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Tina Benawra, la artista del braille en Kenia que regala a las personas ciegas una forma de disfrutar la pintura

La pintora y neuróloga trabaja de forma colaborativa con personas con discapacidad visual para crear sus obras

Tina Benawra
La artista Tina Benawra posa junto a una de sus obras en su estudio.Patrick Wanjohi

En la mayoría de los museos más famosos, como El Prado de Madrid, el Museo Nacional de Kenia en Nairobi o el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, se permite a los visitantes mirar los cuadros pero no tocarlos. En la galería de la artista keniana Tina Benawra, de 41 años, sucede todo lo contrario. Sus trabajos utilizan el braille y es necesario tocar para ver. La idea le ha abierto las puertas al arte a las personas con discapacidad visual en África, un continente donde 26,3 millones de personas viven bajo esta condición, según cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

“Empezamos con un simple proyecto artístico para donar las ganancias a niños que necesitaban una operación de cataratas. No fue fácil, yo misma no entendía el braille. Hice un cuadro con ese sistema, pero el espaciado era incorrecto y cada centímetro de más o de menos cambiaba el significado”, recuerda Benawra en su estudio en el barrio de Parklands, en Nairobi. Ella, además, es estudiante de neurología en una escuela de la Ivy League, una agrupación de las ocho universidades más prestigiosas de Estados Unidos, y combina su trabajo como artista con el estudio del cerebro y los nervios ópticos. A futuro, sueña con ayudar a levantar infraestructuras sanitarias básicas en el noreste de Kenia, donde no llega suficiente atención para la población.

La keniana no planeaba dedicarse a esta forma de arte. Pero cuando regresó a su país en 2019, tras una estadía en Estados Unidos, buscaba una vía de escape. Por ese entonces, una organización local se acercó a ella para hacer un proyecto para la comunidad con pintura en braille. Se lanzó a experimentar y, en el proceso de aprender ese sistema de lectura y escritura para ciegos, conoció a Winnie Ongoje, una mujer de 33 años, que perdió la vista a los 19. Fue esta mujer, también amante del arte, quien la introdujo en todos los secretos del braille y le enseñó cómo se disfruta de la pintura cuando no se puede ver. “Una persona que ve tiene algo que se llama nervio óptico. Cuando observa algo, los nervios envían mensajes al cerebro. En mi caso, el mensaje no llega por el nervio óptico, sino por los nervios táctiles de los dedos. Cuando toco los cuadros, siento que es el cielo”, comenta Ongoje.

Con ella, Benawra entendió los códigos de ese mundo. “El rojo significa caliente y el azul, frío. Hablando mucho, empezamos a crear un marco de referencia a partir de las interpretaciones de los colores. Esa es la clave, hablar mucho con las personas para pasar al nivel braille”, añade. La keniana vende su trabajo, pero no descarta ofrecerlo gratis para quienes necesiten disfrutar del arte.

Sus proyectos se enfocan en el trabajo colaborativo con las personas con discapacidad visual, que crean con ella de principio a fin. Todo comienza con lo que ella llama un “marco de referencia”, en el que experimenta con diferentes texturas. Ella y Ongoje palpan el lienzo con las yemas de sus dedos, hasta sentirse cómodas con la sensación de aspereza o suavidad de los distintos tipos de material. Luego, vienen los colores. Por una parte, la artista toma un trozo de papel y pinta, de forma vertical distintos colores, uno encima del otro, hasta conseguir una textura. A continuación, Ongoje, en otro papel, dibuja su interpretación de qué colores le vienen a la mente después de sentir la pieza que ha hecho Benawra. Ahora, la línea de base está hecha y, entonces, empieza la pintura. “Ya podemos seguir adelante con lo que a la gente se le ocurra, tal vez quieran un océano texturizado”, afirma la artista.

Por último, Benawra pinta un cuadro que, en una especie de laberinto, lleva al espectador a los mensajes en braille. Cada parte del lienzo tiene diferentes tipos de texturas de colores, con líneas espaciadas en los detalles que una persona con discapacidad visual puede seguir mientras disfruta del arte. Las líneas conducen a mensajes en braille dispersos en diferentes partes que están cuidadosamente diseñados para ser leídos. El cuadro que pudo ver EL PAÍS llevaba en el centro el mensaje “Amor”.

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