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Siete piscinas en España donde Le Corbusier se hubiera dado un chapuzón

Remojarse en la ciudad cuando llega el verano es un fenómeno muy español que data de finales del siglo XIX. Clubes naúticos, balnearios, playas artificiales y piscinas públicas se aliaron con la arquitectura moderna y racionalista para dar un respiro a los sofocantes veranos en la urbe

En la calle madrileña de Arturo Soria, aún se mantiene en pie la Piscina Club Stella (cerrada al público desde 2006). Fue proyectada por Fermín Moscoso del Prado Torre y contaba con restaurante, peluquería, frontón, bolera, pista de baile y un bingo. |
En la calle madrileña de Arturo Soria, aún se mantiene en pie la Piscina Club Stella (cerrada al público desde 2006). Fue proyectada por Fermín Moscoso del Prado Torre y contaba con restaurante, peluquería, frontón, bolera, pista de baile y un bingo. |Cordon Press

Le Corbusier murió ahogado durante unas vacaciones en la Costa Azul pero, paradójicamente, en España muchas de sus ideas se propagaron gracias a la natación, el buceo y los deportes náuticos. De las playas de Guipúzcoa a Tenerife, pasando por el río Manzanares y sobre todo las piscinas públicas, en nuestro país las formas puras y limpias de la arquitectura moderna calaron en los recuerdos de muchos españoles ligadas a las vacaciones de verano.

Todo empezó en 1929 con la inauguración del Real Club Náutico de San Sebastián. El edificio, diseñado con la forma del puente de mando de un barco por José Manuel Aizpurúa y Joaquín Labayen, materializó de manera literal la afición de Le Corbusier por los paquebotes. Él mismo había confesado esta pasión en el libro Hacia una arquitectura: “Los arquitectos viven en la estrechez académica, en la ignorancia de las nuevas reglas de construcción. Pero los constructores de los paquebotes, audaces y sabios, crean palacios junto a los cuales las catedrales son muy pequeñas. ¡Y los echan al agua!”.

Real Club Náutico de San Sebastián. Diseñado con la forma del puente de mando de un barco por José Manuel Aizpurúa y Joaquín Labayen. |
Real Club Náutico de San Sebastián. Diseñado con la forma del puente de mando de un barco por José Manuel Aizpurúa y Joaquín Labayen. |CORDON PRESS

En edificios como Villa Saboye o la Cite Radiuse, el propio Le Corbusier se inspiró en los barcos de crucero, pero Aizpurúa y Labayen llevaron al extremo esa unión entre la arquitectura naval y la civil con su buque, al que revistas de la época tan prestigiosas entre los racionalistas como Cahiers d’Art alabaron. Tuvo tanto éxito que enseguida otros clubes náuticos empezaron a imitarlo: tanto el de Santander, como el de Castro Urdiales o el de Vigo se inspiraron en el donostiarra.

Felizmente para los bañistas aficionados a la arquitectura, el auge del movimiento moderno en España coincidió también con el de las piscinas, que en esa misma época empezaban a popularizarse para el disfrute de bolsillos menos abultados que los de los socios del Real Club Náutico de San Sebastián. Un buen ejemplo lo ofrece el Balneario de Santa Cruz de Tenerife. Cuando en 1929 el arquitecto Domingo Pisaca Burgada empezó a proyectarlo, tenía en mente un edificio de tipo modernista, pero después de que en 1932 la revista Gaceta de Arte tachara su estilo de anticuado, decidió reelaborarlo para adaptarlo a la corriente racionalista impulsada por Le Corbusier.

Balneario de Santa Cruz de Tenerife. El arquitecto Domingo Pisaca Burgada empezó a proyectarlo en 1929.
Balneario de Santa Cruz de Tenerife. El arquitecto Domingo Pisaca Burgada empezó a proyectarlo en 1929.

La zona de las piscinas, en su día las únicas de Santa Cruz, evocaba al igual que el Real Club Náutico de San Sebastián al puente de mando de un paquebote, aunque Pisaca añadió en este caso otros elementos típicos de la arquitectura moderna como pérgolas. El balneario cerró en los años noventa. Desde entonces, se desmorona junto a la playa de Valleseco, rodeado de los contenedores del puerto que ahora cortan su comunicación con el Atlántico. En Facebeook un grupo de personas lo defiende de un eventual derribo. “Lo pasábamos de miedo”; “Los mejores años de mi infancia”, recuerdan algunos usuarios al pie de viejas fotografías del lugar.

