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La inmunoterapia se abre paso más allá del cáncer

Un congreso en Barcelona analiza la aplicación de estos tratamientos en otras enfermedades como el alzhéimer o la fibrosis pulmonar

Jessica Mouzo
Investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas.
Investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas.CNIO (EL PAÍS)

Hay vida más allá del cáncer. También para la inmunoterapia. Esta familia de fármacos, que se encargan de despertar al sistema inmune para que ataque las células tumorales, ha revolucionado el pronóstico de algunos tumores muy agresivos en la última década y apunta a conseguir lo mismo en otras patologías no oncológicas. La investigación todavía está en los albores, pero los primeros resultados son alentadores. El Institut de Recerca de Barcelona (IRB) ha reunido esta semana en Barcelona a expertos internacionales para abordar este nuevo paradigma y, durante el encuentro, se han puesto sobre la mesa estudios realizados con ratones donde se prueba la potencial eficacia de estos fármacos para combatir el parkinson o la fibrosis pulmonar, entre otras dolencias.

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“La inmunoterapia no se acaba en el cáncer, va a tener más aplicaciones”, resume, seguro, Manuel Serrano, investigador ICREA del IRB y coorganizador de la conferencia. El concepto que manejan los investigadores es el mismo. En el cáncer, las células tumorales juegan al despiste y visten una especie de disfraz (proteínas que se pegan a la superficie de las células, como el PDL-1, y bloquean la función de los linfocitos) que les permite camuflarse y sortear al sistema inmune. La inmunoterapia lo que hace es quitarle ese disfraz a las células malas y reactivar a los linfocitos para que las ataque. “Muchas enfermedades vinculadas al envejecimiento consisten en la acumulación de células aberrantes. No son proliferativas, sino degenerativas, pero también son células anormales y hay la sospecha de que también se esconden del sistema inmune”, explica Serrano.

En el congreso, los investigadores han puesto el foco en enfermedades vinculadas al envejecimiento, como el alzhéimer o la fibrosis pulmonar, patologías donde las primeras investigaciones ya han dado sus frutos. Las hipótesis que manejan los investigadores apuntan a dos bandas: o bien las células dañadas logran escaparse del sistema inmune, como sucede con las tumorales, o bien los linfocitos, por la edad, están más atrofiados y son incapaces de detectar con precisión las amenazas.

En cualquier caso, el factor edad también influye en el riesgo de cáncer. “Pero hay una diferencia importante", matiza Serrano. "Las células aberrantes del cáncer tienen mutaciones; las de la enfermedad degenerativa, en cambio, no las tienen. Al menos, que sepamos. Pero el sistema inmune no solo reconoce mutaciones, sino también proteínas que tenemos silenciadas en el organismo”. El investigador ICREA trabaja en el estudio de las llamadas células senescentes. Esto es, células dañadas que el organismo debería haber eliminado pero, por alguna razón, siguen ahí. El fallo, asegura Serrano, está en el sistema inmune, que no está haciendo si papel.

“Muchos de los tratamientos que damos para otras enfermedades ya se basan en la inmunoterapia, solo que menos selectiva”, apostilla Manel Juan

Con la edad, además, la capacidad de reparación del organismo es menor. “El sistema inmune se vuelve menos eficaz. La diferencia entre el cáncer y otras enfermedades es que en las segundas, no hay células malignas. Lo que falla en ellas es la reparación”, sostiene el doctor Alvar Agustí, jefe de Neumología del hospital Clínic de Barcelona, que también ha participado en el congreso. El neumólogo acaba de publicar una revisión en la revista New England Journal of Medicine sobre las causas de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). “Lo que sabíamos era que la EPOC era una enfermedad autoinfringida por el tabaco. Ahora sabemos que eso ocurre en el 50% de los casos, pero hay otras causas, como el mal desarrollo pulmonar, la prematuridad o la malnutrición en la infancia, que también influyen. El tabaco sigue siendo el factor de riesgo más importante pero hay otras causas y eso abre nuevas oportunidades de tratamiento. Ya hay datos de que si una persona fuma, lo que consigue es inflamar sus pulmones y, al inflamarlos, pueden producir sustancias que funcionan como antígenos y que provocan una respuesta contra el sistema inmune”, apunta Agustí.

Los investigadores todavía tienen más preguntas que respuestas. Los primeros estudios en este campo se remontan dos o tres años atrás, asegura Serrano. Pero la evidencia de que van por el buen camino ya está sobre la mesa. “Las células peligrosas, inicialmente, eran cáncer. Ahora encontramos células peligrosas en fibrosis pulmonar, fibrosis hepática o renal, etc. Estas células malas son como células precancerosas que empiezan a expandirse descontroladamente. A medida que se van expandiendo, ciertas señales de peligro aparecen en la superficie. Esto es lo que causa la enfermedad pero al mismo tiempo nos muestra una diana para que el sistema inmune la ataque”, explica Irv Weissman, investigador de la Stanford School of Medicine.

Algunos fármacos inmunoterápicos, con el mismo mecanismo de acción que se emplea en el cáncer, ya han mostrado sus efectos con modelos ratones. Por ejemplo, en alzhéimer. En 2016, un grupo de investigadores publicaron en Nature un estudio en el que se demostró que, al bloquear el PD-1 —uno de esos frenos que se ponen a los linfocitos para neutralizarlos—, el sistema inmune logra eliminar las placas de beta-amiloide en el cerebro, características del alzhéimer, y mejorar el rendimiento coginitivo.

En el congreso también se han presentado resultados en fibrosis pulmonar. “Se explicaba cómo, en la fibrosis pulmonar, estas células degenerativas se esconden expresando los mismos factores que expresan en el cáncer las células para esconderse, el PDL-1. Ellos han visto en ratones que si tratan con un antiPDL1 el sistema inmune del ratón se reactiva y mata a estas células degenerativas y la enfermedad es mucho menos severa”, relata Serrano.

“Muchas enfermedades  consisten en la acumulación de células aberrantes. Y hay la sospecha de que también se esconden del sistema inmune”, apunta Manuel Serrano

“Muchos de los tratamientos que damos para otras enfermedades ya se basan en la inmunoterapia, solo que menos selectiva que estas terapias, que son de complejidad alta”, apostilla Manel Juan, jefe de la sección de Inmunología del Hospital Clínic. El inmunólogo considera que, si bien en el cáncer es una mutación la que hace que los linfocitos no puedan reconocer la célula tumoral, en otras enfermedades es el propio sistema inmune el que no está funcionando correctamente. Juan también tiene en marcha estudios para ensayar las terapias CAR-T —células modificadas en el laboratorio a partir de los linfocitos T de cada paciente, añadiéndoles un gen que les ayuda a identificar las células malignas para destruirlas— en otra enfermedad ajena al cáncer, como el pénfigo (una dolencia dermatológica que causa llagas y ampollas en la piel).

Los investigadores admiten que todavía es pronto para trasladar estos hallazgos a la práctica clínica —“Este congreso llega antes de su tiempo”, sostiene Serrano—, pero no es nada descabellado asumir que en pocos años —“quizás cinco”, dice— la inmunoterapia llegue más allá del cáncer. A fin de cuentas, concluye Manel Juan, “el sistema inmune participa, por lo menos, en el 80% de las enfermedades”, así que ahí debe estar la solución.

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Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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