nos ayuda a mapear la cadena que sigue cada prenda. Los costureros certifican de manera independiente y segura las condiciones en las que se elaboró la pieza en cada punto del proceso. Al adquirir la prenda, el consumidor recibe un código con el que puede rastrear la historia del producto.

El compromiso por unos mínimos estándares en cuanto a condiciones laborales es la base sobre la que ha de asentarse la transformación de la moda. Para impedir que la voluntad de la industria quede en agua de borrajas, o que los gestos de las marcas se limiten a grandes campañas de lavado de imagen que poco cambian la vida del productor, es fundamental trabajar con tecnologías como blockchain que garanticen un proceso completamente transparente.

El primer grupo de costureros con el que hemos estado trabajando ha incrementado el precio medio que reciben por prenda de seis reales (1,29 euros) a 18 (3,88 euros). Tras lograr darle la vuelta al sistema de la moda en Brasil, nos gustaría poder hacer llegar este sistema más allá de nuestras fronteras.

La industria de la moda necesita desafiar a aquellas marcas y productores que favorecen la opresión con toda impunidad. Y, además, para empezar, necesitamos reducir la cantidad de productos que consumimos todos con el fin de facilitar la existencia de una cadena de valor más justa y menos dañina para el medio ambiente.

La transformación de la moda comenzará cuando todos tomemos conciencia de que somos corresponsables y que nuestras decisiones pueden cambiar las cosas. Detrás de cada prenda siempre se esconde la historia de alguien. Son gente que tiene sueños, igual que cualquiera, pero que quizás no pueden lograrlos debido a encontrarse en el lado más cruel del sistema. Si vas a comprar ropa nueva este Black Friday, piensa antes de hacerlo cuál es la historia que quieres vestir.

Dari Santos (São Paulo, 1991) es emprendedora social, activista y presidenta del Instituto Alinha.

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