Ciudades vivas y barrios más habitables
El contacto humano y el sentido comunitario definen la calidad urbana y fortalecen la economía de proximidad
Nuestro tiempo es testimonio de una urbanización galopante. El estilo de vida y lo 'físico' de lo urbano se propaga más allá de las urbes y penetra en espacios naturales: en resorts turísticos de reservas naturales, en espacios de extracción de combustibles, etc. No obstante, construir no es habitar, como reza el título del último libro de Richard Sennett. Una cosa es la ciudad física, los espacios urbanizados y construidos, y la otra la ciudad habitable, de relaciones humanas y espontáneas.
La urbanización conecta con la globalización y los procesos económicos de integración regional, amparados en directivas como la Bolkestein de la Unión Europea, que favorecen la liberalización de los bienes y servicios. Un hecho que beneficia a grandes compañías y debilita a la pequeña empresa (local, muchas familiares), que anclan la riqueza en los territorios cercanos insertadas en los barrios de las ciudades compactas, y que sostienen la seguridad y las relaciones personales perdurables en los vecindarios.
Necesitamos desde vecinos-activistas comprometidos pasando por consumidores conscientes, a comerciantes sabedores que sus acciones moldean la calidad habitable de sus barrios y ciudades.
Dinamizar los barrios es conectar sus redes de equipamientos, de asociaciones, de empresas, familias y personas en lo público, en lo privado y en el tercer sector. Bajo un relato y liderazgo colaborativo, democrático. Necesitamos desde vecinos-activistas comprometidos pasando por consumidores conscientes, a comerciantes sabedores que sus acciones moldean la calidad habitable de sus barrios y ciudades. Tal y como hemos visto recientemente en la defensa de las medidas de restricción del tráfico para proteger la calidad del aire.
En este sentido, y más allá de lo público, citamos un agente y dos proyectos comunitarios que contribuyen a humanizar la economía de proximidad y tratan de reforzar las comunidades locales para empoderarlas ante los procesos de individualización que conlleva la integración económica mundial.
El primero está relacionado con la dinamización del comercio de proximidad, es el caso de Barcelona Comerç (BC), una entidad que agrupa 23 ejes comerciales de barrio de la ciudad con más de 5.000 pequeños establecimientos asociados y trata de impulsar la colaboración pública-privada y social, con proyectos como la tarjeta fidelización, que aporta beneficios para el vecindario. También aborda los cambios de necesidades y el futuro de actividades económicas comprometidas con los barrios —en las plantas bajas—, que en muchas ciudades están en riesgo por el avance del comercio electrónico, entre otros factores. Esto impulsa ciudades más sostenibles, con menos desplazamientos de mercancías puerta a puerta y mitigar así sus efectos climáticos; que los grandes operadores del comercio electrónico contribuyen a provocar.
El comercio de proximidad, las tiendas y mercados de nuestros barrios, son un elemento de identidad y de servicio a las personas.
El comercio de proximidad, las tiendas y mercados de nuestros barrios, son un elemento de identidad y de servicio a las personas. Una forma de economía que genera, en muchos casos, alrededor del 15% del PIB local pero que además establece vínculos entre las personas: las personas mayores que acuden a su tienda de barrio a diario, o los niños que en los caminos escolares identifican a los comerciantes como adultos confiables. Como el ejemplo siempre traído de los mercados municipales en ciudades como Barcelona, mantienen una red de relaciones con los vecinos, las entidades de sus barrios y son baluartes educativos, de alimentación saludable y de ecología emocional positiva.
En paralelo a los cambios sociales la vida en las comunidades de vecinos se está transformando. La menor renta disponible, la movilidad geográfica del trabajo, los flujos migratorios y la especulación inmobiliaria aceleran la rotación en las viviendas. Y los tradicionales vínculos entre inquilinos de un edificio de vecinos se debilitan. En este sentido aparecen iniciativas comunitarias que tratan de anticiparse a estos cambios y cohesionar el núcleo de los barrios.
El proyecto de Edificios positivos en Barcelona es una iniciativa nacida desde la sociedad civil, con vocación de auto-organización comunitaria, que quiere también contribuir a mitigar la soledad de las personas mayores y facilitar la adaptación a los cambios demográficos y de estilo de vida que nos esperan. Se trata de impulsar a vecinos y vecinas positivos, comprometidos con su entorno, que entre otras acciones, podrán instalar bibliotecas comunes en espacios compartidos de la escalera; organizar una compra común en tiendas del barrio; establecer bancos informales de tiempo donde exista ayuda mutua cotidiana.
Las iniciativas comunitarias llegan también desde el campo digital. Es el caso de la red social Nextdoor, nacida en los Estados Unidos y llegada al estado más recientemente. Los vecinos de una unidad delimitada de barrio, se conocen en esta red social, se invitan y programan eventos y actividades juntos: partidos de fútbol, aperitivos y encuentros; y también ayuda a gente mayor y a personas con movilidad reducida. Otro uso de esta red social es como espacio digital para intercambiar objetos, de compra venta, en una forma de economía compartida, social y solidaria. En Barcelona, Nextdoor en asociación con Amics de la Gent Gran, organización voluntaria de apoyo a las personas que se sienten solas y a las personas mayores, trata también de establecer vínculos con los comerciantes de proximidad del barrio, quienes en el futuro podrían invitar a sus vecindarios a los eventos sociales que organicen.
En definitiva, recuperar el latido humano, impulsar la cohesión social de las ciudades y de sus barrios, donde lo próximo toma toda su intensidad, requiere del cuidado de la forma urbana (parques, jardines, espacios y equipamientos públicos) y del compromiso y la alianza entre vecinos y sectores culturales y económicos comprometidos con la ciudad sostenible. Aquella que defiende su identidad, sus tradiciones, la calidad de su hábitat, sus estilos de vida o su cultura. Así, tejiendo relaciones que sostienen la identidad, multiplican el talento y la creatividad, se da cuerpo a la cultura común: lo cercano y comprometido como factor positivo y de convivencia en la ciudad.
Josep Xurigué es doctor en Ciencia Política (UAB). Consultor en comercio de proximidad y técnico de la Fundació Barcelona Comerç. Profesor Colaborador en el Máster oficial de Ciudad y Urbanismo de la UOC.
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