Manzanares, la playa madrileña

Otra de las primeras piscinas modernas fue La Isla, inaugurada en el lecho del río Manzanares en 1932. En este caso, el parecido con un barco de crucero fue espectacular. Su arquitecto, el racionalista madrileño Luis Gutiérrez Soto, aprovechó una de los islotes del río para convertirlo en un recinto de piscinas con la forma de un transatlántico, proa y popa incluidos, al que se accedía por dos pasarelas como las que se colocan en los muelles. El complejo evocaba así la imagen de un auténtico barco atracado junto al Puente del Rey, y por eso cuando abrió al público, hubo a quien también recordó el sueño que tuvo Felipe II de hacer navegable el Manzanares hasta el Tajo, para conectar Madrid con Lisboa.

La Isla, proyectada en el río Manzanares en 1932 por Luis Gutiérrez Soto.
La Isla, proyectada en el río Manzanares en 1932 por Luis Gutiérrez Soto.

Tenía tres piscinas: en la zona de la proa estaba la de preferencia; en la de popa la popular, de precio más asequible; y, dentro del edificio que imitaba el puente de mandos del buque, una piscina cubierta que, en invierno, solían utilizar los socios del club de natación Canoe. También había solarium, restaurante, cafetería, zona de juegos, vestuarios y gimnasio. El agua, filtrada y clorada, era tomada directamente del Manzanares. Desgraciadamente, un obús del bando sublevado destruyó gran parte del edificio durante la Guerra Civil. Volvió a abrir al público después de ser reconstruido, hasta que en 1947 unas inundaciones desbordaron el río y La Isla quedó otra vez dañada. Finalmente, en 1954, las piscinas fueron clausuradas para ser demolidas, debido a la apertura de una presa y la consecuente desaparición del islote.

La Playa de Madrid, diseñada por Manuel Muñoz Monasterio, fue la primera playa artificial de España.
La Playa de Madrid, diseñada por Manuel Muñoz Monasterio, fue la primera playa artificial de España.

Una suerte similar corrió también en el Manzanares la llamada Playa de Madrid, primera playa artificial de España. Manuel Muñoz Monasterio, responsable de otros edificios recreativos de la capital como la Plaza de Toros de Las Ventas o el Bernabéu, recibió el encargo de la II República de diseñar el complejo, cosa que hizo en 1932 siguiendo el estilo racionalista e inspirándose en la arquitectura naval. La novedad con respecto a La Isla residía en que esta vez el recinto era público y estaba pensado para disfrute de todos los vecinos de Madrid. “El baño no es un lujo y debe conseguirse con el mínimo coste”, había publicado ese mismo año la revista de arquitectura moderna A. C. “El deporte, la vida higiénica al aire libre, y el perfecto equilibrio físico constituyen hoy día una necesidad ineludible para las masas. El ritmo veloz, absorbente y dinámico de la vida moderna exige estos paréntesis de contacto directo con una atmósfera absolutamente sana”.

Una de las famosas fotografías tomadas por Robert Capa durante la Guerra Civil muestra a dos milicianos delante de una torre del complejo. En 1947, el propio Muñoz Monasterio se encargaría de reconstruirlo, aunque lo hizo apartándose del movimiento moderno para seguir la estética franquista. La mencionada torre, que aún sigue en pie, quedó de esta manera recubierta por el típico tejado de pizarra de la arquitectura de la dictadura, por lo que ya no evoca la chimenea de un transatlántico. También ha desaparecido la playa, y el uso del recinto es ahora privado.

Las Arenas-Baños de Ola (Valencia) fue un balneario construido al llamativo estilo 'fin-de-siècle'.
Las Arenas-Baños de Ola (Valencia) fue un balneario construido al llamativo estilo 'fin-de-siècle'.

En 1934, dos años después de la inauguración de La Isla, abriría en Valencia una segunda piscina proyectada por Luis Gutierrez Soto. Estaba en Las Arenas-Baños de Ola, un balneario construido al estilo fin-de-siècle que había abierto sus puertas en la Playa del Cabañal en 1898, y pasaría a la historia como la primera piscina de Europa que mezcló agua salada y agua dulce. También tuvieron mucho éxito su alto trampolín y su iluminación nocturna, unas características que destacó el artista valenciano Josep Renau en el bonito cartel que diseñó para promocionarlas.

De nuevo, hay que lamentar que gran parte de Las Arenas quedara destruida durante un bombardeo en la Guerra Civil. En el hotel que ahora se levanta en el mismo sitio, se recuperaron los templetes de estilo clásico que había en el recinto original, pero se ha perdido el diseño de la piscina de Gutiérrez Soto, de estilo racionalista pero de inspiración náutica más discreta que La Isla.

Stella, el club donde 'se remojaba' Ava Gardner y Xavier Cugat

En la calle madrileña de Arturo Soria, aunque cerrado al público desde 2006, sí puede admirarse todavía otro de los paquebotes que zarparon siguiendo el de Aizpurúa y Labayen: la Piscina Club Stella. Fue proyectada en 1945 por Fermín Moscoso del Prado Torre, aunque, curiosamente, Luis Gutiérrez Soto y su sobrino, el también arquitecto racionalista José Antonio Corrales, lo completarían con una intervención en 1952. El club, inspirado de nuevo en el puente de mando de un barco, tenía restaurante, peluquería, frontón, bolera, pista de baile, y, más tarde, un bingo.

La mítica piscina club Stella aún se puede observar desde la M30 Norte madrileña.
La mítica piscina club Stella aún se puede observar desde la M30 Norte madrileña.

Su diseño racionalista no sería el único aire de modernidad que soplaría en Stella: inaugurado en 1947, el club fue el notario mudo de los veranos de la capital y la progresiva merma de los trajes de baño. Allí se vieron los primeros bikinis, los primeros topless y, por fin, a los primeros nudistas chulapos. También a famosos como Ava Gardner o Xavier Cugat, y a los soldados estadounidenses que trabajaban en la cercana Base Aérea de Torrejón de Ardoz y que en Stella se mezclaban con la pomada de Madrid. Llegó a atraer a más de 1.000 bañistas al día durante los fines de semana, aunque terminaría cerrando por la multiplicación del número de piscinas públicas y privadas en la ciudad. En la actualidad, los dueños de Stella buscan un nuevo propietario.

Parece como si todas estas piscinas hubieran acabado cumpliendo el destino que evocaba su imagen de barcos varados. En Barcelona, cerca del parque Güell, uno de estos paquebotes admite sin embargo bañistas: la Casa Vilaró. Considerada una de las primeras viviendas racionalistas de España, fue proyectada en 1929 por el arquitecto barcelonés Sixte Illescas, seguidor de Le Corbusier y socio fundador del Grupo de Arquitectos y Técnicos Catalanes para el progreso de la Arquitectura Contemporánea (GATCPAC). Ahora, la Casa Vilaró es un hotel con piscina.

La Casa Vilaró (Barcelona) fue una de las primeras viviendas racionalistas de España, proyectada en 1929 por Sixte Illescas.
La Casa Vilaró (Barcelona) fue una de las primeras viviendas racionalistas de España, proyectada en 1929 por Sixte Illescas.

También en Barcelona, el GATCPAC estuvo a punto de construir la denominada Ciudad de Reposo y Vacaciones, una zona de ocio para el descanso y recreo de los barceloneses que incluía distintas zonas de baño y balnearios de diseño racionalista. El proyecto, parte del plan urbanístico conocido como Plan Macià, contó con la entusiasta participación de Le Corbusier como asesor, pero la Guerra Civil interrumpió el proyecto. Su espíritu hay que buscarlo en la Ciudad de Reposo y Vacaciones de Tarragona, que los arquitectos Antoni Pujol Sevil y Josep Maria Monravà López sí lograrían llevar a cabo a mediados de los años cincuenta, aunque en la actualidad las instalaciones del completo están en desuso.

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